Gobernaba
el Perú el General Francisco Morales Bermúdez, en aquellos tiempos el Servicio
Militar era obligatorio. En las ciudades, caseríos y caminos había la leva
forzada, en esas circunstancias el 3 de enero de 1977 muchos jóvenes, en total
cuatrocientos ochenta, procedentes de diferentes caseríos y de las ciudades de
todo el departamento de Ancash, nos juntamos en la Oficina de Reclutamiento N°
0-26 de Huaraz, para ser trasladados en horas de la tarde del mismo día con
destino al Batallón de Ingeniería de Combate Motorizado “Huascarán” N° 112,
acantonado en el distrito de Caraz, Huaylas. A los levados bajo custodia les
trasladaron en los volquetes del ejército.
En
el año 1966, a la edad de ocho años, ya me sentía soldado, influyó mucho en mí
las constantes narraciones de mi abuelo don Eliseo Ramírez Cadillo; quien, a la
edad de ocho años, en el mes de junio de 1883, había presenciado la llegada del poderoso ejército chileno a las zonas de Ancash, durante la
tercera etapa de la Campaña de la Breña. Desde aquellos tiempos de mi niñez,
las narraciones de la resistencia del General Cáceres, penetraron en mi alma y
permanecía imborrable preparándome para situaciones duras y difíciles en la
vida castrense.
Cumplido
los 18 años de edad, no pude eludir el Servicio Militar, decidí abandonar mis
estudios en el afamado Colegio Nacional de “La libertad”, en la ciudad de
Huaraz, y como voluntario me fui al cuartel. Siempre viví pensando que el
Servicio Militar era un deber patriótico, sobre todo en aquellos años de mucha
tensión con Chile; ergo, sin pensar en las propinas ni otros beneficios, solo
con la intención de aprender el manejo de las armas y el arte de la guerra, el
3 de enero, siendo las 13:30 horas, por mis propios medios viajé desde la
ciudad de Huaraz al distrito de Caraz, sede del Batallón de Ingeniería de
Combate "Huascarán" N° 112. De un momento a otro aparecí en la puerta
principal del Batallón. Entre mi dije: A partir de hoy día, éste será mi
cuartel. En aquellos tiempos a los soldados del servicio de guardia le decían,
número, cuando puse mis pies dentro del portón, el sargento de guardia, dijo:
"Un número voluntario", en se momento como un resorte salto de la
banca un soldado de mediana estatura, a quien el clase le dijo, lleva a este
“perro” voluntario al patio de armas; entonces yo corrí muy asustado, llegando
al patio pude ver el semblante de muchos jóvenes en su mayoría hijos de campesinos,
en el grupo se notaba mucha alegría y algunos mostraban rostro de tristeza y
preocupación. Algunos se sentían orgullosos de convertirse en
"perros" reclutas de contingente enero 1977, pero la mayoría en sus
corazonadas y pensamientos querían como sea ser liberados del servicio.
