lunes, 4 de mayo de 2015

TRASLADO DE RESTOS MORTALES DEL TRAIDOR MIGUEL IGLESIAS PINO A LA CRIPTA DE LOS HÉROES JULIO 2011

EL 04 de Julio de 2011, el presidente de la república del Perú, doctor Alan García Pérez, hizo realidad a su nefasto proyecto que anunció el 27 de diciembre del 2008, de convertir en Héroe Nacional al General del Ejército, traidor Miguel Iglesias Pino de Arce, para tal fin el día miércoles 22 de junio del 2011 estampó su rúbrica a la Resolución Suprema Nº 254 - 2011 - DE, disponiendo trasladar los restos mortales del gran traidor de Cajamarca a la Cripta de los Héroes de la Guerra con Chile, ubicado en el Cementerio Presbítero Matías Maestro de la ciudad de Lima, Perú.

Los restos mortales del Ministro de Guerra del pro chileno Nicolás de Piérola Villena, quien también fue el Jefe del Primer Cuerpo del Ejército, en las batallas de San Juan y Chorrillos, el 13 de enero de 1881; por disposición del doctor Alan García Pérez, en una ceremonia muy especial fue trasladado desde un sarcófago familiar ubicado en el Cementerio Presbítero Maestro a la Cripta de los Héroes de la Guerra con Chile, como es de conocimiento general, en esta ceremonia participaron los altos mandos de las Fuerzas Armadas y presenciado por el Ministro de Defensa doctor Jaime Thorne León. 

Para elaborar la resolución del traslado se tomó en cuenta solamente los hechos militares, en base a los escritos presentado por el historiador del Centro de Estudios Históricos Militares del Perú, el señor empleado civil don Guillermo Sánchez, no se tomaron en cuenta los hechos políticos. Dicha Resolución Suprema, se publicó en el diario El Peruano el 23 de junio de 2011 y se considera nula porque se llevó a cabo bajo presión y engaño al anciano General de Brigada en situación militar de retiro Herrmann Hamann, Presidente del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú.

Como es de conocimiento general, Miguel Iglesias Pino, desde la noche del mismo 13 de enero de 1881, vale decir unas horas después de haber sido tomado prisionero en el distrito de Chorrillos, obtuvo su libertad luego de una entrevista que sostuvo con el General Manuel Baquedano Gonzáles. Nunca se supo de manera cierta lo que se trató en esa reunión, pero, por lo que sucedió después, muchas conjeturas se tejieron al respecto. Miguel Iglesias, en esos días, se hallaba anímicamente abatido, la muerte de su hijo en la batalla de San Juan le había afectado en demasía. Sea como fuere, de aquella entrevista surgió otro Iglesias, que haría borrar la imagen del héroe de San Juan, para convertirse en fiel colaborador y vasallo del Ejército chileno. El coronel José Manuel López Haya, como él prisionero, dejó el siguiente testimonio: "Yo, caí prisionero en Chorrillos juntamente con Miguel Iglesias y ocupamos el mismo alojamiento. Una tarde, a eso de las siete, se presentó un oficial chileno en nuestra habitación y dirigiéndose a Iglesias le invitó a salir con él. Temí que fuera para fusilarlo; me acerqué a mi compañero de infortunio y le dije: "Quiero correr la misma suerte que tú". Iglesias, poniéndome la mano sobre el hombro, me respondió: "No chacha (López Haya, era oriundo de Chachapoyas", no temas nada; voy a regresar". Y así fue, poco más de una hora después regresó y me dijo: "Estamos en libertad; el General Baquedano ha sido muy amable". Tras ello, Iglesias manifestó que para él había concluido la guerra, y se retiraba a su hacienda Udima en Cajamarca, donde se mantuvo absolutamente inactivo hasta el mes de noviembre de 1881. El General Iglesias, como ministro de Guerra del traidor Nicolás de Pierola, fue uno de los principales responsables de la derrota, porque facilitó con su ineptitud la victoria de Chile en las batallas de San Juan y chorrillos.


