Según testimonio del Jefe de la caballería chilena, el 9 de julio "poco después de la diana, empezó nuevamente el cañoneo de nuestra artillería sobre la línea enemiga, siendo contestada por ésta". En efecto, siendo las 07:00 horas, Gorostiaga ordenó a Fontecilla hostilizar con los cañones a una fuerza peruana que se movilizaba. Se trataba de algunas companías de infantería que el General Cáceres destacó al amanecer sobre la ciudad, con la misión de recoger lo que no pudo tomarse en la víspera. A todo trance el enemigo intentó impedir esa operación bombardeando incluso a la población. Al llover los tiros, los peruanos se replegaron en guerrillas, haciéndose inefectivo el fuego enemigo, que entonces dirigió sus disparos hacia Santa Bárbara, donde empezó a funcionar la artillería peruana. Ese cañoneo, con intermitencias habría de prolongarse durante todo el día.
Poco después de las 08:00 horas, Cáceres advirtió desde su puesto de comando que salía desde la ciudad una recua en dirección al cerro Sazón. Inmediatamente ordenó que una fracción de su escolta, reforzada con milicianos, partiera a interceptarlos. La misión se cumplió con éxito, pese a la renovación del cañoneo desde el sector del cerro Santa Ursula, se capturó seis mulas cargadas de sacos de papas que llevaban los pro chilenos adeptos al traidor Miguel Iglesias para abastecer a las tropas chilenas al mando del coronel Gorostiaga. Bajó entonces del cerro Sazón un escuadrón de caballería, trabándose escaramuzas de fusilería entre las avanzadas. Tras breve tiroteo, el enemigo retornó a sus posiciones, regresando también a las suyas los patriotas. Gorostiaga, careciendo de un plan de batalla, prefería mantenerse en su fortín del cerro Sazón, totalmente a la defensiva.
Ya cercano el mediodía, Cáceres destacó una companía hacía el flanco izquierdo de a posición enemiga, en plan de reconocimiento. Marchando en guerrilla, esa fuerza pudo acercarse al cerro Sazón sin ser advertida por los chilenos que tenían concentrado su atención en lo que sucedía en la ciudad, y cumplida la misión regresó al campamento. Gorostiaga, cuya gente no vio a los peruanos sino cuando se retiraban hacía el cerro Cuyulga, magnificó el movimiento, consignando en su parte que se trató de una frustrada maniobra de envolvimiento por los plancos.
Aprovechando un momentáneo cese del cañoneo un pelotón de caballería peruano, que se hallaba en vanguardia, penetró en la ciudad, motivando una inmediata respuesta del enemigo: "El jefe de la artillería chilena, anotó, siendo las 12 del medio día recibí orden del estado mayor de hacer fuego sobre la plaza con el fin de hacer salir la tropa de caballería enemiga que en ello había y de incendiar la población para impedir que el enemigo se abasteciese de víveres", Ello provocó no sólo la retirada de los jinetes patriotas, sino la desesperada fuga de muchos pobladores, ante indiscriminado bombardeo de los chilenos: "Mucha familias corriendo los riesgos de combate, se retiraba por distintas direcciones al campo, como ya otras lo habían hecho en la víspera. Las casas que habían servido de cuarteles a las fuerzas chilenas y que por la sorpresa quedaron llenas de prendas militares , recibieron las bombas que se dispararon por elevación".
Casi al mismo tiempo se movilizó una fuerza del destacamento del Coronel Recavarren, que avanzó por el lado de panteón provocando una escaramuza con los fusileros chilenos apostados en las alturas del cerro Sazón. No se atrevió el enemigo a bajar de sus atrincheramientos, regresando los de Recavarren a su posición, establecidas detrás del cerro Santa Bárbara.
Alejandro Gorostiaga, entendiendo a su manera estos hechos, apuntaría: "En el día el enemigo se ocupó de hacer lujosos despliegues con sus fuerzas y en simular combate por su retaguardia para hacernos creer que las fuerzas del señor coronel Arriagada estaban a la vista y tentarnos de este modo a abandonar nuestras posiciones para empeñar un combate en las que ocupaba. Convencido por nuestra inmovilidad de que tan vulgar estratagema no podía surtir el efecto que se había prometido, emplearon el resto del día en saquear la población y en provocarnos desde ella, ocultos tras las tapias, con nutridos fuegos de fusilería que a tiempo contestaba nuestra derecha".
A las 15: 00 horas, el campamento patriota se vio reanimado con la llegada de 200 guerrilleros de Santiago de Chuco, jefaturados por el gobernador Ucedo, Santiago Calderón, Pinillos y Dionicio Porturas. Venían a participar en la batalla, y fueron además portadores de víveres tan necesarios para el ejército que pasaba ese día en ayunas: "Así se portaba el patriota pueblo de Santiago de Chuco, parte de sus hijos venia a tomar un puesto en la defensa de la honra del Perú y los que no pudieron hacerlo mandaron víveres. Esta patriótica y levantada conducta del pueblo de Santiago de Chuco fue mirada por el jefe chileno y de sus aliados traidores como un gran crimen.