Formados
en el patio de armas los cuatrocientos ochenta jóvenes. De pronto aparecieron
seis sargentos monitores con sus galones de metal en el pecho muy relucientes,
quienes en todo momento nos hablaba en voz alta y nos obligaba a rugir a todo
pulmón, algunos monitores aparecían con un puñado de tierra en sus manos para
amedrentar a aquellos que no podían rugir así como ellos requerían, así pues
algunos reclutas esa tarde probaron ese “azúcar dulce”, les ordenaban a abrir
la boca y con fuerza se lo aventaban el puñado de tierra hasta el fondo de la
garganta, así nos recibieron desde el primer momento, permanecimos rugiendo en
la posición de atención con la mirada hacia el infinito por lapso de tres horas
aproximadamente. En esas circunstancias por las inmediaciones apareció un
oficial de tez morena de 1.85 de estatura, era el capitán de ingeniería Víctor
Valderrama Chávez oficial de personal (S-1) del batallón; quien, con palabras
francas, sinceras y firmes nos dio la bienvenida, quien nos dijo: “Han
ingresado a este batallón para ser combatientes de primera, para defender los
sagrados intereses de la patria, aquí se come lo que se da y se hace lo que se
ordena". En esos momentos de tensión para la gran mayoría, el capitán Valderrama
salió al frente y con esa voz ronca que le caracterizaba, dijo: "Señores
solamente necesitamos 180 reclutas, los que desean servir se quedan en su
propio emplazamiento y los que no desean servir formen en la pista mirando
hacia la guardia de prevención", para que les dijo esas palabras, pues la
gran mayoría corrió hacia la pista, para sorpresa mía, solamente quedamos
cuarenta voluntarios en nuestro propio emplazamiento, entonces el capitán
reaccionó rápidamente y mandó volver a todo el personal que había culminado el
5º año de educación secundaria, yo solamente contaba con tercer año de
secundaria, pese a ser voluntario en tiempos de leva forzada serví dos (2) años
(1977 - 1978) y la gran mayoría de mi promoción que tenía secundaria completa
se licenciaron en once (11) meses, el trato para el voluntario así como para el
personal levado fue igual, de nada servía pues ser voluntario en aquellos
tiempos.
Luego, horas más tarde, apareció el capitán (S-4) oficial de logística del batallón con sus sargentos almaceneros de prendas, ellos nos llevaron al paso ligero hasta los almacenes y allí, en un santiamén, nos entregaron los uniformes de campaña: había un sargento con trescientos sesenta camisas, más allá otro con trescientos sesenta pantalones, después otro con trescientos sesenta birretes, otro con trescientos sesenta pares de borceguíes, etc.; es decir había un sargento con trescientas sesenta de cada una de las prendas por entregar, como dotación nos entregaron dos prendas de cada uno completamente nuevo. Los “perros” muy asustados pasamos a la carrera y nos tiraban las prendas, lo tomamos al paso ligero; hubo quienes recibieron borceguíes de diferente número o sin pasadores y cuando reclamaban les decían: “No sé, a partir de este momento el perro es mago ¿alguna pregunta?”. Todo era tan rápido, los lentos a partir de ese momento como sanción comenzaron a ranear y hacer polichinelas. A los “chatos” le quedaba grande la camisa, el pantalón y el birrete, a otros le apretaban los borceguíes. Una vez uniformados, salimos a toda velocidad al patio de armas, donde nuevamente nos esperaban los sargentos monitores. Mientras en la puerta del cuartel se habían aglomerado muchos familiares, algunas madres lloraban por el hijo reclutado, como consuelo solo recibieron las prendas civiles de sus hijos, que durante dos meses permanecerá sin salir a la calle. Ya vestidos con el uniforme de la patria, los 180 “perros” continuamos formados en el patio de armas, entre el contingente había un “gringo” serrano rubio de ojos azules de las zonas del distrito de San Luis del Callejón de los Conchucos, al lado suyo había otro serrano campesino de rasgos autóctonos de los caseríos de Huaraz, en esas circunstancias abrevándolo detenidamente el capitán Valderrama les dijo: “A partir de la fecha el “gringo” y el autóctono son hermanos, ya veremos quién es más valiente en el campo de batalla”.