En el mes de noviembre del año 1881, en la ciudad de Cajamarca, el General Miguel Iglesias Pino, aceptó del contralmirante Lizardo Montero Flores (vicepresidente del desterrado presidente doctor Francisco García Calderón), el Comando del Ejército del Norte, desde la fecha que asumió esta función comenzó a  traicionar el Perú. Su fidelidad a Lizardo Montero sólo duró el tiempo que éste permaneció en la ciudad de Cajamarca, pues después de su salida rumbo a la ciudad de Huaraz, en el mes de febrero de 1882; Miguel Iglesias Pino, inició el trabajo de traición al Perú, desatando abiertamente terca propaganda de rendición total con la ayuda de la clase política dominante, familiares, amigos hacendados y grupos de poder, quienes comenzaron a servir a las tropa del ejército chileno como eficaces agentes de rendición, inicialmente en el Norte del pías. Durante la Tercera Etapa de la Campaña de la Breña los traidores se unieron al bando chileno como parte del Ejercito Pacificador del Perú, unidos formaron el Ejército que denominaron "Ejército Pacificador del Perú". Queda demostrado que Lizardo Montero había cometido uno de sus más graves errores al dejar a Miguel Iglesias como Jefe Superior Político y Militar de los departamentos del Norte, puesto que bien pudo haber cubierto dicho puesto el coronel José Mercedes Puga.  No tardaron las manifestaciones de protesta en varios pueblos de Cajamarca por nombramiento de Miguel iglesias, pues éste había sido liberado por el General Baquedano con ciertas condiciones. Por la traición de Miguel Iglesias, en la hacienda Apan, de propiedad de Justiniano Novoa, se reunieron varios personajes que acordaron desconocer a la traición de Iglesias. Puga fue nombrado Director Constitucional y Jefe Superior Político y Militar del Norte, en tanto que el coronel Manuel José Becerra, alzado en Chota, fue designado para comandar el ejército que secundaría el cambio. Estalló así la guerra civil en Cajamarca, mostrando sus protagonistas dos actitudes respecto a Chile: El coronel Puga y Becerra acaudillando a los que pugnaban por continuar la guerra de resistencia contra el derrotista Miguel Iglesias decidido ya por la paz a cualquier precio. 

El 1° de abril del año 1882 el General Miguel Iglesias lanzó en la ciudad de Cajamarca una proclama manifestando sin tapujos su decisión de oponerse a la guerra de resistencia, precisamente cuando ésta se reanudaba incontenible en toda la región del Valle de Mantaro, en Junín. 

Como queriendo acallar las conjeturas surgidas a raíz de su entrevista con el General Manuel Baquedano el 13 de enero de 1881, Iglesias inició su discurso manifestando que su prisión fue rota por el hecho del consentimiento y que ningún compromiso verbal ni escrito contrajo con el jefe del ejército chileno, pero añadió a reglón seguido: La conducta generosa que se usó conmigo y que no puedo desconocer, me colocaba en una situación bien excepcional. ¿Cuál era ésta?, cabe preguntarse. Y no es aventurado inferir de sus palabras que tuvo desde entonces en la mente la idea de mediar por la paz, paz que solicitaba el enemigo, paz con sesión territorial. En su proclama del 1° de abril de 1882, Miguel Iglesias, precisaba: la urgencia de ajustar la paz con Chile del mejor modo posible. Tal aseveración dio pie a Carlos Vicuña para emitir un severo juicio: Sin perder mas tiempo el 1° de abril de 1882 Iglesias lanzó su celebre proclama en que manifestaba la necesidad de celebrar la paz con Chile. Es evidente que ya en aquella época estaba en constante contacto con el alto mando chileno instalado en el palacio de gobierno de Lima, Perú. Así la zona del Norte del Perú dejaba de ser un peligro para los intereses chilenos, que después de la proclama de Iglesias buscaron un acercamiento con aquellos traidores que compartían sus puntos de vista y a toda costa dedicaron sus afanes a contrarrestar la resistencia en el Centro del Perú con la consigna de destruir al General Cáceres. ¿Que pensaba Miguel Iglesias?, él decía iniciar el pensamiento grandioso y contrario de aquellos que en otras regiones proseguían la lucha contra el ejército chileno, tal vez unos párrafos de la proclama contribuyan a una respuesta, pues dijo: "Mi espada no ha lucido ni lucirá jamás en los campos estériles, para ensangrentar el suelo patrio en servicio de pasiones personales...Desnudo estoy de ambiciones bastardas...la pompa de los caudillos no me seduce"


En la Primera y Segunda etapa de la Campaña de la Breña, entre los años de 1881 y 1882, en el Valle del Mantaro, por las sucesivas victorias patriotas se comprobaba que la lucha de la resistencia emprendida por el General Cáceres, al mando de guerrilleros patriotas, se ceñía a una bien meditada estrategia, pues había causado al enemigo invasor muchas derrotas, que a la larga podría haber obligado a las Tropa del enemigo a desocupar el país, sobre todo si la resistencia se extendía a todas las regiones. Ello, incluso, podría haber tenido grandes repercusiones en la clase política de Chile, cuyo gobierno, para sostener una prolongada y sangrienta ocupación, se veía obligado a dictar reclutamientos forzosos de miles de jóvenes y adultos, originando el descontento social, a la vez que debilitaba su economía, ahondando su crisis interna. No era entonces insensato pensar en la validez de la guerra prolongada de guerrillas, pero para que ésta alcanzase el triunfo habría sido necesaria la unidad de todos los peruanos. La nefasta actitud de los grupos de poder “nacionales” impediría la conformación de un sólido frente común. Porque precisamente en los días de tremenda crisis para el enemigo, fue que acudió en su auxilio un grupúsculo de traidores entre militares y civiles que prefirió el pacto entreguista, antes que poner en peligro los intereses de la clase dominante entre los que figuraban los grandes comerciantes, hacendados, guaneros, mineros. 

