El mariscal Andrés Avelino Cáceres Dorregaray, con 90 años de edad, muy debilitado por el peso enorme de las campañas militares y los
peligros, en los últimos años de su existencia se trasladó al balneario de Ancón en busca tranquilidad y recuperación. Una arteriosclerosis hacía mella
en su cuerpo de roble. A pesar de la enfermedad, parece que no tenía previsto
morir. Con normalidad todos los días salía a caminar al mediodía acompañado por su nieta o por el oficial
ayudante.
El martes 9 de octubre de 1923,
después del paseo manifestó sentirse fatigado, cosa que le causó extrañeza,
pues el día anterior hizo el recorrido sin mayores complicaciones. En la noche, llamó a su
secretario, el teniente Armando Arroyo Vélez y le dictó una carta dirigida al
doctor Salvador Cavero. Firmó la carta 45 minutos antes de morir. Luego, le
dijo al teniente que la depositara en el correo, y por último, que coordinara
la salida de un tren expreso hacia Miraflores, explicándole: "Estoy muy lejos
aquí de los centros políticos, y esta circunstancia me tiene impaciente".
El secretario se retiró, pero a
la media hora un policía le avisó que el estado del mariscal se había agravado
de un momento a otro. Regresó raudo a prestarle auxilio, pero lo encontró medio
incorporado sobre la cama, arrojando bocanadas de sangre y apenas lo vio, le
hizo un gesto negativo y se desplomó. Eran las 00:20 horas del 10 de octubre de
1923.
27 de julio de 1921. El Mariscal Andrés A. Cáceres llegando a la ceremonia de
inauguración del Monumento a Don José de San Martín.
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