Desde el 3 de enero de 1977 hasta el 16 de marzo de 1978 permanecí como tropa en el Batallón de Ingeniería de Combate "Huascarán" N° 112, con sede en el distrito de Caraz, provincia de Huaylas. En aquellos tiempos durante el Servicio Militar Obligatorio, el personal de Tropa era objeto de muchos abusos, sobre todo maltrato físico y psicológico, principalmente de parte del personal de oficiales y algunos suboficiales de origen costeño y mestizos de la Sierra; por ejemplo el capitán de ingeniería cuzqueño Raúl Hermosa Ramírez, oficial de tez blanca y ojos azules, que normalmente utilizaba lentes ray ban para proteger sus lindos ojos de los rayos del sol, de vez en cuando en la hora de la Lista de Diana se mostraba muy racista; ergo, insultaba a todo el personal de tropa, con palabras como: “Incas de mierda no sirven para nada, al indio y al mulo palo en el culo”, así con esas frases ofensivas nos humillaba el mencionado oficial; y el personal de Tropa dentro de la formación murmuraba y sobre todo los más antiguos decían: “cuzqueño de mierda que viene de la tierra de los incas y aquí nos insulta, será pues porque tiene cara de palo pelado”, así se expresaba el personal de tropa de este oficial muy racista. El Suboficial de 3ra OEI José Machuca Juarez, nacido en el departamento de Piura, era un tipo muy abusivo y sobre todo racista, al personal de Tropa procedente del Callejón de los Conchucos (provincia de Huari, Piscobamba, Pomabamba y otros) le decía lo siguiente: "serranos de Huashahuacta, el ejército es para los vivos, no para los cojudos", que traducido en español significa "serranos del otro callejón el ejército es para los vivos, no para los tontos". Durante el servicio de guardia, cuando alguien cometía una falta a este suboficial siempre le gustaba ordenar a la Tropa para que se pongan en ángulo recto o en la posición de 20 uñas, y luego te decía: "agarra bien tus huevos" y él por atrás te aplicaba una patada con toda su fuerza, por ende, como es normal el soldado rodaba por el suelo, lo que se ve en la película "La ciudad y los perros" no es nada extraño a la realidad que vivimos en aquellos años en los cuarteles del Ejército del Perú.
En la mañana del 5 de junio de 1977, durante el ensayo para la ceremonia de juramento de fidelidad a la bandera del 7 de junio, el capitán de Ingeniería Raúl Hermosa Ramírez, por simple equivocación en el orden cerrado a pie firme y sobre la macha, me aplicó una patada debajo de la rodilla izquierda, se me abrió la piel, la herida lacerado quedó abierto, sangró profundamente; así en esas condiciones permanecí marchando toda la mañana bajo intenso radiación solar, pasaron los días, la parte afectada en mi pierna izquierda se puso de color morado, se hinchó, por el intenso dolor no pude caminar y los sargentos de sección me amenazaban para no presentarme en la enfermería. Una madrugada pedí permiso al imaginaria del tercer turno y salí cojeando de la cuadra dirigiéndome a los SH (malacate del personal de Tropa, luego me fui de frente a la enfermería del batallón, donde el suboficial enfermero viendo mi pierna tan grave me dijo lo siguiente: " Huevon, estando con la pierna podrido diariamente sales a correr 20 kilómetros hasta el distrito de Pamparomas, ¿carajo, porque no has pedido visita médica?". Ya no regresé a la cuadra de la companía Comando y Servicios. Me quedé internado, después de tres semanas en base a decenas de Penicilinas comencé a recuperarme lentamente. En aquellos tiempos nadie se quejaba por este tipo de golpes, maltratos físicos y psicológicos que muchas veces aun eran peores para los individuos indisciplinados.