Distrito de Chota en Cajamarca, bastión de la resistencia patriota, fue destruida el 30 de agosto de 1882. En esas circunstancias de mucho dolor y sangre, ante la aproximación de dos divisiones enemigas provocó en el traidor Miguel Iglesias Pino, la huida inmediata, mandó enterrar los fusiles, los cañones y 40 cajas de municiones bajo dos iglesias, además ordenó el licenciamiento de todo su personal de oficiales y tropa, ordenó dejar libre a los 12 prisioneros chilenos capturados en la batalla de San Pablo; en esas circunstancias, acompañado por su escolta continuó su huida con destino a su hacienda Udima, pero el traidor ya no llegaría a Udima; antes, a punto de ser capturado por las tropas chilenas, terminó deteniéndose en la hacienda Montán de propiedad del hacendado Rufino Espinoza, donde para evitar la captura y represalia decretada contra él y consecuente con su proclama del mes de abril de 1882, hizo público su tristemente célebre manifiesto del 31 de agosto de 1882, decidiendo la rendición total y absoluta y el ajuste de la paz bajo las condiciones que el enemigo impusiera, con el compromiso de servir en ese propósito para la firma de la paz con sesión territorial, arrogándose impropiamente la representación de todo el Perú, autoproclamado como Presidente Regenerador. El General Miguel Iglesias no tuvo empacho en renegar del triunfo patriota en la batalla de San Pablo el 13 de julio de 1882, señalando que: "Desgraciadamente, el pueblo inexperto, exaltado por el ultraje que de una pequeña porción del enemigo recibía, exigió combatir, y se ensangrentaron las alturas de San Pablo". Rechazó por ello lo que llamó "fiebre de una guerra activa y esperanza de una paz ventajosa", porque a su juicio eran "imposibles después de nuestros repetidos descalabros". En su infame proceder consideró “descalabros” a los triunfos obtenidos por el General Cáceres en el Centro del Perú, calificando a los breñeros como "guerreros de gabinete, patriotas de taberna, zurcidores de intrigas infernales, cobardes, mil veces cobardes y autores de la catástrofe nacional". Como era de esperarse, Chile celebró por todo lo alto esa rendición y entonces Miguel Iglesias, fue nombrado “Presidente Regenerador del Perú”, destacó a diferentes puntos del país a sus fieles seguidores como guías, espías y vanguardia del ejército chileno. Teniendo el campo libre en las zonas de la Costa y Sierra Norte del Perú, los militares chilenos cometieron muchos abusos, violaciones a las mujeres, saqueos  y atropellos de todo tipo contra la indefensa población civil sobre todo en las zonas del ande.

La firma del manifiesto ocurrido en la hacienda Montan en el distrito de Chota, Cajamarca, firmado el 31 de agosto de 1882 por el General Miguel Iglesias, ex jefe del Ejército del Norte, causó profunda consternación en el Cuartel General del Ejército del Centro en la ciudad de Tarma, Junín. La traición de Miguel Iglesias Pino, ocurría precisamente cuando se lograba con grandes esfuerzos la reorganización y equipamiento de nuevos batallones patriotas, cuando llegaban partes dando cuenta del resurgimiento de la resistencia guerrillera en varias zonas del país, cuando afluían en gran número contingentes de humildes campesinos y obreros reclamando un puesto para la resistencia nacional; en fin, cuando habían renacido todas las esperanzas de variar el desenlace de la guerra. AL respecto el combatiente huamachuquino don Abelardo Gamarra Rondo "El Tunante", soldado de La Breña, describió con amargura la difícil situación así creada por los traidores militares y civiles: "La facción abortada en Montán invocó la paz de hinojos, secundando las miras del enemigo, y a su ejemplo, algunos otros malos peruanos incitaron a la traición en los pueblos vecinos al cuartel general que enarbolaba el pabellón nacional dispuesto a sostenerlo a toda costa". Entre los combatientes breñeros se habló de que el General Miguel Iglesias se había vendido al mejor postor y que su actitud constituía "un golpe terrible para el patriotismo peruano".