Cáceres tuvo también palabras de homenaje para los santiaguinos, quienes poco después padecerían por su patriotismo una salvaje represión de parte de los chilenos y de sus aliados pro chilenos adeptos al traidor Miguel Iglesias Pino: "En medio de la penuría general contribuía el pueblo santiaguino con la sangre de sus hijos y con sus recursos a la defensa de la patria, desafiando la ira del enemigo y de sus aliados traidores que les castigó después, pero ganando en digno puesto al lado de los defensores del honor nacional".
El fiambre, pan, harina, coca y aguardiente traído por los santiaguinos fue repartido entre los diferentes cuerpos del ejército; y Cáceres pudo también alimentarse, luego de ayunar tres días: "El General desde el 6 no había tomado casi alimento alguno, sosteniéndose únicamente con agua de coca endulzado con chancaca, y el 8 con una copa de vermouth, que uno de los secretarios conservaba de una botella que los señores Porturas le obsequiaron en la hacienda Angasmarca. Así es que el 9 en la tarde comió con el fiambre que los de Santiago le trajeron".
A las 16:00 horas, Gorostiaga, advirtiendo que algunas companía peruanas cambiaba de posición trasladándose de Urucu a Paransique, ordenó la reanudación de cañoneo, provocando la dispersión de los patriotas que debieron buscar refugio tras una quebrada.
A las 18:00 horas, horas cesaron absolutamente los fuegos, y algunos patriotas, Rodriguez entre ellos, marcharon pasar la noche en la ciudad. En el campamento chileno la situación estacionaría empezó a resultar contraproducente. Según testimonio del médico chileno Vargas Clark, causaron grande estrago el hambre, la sed y el frió. "nosotros estuvimos ese día sin comer, y el agua distaba más de ocho cuadras. No nos atrevimos a atacar. Puede calcularse el día que pasaríamos allí, durmiendo en el suelo, sin comer, con escasez de agua y rodeados por todo lado por el enemigo. Como los equipajes se había perdido, el frió en la noche era terrible. las mandíbulas no podían contenerse, y todo el mundo oía tiritar a su compañero".
Mientras tanto, el General Cáceres mostraba preocupación ante la no comparecencia de la guerrilla del coronel José Mercedes Puga, a quien en la víspera remitiera mensajes oral, a través de un chasqui, para que se presente en la madruga del 9. Ese correo fue también portador de una nota escrita para Puga por el doctor Elías, con similares instrucciones. Se creía al jefe guerrillero acercándose por el camino de Cajabamba, pero Puga, habiendo quedado totalmente incomunicado, se hallaba muy al Norte, por Matará, procurando incrementar la fuerza de 250 campesinos que le acompañaba. El enemigo había interceptado los correos que le remitieron el doctor Elías y el coronel Recavarren y otros jefes patriotas, informándole del movimiento sobre Huamachuco, y el chasqui que partiera el 8 cayo también en manos de las patrullas chilenas, en el camino de Marcabal. Pudo empero librase de sus captores, en la mañana del 9, y prosiguió su viaje casi sin parar, llegando a Matará , donde se encontraba Puga, al amanecer del 10.
El jefe guerrillero avanzó entonces a marcha forzada sobre Huamachuco, pero ya no llegaría a tiempo de participar en la batalla.
A las 16:00 horas, Gorostiaga, advirtiendo que algunas companía peruanas cambiaba de posición trasladándose de Urucu a Paransique, ordenó la reanudación de cañoneo, provocando la dispersión de los patriotas que debieron buscar refugio tras una quebrada.
A las 18:00 horas, horas cesaron absolutamente los fuegos, y algunos patriotas, Rodriguez entre ellos, marcharon pasar la noche en la ciudad. En el campamento chileno la situación estacionaría empezó a resultar contraproducente. Según testimonio del médico chileno Vargas Clark, causaron grande estrago el hambre, la sed y el frió. "nosotros estuvimos ese día sin comer, y el agua distaba más de ocho cuadras. No nos atrevimos a atacar. Puede calcularse el día que pasaríamos allí, durmiendo en el suelo, sin comer, con escasez de agua y rodeados por todo lado por el enemigo. Como los equipajes se había perdido, el frió en la noche era terrible. las mandíbulas no podían contenerse, y todo el mundo oía tiritar a su compañero".
Mientras tanto, el General Cáceres mostraba preocupación ante la no comparecencia de la guerrilla del coronel José Mercedes Puga, a quien en la víspera remitiera mensajes oral, a través de un chasqui, para que se presente en la madruga del 9. Ese correo fue también portador de una nota escrita para Puga por el doctor Elías, con similares instrucciones. Se creía al jefe guerrillero acercándose por el camino de Cajabamba, pero Puga, habiendo quedado totalmente incomunicado, se hallaba muy al Norte, por Matará, procurando incrementar la fuerza de 250 campesinos que le acompañaba. El enemigo había interceptado los correos que le remitieron el doctor Elías y el coronel Recavarren y otros jefes patriotas, informándole del movimiento sobre Huamachuco, y el chasqui que partiera el 8 cayo también en manos de las patrullas chilenas, en el camino de Marcabal. Pudo empero librase de sus captores, en la mañana del 9, y prosiguió su viaje casi sin parar, llegando a Matará , donde se encontraba Puga, al amanecer del 10.
El jefe guerrillero avanzó entonces a marcha forzada sobre Huamachuco, pero ya no llegaría a tiempo de participar en la batalla.
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