El reglamento del Servicio Interior (RE 34-5) se cumplía al pie de la letra para los servicios y para controlar la disciplina del personal de todos los grados, en especial del personal de Tropa Servicio Militar obligatorio, sin embargo, algo que no estaba contemplado en este reglamento, de vez en cuando, de manera ilegal, se aplicaba para expulsar del cuartel al personal de Tropa incorregible, a estos individuos indeseables lo botaban del cuartel completamente desnudo, no llevaban siquiera el calzoncillo puesto para disimular en algo su condición de humano, se le cubría el cuerpo desde el cuello hasta la altura de la rodilla con un costal de papas de la proveduría, en la espalda le colocaban la palabra que decía “indeseable”, así se expulsó en el mes de junio de 1977 a un soldado de la localidad de Yuramarca del distrito de Huallanca; este soldado tenía el apelativo de “medio beso”, quien había crecido manteniendo su labio leporino, él era muy indisciplinado, salía de paseo los fines de la semana y se quedaba falto, en algunos casos después del paseo retornaba pasado las 22:00 horas en estado etílico, sin prenda de cabeza, muchos fueron sus malos antecedentes, por ende, el Comando del Batallón ordenó expulsarlo del cuartel de manera tan inhumana; un día, en horas de la mañana este soldado salió del calabozo sin zapatos, su cuerpo desnudo lo cubría un costal de papas de la proveeduría, en esas condiciones fue conducido por el oficial del personal (S-1) hasta las inmediaciones de la Guardia de Prevención, delante de todos sus promociones que se encontraban formados le ordenaron abandonar el cuartel por miserable, quien al salir del cuartel se fue corriendo a la casa de doña Rosa que se encontraba en las inmediaciones del cementerio antiguo del distrito de Caraz. El personal de Oficiales, Técnicos y Suboficiales, nos decía siempre que así se expectoraba del cuartel a la tropa indeseable, pues según ellos personal incorregible e indisciplinado no merecía estar en un cuartel.
El personal de Oficiales, Técnicos y Suboficiales, controlaban de manera muy riguroso la disciplina, no se permitía evasiones, desertores, ladrones, ni tropa retornando en estado etílico al término de su paseo, es decir no hubo contemplaciones ni mano blanda para el personal de Tropa Servicio Militar Obligatorio indisciplinado; por ejemplo, el personal de tropa de paseo que retornaba al cuartel a fin de semana en estado etílico, mínimo ingresaba al calabozo para permanecer por lapso de siete días, donde permanecían con los borceguíes sin pasadores y los pantalones sin correa; si el oficial de guardia se compadecía de este personal, en las noches le ordenaba al cabo de castigados para que estos hagan uso de un colchón y una frazada, desde las 22:00 horas hasta las 05:00 horas. A veces el personal de tropa castigado amanecía de "plantón" al frente de la sala del oficial de guardia, de pie toda la noche; era un castigo muy duro, sobre todo en los meses del verano serrano que en las noches el frío llegaba bajo cero. Los Oficiales y Suboficiales jóvenes eran los más drásticos, en cambio los Suboficiales mayores de 40 años eran más comprensibles, en especial el suboficial de 1ra MA Luis Castellanos Aragonés que ya contaba con 55 años de edad. En las cuadras de las Companías el personal de Tropa que se dejaba robar sus prendas, que pasaba mala revista, que se quedaba dormido en su servicio de imaginaria; en otros casos, aquel que se quedaba falto o llegaba tarde después de su paseo, etc. normalmente recibía golpes con palo, baquetón y en algunos casos a patadas en la posición de 20 uñas, en aquellos tiempos todos los Oficiales, Técnicos, Suboficiales y Sargentos golpeaban al personal menos antiguo que cometían faltas, por mínimo que sea. El personal incorregible permanecía en los calabozos vestido con un costal que en la espalda le colocaban la palabra que decía “indeseable”; así logré ver a muchos castigados saliendo a los malacates (servicio higiénico de la tropa) bajo la custodia del cabo de castigados.
