martes, 26 de junio de 2018

EL JURAMENTO DE TRES RÍOS EN HUAMACHUCO CAMPAÑA DE LA BREÑA TERCERA ETAPA 7 DE JULIO DE 1883

En la localidad de Tres Ríos a pocos kilómetros del distrito de Huamachuco, tras la penosa marcha en la madrugada del día sábado 7 de julio, el General Cáceres concedió descanso a su esforzado ejercito, muy necesario, visto que se hallaba en vísperas del choque decisivo con las fuerzas chilenas al mando del coronel Alejandro Gorostiaga. 

En el ínterin convocó a una junta de jefes y oficiales, a fin de llegar a un consenso sobre el paso a seguir. Personalmente, el General estaba decidido a dar la batalla, por varias razones. Al respecto dijo lo siguiente: "En esta situación, viendo que los cuerpos de mi ejército había quedado muy reducidos por las enfermedades y la fuerte deserción y que la fuerza que existía estaba imposibilitada por el cansancio para seguir peregrinando; por ende, decidí atacar a las fuerzas del coronel Gorostiaga en Huamachuco, no obstante la superioridad numérica y de condiciones del enemigo, pues yo contaba en todo caso con la firme resolución de mis soldados leales". Todos los jefes y oficiales, incluidos los de las companías, asistieron a la trascendental reunión, donde se emitieron diversos opiniones antes de llegar al acuerdo final.

Algunos propusieron la retirada por la ruta de Santiago de Chuco, a la espera de una situación más propicia para reemprender la ofensiva sin riesgos, acumulando mayores efectivos con el auxilio de varios grupos guerrilleros que actuaban dispersos en la región. Otros, como el coronel Secada, expusieron los múltiples problemas que afrontaba el ejercito, sobre todo la carencia de auxilios en el Norte y la inferioridad de material bélico respecto al del enemigo, propuso la conveniencia de volver por Urcón a la región del Centro, donde sería factible la reorganización adecuada. Pero la mayoría de comandos, especialmente el secretario Manuel Rodriguez y el coronel Miguel Emilio Luna Peralta, apoyaron con ardor la decisión de presentar batalla, arguyendo tantos motivos aparentemente lógicos cuando opiniones brotadas tan sólo del apasionado amor que sentían por la causa de la patria. Así, algunos observaron que "una retirada frente al enemigo en situación en que se encontraba el ejército, sería su completa destrucción, de una manera deshonrosa". Entendían, los que así pensaban, que volver las espaldas al enemigo teniéndolo tan cerca provocaría gran desanimo en las tropas y su posible deserción en masa, visto que las sostenía más que nada el anhelo de medir sus armas contra las del agresor, el deseo de cumplir el deber patriótico que les había dado fuerzas para trajinar, en marchas y contramarchas, desde Tarma, departamento de Junín, hasta el distrito de Huamachuco, provincia José Faustino Sánchez Carrión, departamento de la Libertad, soportando todo: Enfermedades, frío, hambre, pobreza, incomprensión y traición. Y la vehemencia brotó de los labios del coronel Luna, quien alzando su voz sobre los demás, exclamó: "¡Más vale morir con honor que retirarse y disolverse cobardemente!". Calló un momento el auditorio, pero la exhortación había sido tan directa e incontestable que la decisión sólo podía ser una. En efecto, puesta la cuestión al voto, la Junta resolvió por unanimidad presentar batalla. Al respecto, alguien recordaría allí que los jefes patriotas no habían hecho otra cosa, sino ser consecuente con la ancestral tradición guerrera andina: la lógica incaica parecía repetirse, exactamente a 351 años de haber sido pronunciada, por coincidencia también ante invasores extranjeros: "¡Usos son de la guerra vencer o ser vencidos!". Morales Bermudez, anotaría lo siguiente: "La suerte estaba echada. Lanzado el reto no era posible rehuir a la lid a pesar de que las ventajas inclinaban la balanza del éxito al lado contrario".

Terminada la Junta, la hueste patriota fue formada para ser informada de lo acordado por su jefes. Cáceres pronunció ante ella, en quechua y castellano, una vibrante arenga, que terminó con estas palabras que fueron a la vez un solemne conjuro:

"¡Soldados! 

Pelearemos hasta vencer al invasor o morir por la gloria y honor de nuestra patria. Antes de ver desgarrado y humillado nuestro suelo, deje de latir nuestro corazón en el campo de batalla. ¡Viva el Perú!"

Un prologado y estruendoso eco surgido de las garganta de 1400 héroes, respondió en el llano de Tres Ríos. Y acto seguido, el General procedió a tomar juramento de lealtad frente a los estandartes de todos y cada uno de los batallones. Fue aquel un momento supremo, que llevaría presente los combatientes breñeros llegada la hora de la prueba en el combate."¡Vencer o morir!", fue la consigna proclamada sagradamente por la enfervorizada hueste patriota, en medio de sones marciales y un entusiasmado agitar de banderas. Poco a poco volvería la calma, pero la inquietud retornaría por la noche, en la que hasta el hambre pudo menguarse efectuando los preparativos para la marcha final.

Cáceres, inmediatamente despachó una comisión para reconocer las posiciones enemigas en la ciudad de Huamachuco, la conformaron el secretario Rodriguez, el comandante La Combe y el ingeniero Eléspuru, quienes atravesaron la cordillera de Huaylillas y anduvieron más de legua a pie, por la cima del cerro Cuyulga, que permitía la vista panorámica de la ciudad y la Llanura de Purrumpampa. La comisión de reconocimiento regresó a la localidad de Tres Ríos siendo las 20:00 horas, informando que el enemigo continuaba acantonado en la ciudad de Huamachuco. Esa noche, los combatientes breñeros apenas comieron un pan y un poco de cancha, proporcionado por los escasos pobladores de los contornos.

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