"Salimos, pues, esa misma noche a
las once, recordaría doña Antonia. Ya montadas a caballo, nos despedimos en la
puerta de calle de la casa que ocupábamos, Cáceres y sus ayudantes permanecían
de pie en el corredor de la entrada. Todos, muy emocionados, con las lágrimas
en los ojos, nos dijeron: “¿A cuántos de nosotros no volverán a ver más?".
El momento era terriblemente conmovedor. Habíamos seguido con el ejército al lado
de Cáceres durante casi toda esa heroica campaña de La Breña, tan heroica como
dolorosa, compartiendo todo género de privaciones y ansiedades, de frío, de
hambre y también, a veces, de ráfagas de alegría; de pasos escabrosos por las
montañas, por los bordes de los abismos, desafiando los precipicios, En fin,
todo un conjunto de acechanzas y amarguras que nos ligaban más con esos
valerosos muchachos que yo miraba como a hijos y mis pequeñas como a hermanos.
Un rato duró la penosa despedida. Cáceres y sus acompañantes parecían el
símbolo del dolor. De pie con sus largos cubrepolvos y sus kepís rojos,
distintivo de los breñeros, nos miraban y hablaban con honda tristeza. Se
Desde
la ciudad de Huaraz se desplazaron por la ruta de callan Punta, Pariacoto,
Llautan, y Casma, en este puerto se embarcaron para traslado vía marítima con
destino al Callao. Desde Huaraz lo escoltaron a la noble familia, el coronel
Borgoño, el mayor Zapatel, el oficial Salinas, el español Alejandro Torres,
ayudante de Cáceres, un piquete a caballo y los servidores Pineda, Gregorio,
Valentín, Martina y Eloísa. Viajarían con grandes sobresaltos, disfrazándose a
menudo y descansando en humildes chozas de campesinos. Durante el viaje doña
Antonia enfermó de tifus, penoso mal que llevó a la tumba a la fiel Martina.
Hostigada
incansablemente por los chilenos y pese a su estado febril, doña Antonia
autorizó continuar la marcha a la Costa y tras otras varias peripecias llegó
finalmente a la capital, asilándose bajo la bandera de España.
Aquella
misma noche del 17 de junio, Cáceres obtuvo informe preciso sobre la
concentración de las divisiones chilenas, cuyas vanguardias alcanzaban Olleros.
Una junta de oficiales, convocada de urgencia, decidió entonces proseguir la
retirada, hacia Carhuaz, fijándose para las 06:00 horas del 18 para reanudar la
marcha. A efecto de dificultar el avance enemigo "se mandaron torpedistas
que colocaron minas en el trayecto de Olleros a Huaraz.
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