El 29 de setiembre de 1977, día de mi onomástico, me nombraron de servicio de guardia, en la noche ocupé el puesto como centinela de la puerta principal del segundo turno, (12:00 horas hasta las 03:00 horas), durante tres horas permanecí en el torreón con el fusil con la cacerina abastecida y puesto la bayoneta, en este puesto cada cinco minutos tenía que "rugir" a todo pulmón, alertando primero al centinela del torreón N° 1, de la siguiente manera: " Para el Perú la gloria, para Chile y Ecuador la muerte, centinela de la puerta principal sin novedad, centinela del puesto de vigilancia N° 1 canta en tu puesto", inmediatamente el centinela del torreón N° 1 contestaba: "Puesto de vigilancia N° 1 sin novedad, puesto de vigilancia N° 2 canta en tu puesto", así todo en cadena se realizaba la alerta, a pesar de los gritos a todo pulmón por ahí algunos centinelas se quedaban dormidos, hasta se dejaban quitar el fusil FAL, en aquellos tiempos dejarse quitar el armamento estando de servicio era considerado como si fuera un "delito", desde luego uno ya se consideraba como hombre muerto, uno no sabía lo que le esperaba finalizado sus funciones, bien te masacraba el mismo Oficial de Guardia o en su lugar te masacraba el sargento de guardia, pero no había perdón, a veces se amanecía raneando y rampando o de plantón. El día de mi onomástico todo el día permanecí puesto el casco de fibra, cubriendo los puestos en los torreones y en la noche como centinela de la puerta principal segundo turno; aquel día como oficial de guardia se encontraba el suboficial de 3ra OEI José Machuca Juares, finalizado mi turno el mencionado suboficial me separó a un lado y me recriminó manifestando lo siguiente, me dijo: "perro, no has rugido ni mierda", según él como no había cumplido bien mis funciones como centinela de la puerta principal, como castigo me mandó repetir el turno desde las 03:00 horas hasta las 06:00 horas (tercer turno), en este turno me ordenó para colocarme en el torreón con la cabeza hacia abajo y mis borceguíes estaban hacia arriba como si fuera mi cabeza, pero como el servicio se hacia con el casco de fibra puesto, pude soportar el castigo, a este tipo de tratos y sanciones se llegaba y hoy después de 36 años escribo este recuerdo para que los jóvenes de hoy sepan lo que fue el Servicio Militar Obligatorio de antes, no había quejas, no había llantos, no había Defensoría del Pueblo, ni Derechos Humanos, en fin solo son etapas de la vida que solamente los soldados bien o mal hemos soportamos en los cuarteles del Perú.
El teniente de ingeniería Roberto Hurtado Jiménez, era un oficial muy serio y también muy exigente, cuando este oficial se encontraba de servicio de capitán de día, el personal de oficiales de día de las diferentes Companías se esmeraban en la puntualidad y sobre todo en la limpieza de sus sectores de responsabilidad. Al toque de corneta para rancho salíamos corriendo a toda velocidad hacia el patio de armas, donde el personal formaba en orden y en silencio, como es normal los sargentos de semana anotaban a los tres últimos, en toda la formación siempre anotaban a los tres últimos, y luego por lento te sancionaban con ranas, planchas polichinelas, y después del rancho te enviaban a limpiar los malacates (SSHH) del personal de tropa. En aquellos tiempos este batallón contaba con 480 hombres, formados las Companías, el teniente decía lo siguiente: "Darse frente" y procedía a pasar revista de útiles de racho, las manos y las uñas, los que pasaban mala revista ya iban saliendo a un costado y formaban otro grupo que luego se desplazaban a la retaguardia del grueso del batallón pero en la posición de marcha de "pato" con sus bandejas de acero sobre la nuca, desde el patio de armas hasta a zona de rancho había más o menos 150 metros de distancia. El personal de las Companías que pasaban buena revista se desplazaban marchando y cantando hacia la zona de rancho para recibir sus alimentos, en el trayecto el teniente nos iba observando y al lado nuestro los oficiales de día caminaban exhortándonos a la disciplina y marcialidad. Ocupado nuestro emplazamiento, el oficial colocándose al frente en voz alta decía lo siguiente: "Batallón, batallón, no puedo ordenar el alto porque no levantan