El 31 de diciembre de 1883, Cáceres escribió desde Ayacucho, las siguientes frases: “Yo no veo en Iglesias sino a un teniente chileno, que obedece a los propósitos chilenos, que vive bajo la sombra de los chilenos, que cede territorio y dinero a los chilenos, y que, en suma, subsistirá con el aparato de poder que tiene en Lima, tiempo que permanezcan en el territorio nacional los ejércitos chilenos”
 
El General Cáceres, Jefe del Ejército del Centro, tuvo noticia de lo sucedido en la hacienda Montan en el distrito de Chota, departamento de Cajamarca, por un ejemplar del Diario Oficial chileno que le fue remitido desde la ciudad de Lima. Es de suponerse su tremenda indignación, pues ella se trasluce en sus proclamas del 20 octubre de 1883. La primera reacción del General Cáceres fue dirigir un oficio al prefecto patriota del departamento de Ancash, reprobando el atentado de lesa patria perpetrado por el General Miguel Iglesias, a quien denunció como infame traidor a la patria por implorar a Chile la paz de rodillas con sesión territorial de Tarapacá y la provincias de Tacna y Arica. Por último, se acepta la paz bajo las condiciones impuestas por el enemigo invasor, con cesión de la parte más rica y valiosa del territorio nacional. A la verdad, apenas es explicable lo que pasa, y ante la deformidad de la acción llevada a cabo por el general traidor Miguel Iglesias Pino de Arce, acompañado por otros oficiales peruanos también traidores como los coroneles Luis Milón Duarte, Arnaldo Panizo, Manuel Encarnación Vento, Lorenso Iglesias, Segundo Leyva, Ramón Iglesias  y otros. Los pueblos del Centro del Perú que aún mantenían en lo mas alto el pabellón nacional y todos los que se mantenían fieles a la causa sagrada de la unificación nacional, no creían en el nefasto manifiesto de Montan, sino que el manifiesto de que me ocupo es obra exclusiva de un mal peruano y de ninguna manera el eco de los distinguidos y patrióticos de departamentos del norte de la república. "En nombre de la dignidad nacional, sabrá condenar y reprobar tan triste y criminal atentado, haciendo por su parte todo lo que es posible hacer para ahogar en su principio esa infame rebelión que no tiene nombre”.

El 16 de octubre de 1882, en el Valle del Mantaro, el General Cáceres, en su condición de jefe de la resistencia nacional, lanzó una solemne proclama a los ciudadanos de la república y especialmente a los habitantes del Centro del Perú, renovando sus críticas al traidor de Cajamarca General Miguel Iglesias Pino (Jefe del Ejército del Norte) y ratificando su esperanza en que los pueblos del Perú se mantendrían firmes en el sendero del deber patriótico. 

En aquellos años difíciles para la patria, cuando la unidad política nacional se consolidaba con extraordinarios y sangrientos sacrificios de soldados, campesinos, guerrilleros y civiles patriotas sobre todo en el centro del Perú, cuando el Perú se presentaba ante el invasor a la altura de las circunstancias, con dignidad de sus gloriosas tradiciones, el General Miguel Iglesias levantó en Cajamarca la bandera de la rendición total y anarquía, proclamando a todos los departamentos del norte  bajo su comando, independientes del gobierno nacional y calificando como un crimen y falso honor al sentimiento que conducían los defensores del país a luchar por la soberanía e integridad territorial de la república. Semejante e inconcebible procedimiento del Jefe del Ejército del Norte significaría para el enemigo un triunfo incomparable; y envolvería para nosotros el más funesto descalabro, tendentes a facilitar a Chile sus propósitos de dominación y de conquista, y a presentarnos a la contemplación del mundo como un pueblo de la mitad patriotas la mitad traidores.

2 comentarios:

  1. Si a Ellos Lo ponen como Héroe a Mi tío quien murió en la Guerra con Ecuador en 1995 el 13 de febrero , donde el Gobierno no se digno en buscar su cadáver y hasta hoy lo tienen abandonado y nosotros su familia sin ningún nicho donde podamos ir y dejarles Flores INOCENTE NICOLAS VASQUEZ GONZALES MERECE LOA HONORES COMO AQUELLOS HEROES !

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  2. Si a Ellos Lo ponen como Héroe a Mi tío quien murió en la Guerra con Ecuador en 1995 el 13 de febrero , donde el Gobierno no se digno en buscar su cadáver y hasta hoy lo tienen abandonado y nosotros su familia sin ningún nicho donde podamos ir y dejarles Flores INOCENTE NICOLAS VASQUEZ GONZALES MERECE LOA HONORES COMO AQUELLOS HEROES !

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