la rodilla", a esa voz aún más levantábamos las rodillas, él insistía "no puedo hacer el alto" y nosotros ya con el rostro sudoroso nos esforzábamos a lo máximo, concluía diciendo: "No me ha gustado el desplazamiento del personal, ha sido cualquier cosa menos una marcha" y nos ordenaba para ponernos en la posición de rana. Comenzaba, "para ranas un, dos, cien ranas, mejor doscientas, mejor trescientas, mejor ciento cincuenta, a principiar", en ese momento todos cantando a todo pulmón rebotábamos en el suelo sin abrir las rodillas, como es normal en ese momento todos en su mundo interior ya rogaban para que el teniente se apiade de nosotros porque las rodillas ya no resistían. Como para aflojar las piernas ordenaba "un, dos, nadie se mueve", después de un pequeño intervalo como buscado la sinrazón nuevamente decía: "Se movieron, se movieron, para ranas un, dos, ciento cincuenta ranas a principiar". En estas situaciones un soldado fuerte normalmente ejecutando ciento cincuenta ranas bien hechas ya sientes fuerte dolor en la parte posterior de la rodilla, pero sin la orden del oficial nadie se ponía de pie, así pasaban los minutos, nos dejaba en esta posición y ordenaba diciendo: "La primera companía de pie, adelante"; a esa voz el personal comenzaba a desfilar por las pailas, en ese momento muchos en nuestro interior decíamos "que suerte de ellos que ya se pusieron de pie", así el personal iba avanzando lentamente recibiendo sus alimentos en su bandeja de acero y tazón de acero, mientras para otros la espera era larga. Después de permanecer largo rato en la posición de ranas nos levantábamos, algunos minutos no se podía caminar con normalidad por el fuerte dolor entre las zonas de la rodilla sobre todo en la parte posterior; después de larga espera nos llegaba el turno a la última companía. Desde la zona de rancho hasta el comedor había una distancia de 60 metros aproximadamente, nosotros ya sabíamos que este oficial cuando ingresaba el último soldado al comedor inmediatamente ordenaba ponerse de pie, diciendo: "Todo el personal de pie, nadie come, salir"; por ende, los 20 últimos en recibir sus alimentos pasaban rancho sobre la marcha, es decir en el trayecto de la zona de rancho al comedor, en este tipo de situaciones uno tenía que ser rápido, en una oportunidad fui el último de todos en recibir mis alimentos, caminando hacia el comedor a paso moderado llegué con la bandeja vacía, de un solo bocado me lo pasaba la sopa, en cuatro cinco cucharadas terminé el segundo, la carne me lo pasé de un solo bocado, el refresco me lo pasaba como si nada, el plátanos y el pan me lo guardaba en el bolsillo y ya estaba saliendo a formar para no ser anotado entre los tres últimos.
Durante mi permanecía en la Companía Comando y Servicios del Batallón de Ingeniería de Combate Motorizado "Huascarán" N° 112, cumplí diversas funciones, trabajé como lampero en la carretera de Caraz al distrito de Huallanca, en el cuartel operador de la central telefónica, integraba la banda de músicos. Cuando llegó la orden mediante una Ley para el traslado de la Companía "A" N° 112 con destino al caserío de "El Pallar", con fecha 10 de marzo de 1978 me incorporé de manera voluntaria a esta Companía como parte de los 125 hombres de tropa destinados para ser trasladados a Huamachuco, provincia José Faustino Sánchez Carrión, departamento de La Libertad.
a ya me acordé de ustedes, bueno escribes unas cuantas anegnotas q pasamos pero lo mas importantes estan en la mente de cada soldado, yo me acuerdo casi en cabalidad de tantas cositas q pasó y era muy lamentables.asi yo cumplí mis 2 años de servicio obligatorio.
ResponderBorrara ya me acordé de ustedes, bueno escribes unas cuantas anegnotas q pasamos pero lo mas importantes estan en la mente de cada soldado, yo me acuerdo casi en cabalidad de tantas cositas q pasó y era muy lamentables.asi yo cumplí mis 2 años de servicio obligatorio.
ResponderBorrara ya me acordé de ustedes, bueno escribes unas cuantas anegnotas q pasamos pero lo mas importantes estan en la mente de cada soldado, yo me acuerdo casi en cabalidad de tantas cositas q pasó y era muy lamentables.asi yo cumplí mis 2 años de servicio obligatorio.
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