El 25 de diciembre de 1882, la llamada Asamblea Soberana de los Pueblos del Norte de la República se instaló con toda solemnidad, bajo la presidencia de Vidal García y García, diputado por Moyobamba. Concurrieron al acto los siguientes representantes: Marino Castro Saldívar y Manuel Francisco Burga por Cajamarca, Mariano Burga por Celendín, Roberto Osores por Chota, Cruz J. Novoa por Hualgayoc, Jerónimo Zevallos por Jaén y Francisco Plasencia por Contumazá. Asimismo, asistieron: Santiago Rodríguez y Carlos G. Chocano por chachapoyas, Adolfo Salmón por el Bajo Amazonas, Juan M. Tirado por el Alto Amazonas, Segundo Bringas por Luya, Juan Bautista Cacho por Moyobamba y Pedro P. Urrunaga por San Martín. También lo hicieron José Seijas por Huamachuco, Julián Rojas por Otuzco, Gabriel Muñoz por Pacasmayo, Leopoldo Santolalla por Tumbes, Julio S. Hernández por Piura, Antonio Espinoza por Huancabamba, Santiago Vásquez y Manuel Revilla por Chiclayo, Manuel F. Pastor y Salomón Rodríguez por Trujillo, Francisco E. Posada por Pataz y Clemente Arana por Pallasca. Completaron la asistencia Lorenzo Iglesias por Huari, José Silva Santisteban por Huaraz, José A. Urteaga por Santa, Manuel Julio de la Ribera Pomabamba, Dositeo Villanueva por Huaylas y Luis Salazar por Cajatambo.
Era una
representación espuria, un conglomerado de incondicionales del traidor Iglesias
nombrados a dedo por los grupos de poder económico, principalmente
terratenientes, grandes comerciantes y mineros, pues muchas de las provincias
supuestamente representadas habían manifestado su rechazo a la traición del
Norte y su consiguiente apoyo a la resistencia patriota. Resultaba
verdaderamente escandaloso ver a diputados que se arrogaban, por citar los
casos más notorios, la representación de Huaraz, Huamachuco, Chota, Hualgayoc y
Cajatambo, pueblos notoriamente opuestos a la política iglesista, como prueban
las numerosas referencias documentadas que presentamos en el anterior capítulo.
A toda luz, esos diputados, que contaron
empero con el aval de los grupos de poder económico de sus respectivas
provincias, se presentaron en la ciudad de Cajamarca para pronunciar en las sesiones de la
Asamblea un libreto aprendido con bastante anticipación, consumando una farsa
cuyo único propósito fue el de otorgar un manto pretendidamente legal a los
actos del gobierno de Miguel Iglesias. Así, las deliberaciones se celebraron con la
máxima celeridad del caso, discutiéndose en contadas horas gravísimos asuntos que
concernían a la integridad territorial del país.
Como era de esperarse, la Asamblea
reafirmó el nombramiento, e decisión sobre la negativa de Iglesias. Así las
cosas, éste no tuvo más alternativa que aceptar el cargo, jurándolo
solemnemente e; 1° de enero de 1883:
"Yo, Miguel Iglesias, juro por Dios
y estos santos evangelios, cumplir fiel y lealmente los deberes de Presidente
Regenerador de la República que la Soberana Asamblea del Norte del Perú, en
nombre de los pueblos, me ha Conferido, y obedecer las leyes que ha dictado y dictare,
para alcanzar la paz externa y el engrandecimiento interior".
García y García fue el encargado de
ceñirle la banda presidencial, de pronunciar un encendido discurso comparándolo
con el romano Octavio". Y acorde con las circunstancias, para no cortar el
hilo de citas a grandes personajes, Iglesias aclaró que no era Cristo, aunque a
él encomendaba el éxito de su causa.
En la sesión de apertura se dio lectura
a un mensaje de Miguel Iglesias documento que no fue nada más que la apología
de su conducta. En un alarde de demagogia, el caudillo derrotista consideró un
error histórico no haber consolidado la alianza peruano chilena que se planteó
en 1866, cuando fue necesario ese frente para derrotar a la España
imperialista. Calificó al país del Sur como "pueblo unido, sensato y
fuerte", al tiempo que deploró nuestra alianza con Bolivia y la política
estatista de Manuel Pardo y Lavalle; respecto a las salitreras de Tarapacá, que
señaló como causas de la guerra. Continuó con un dramático análisis de las
derrotas en las campañas marítimas, del Sur y de Lima, como preámbulo para
exponer las "razones" que lo motivaron a iniciar su campaña por la
paz. El, que fuera calificado de héroe por su actuación en la batalla del 13 de
enero de 1881, mencionó en este discurso que ya por entonces estaba convencido
de nuestra derrota: "La guerra, desde febrero de 1880, no se hacía a
Chile, sino a nuestros desventurados pueblos". Había pues, asistido a los
campos de San Juan y Chorrillos con la convicción derrotista que se formó aún
antes de que el Ejército del Sur diera las batallas de Tacna y Arica. Decía
ahora todo esto para que no señalara contradicción en su sinuosa actuación.
Se autocalificó luego como "hombre
de bastante grandeza de alma", de "corazón bastante abnegado" y
promotor de obras santas por encabezar lo que denominó "movimiento
nacional regenerador", nuevo título para su acción chilenófila. Y finalizó
el mensaje anunciando que se desprendía de toda autoridad para convertirse en
simple ciudadano, a la espera de las decisiones del Congreso".
La parodia se prolongaría cinco días
antes de consumarse el propósito para lo que fue preparada. En ese lapso se
escucharon ampulosos discursos que sólo diferían en la forma, pues eran
similares en cuanto a contenido.
Tal vez la más importante de las
sesiones fue la del 29 de diciembre, que juzgamos necesario reseñar para
ilustrar nuestros asertos.
Se leyó en ella el dictamen de la
Comisión de Legislación, cuyas principales líneas fueron dedicadas a lanzar
ataques a los que sostenían la resistencia:
"El Perú — se decía — ha combatido
a la faz del mundo hasta donde le ha sido humanamente posible; y sobre los
intereses de momento e impulsos de soberbia están los grandes intereses del
porvenir y los dictados de la sana razón… La guerra defensiva, de resistencia,
de inercia, no es guerra. El incomprensible patriotismo de los que la
proclaman, como quien pone el cuerpo de un agonizante a la furia de un robusto
gladiador, no puede conducirnos a mejor extremo que al de un estúpido
sacrificio”.
Firmaron dicho documento los señores
Julio S. Hernández, Jerónimo Zeballos. Francisco E. Posada. La mayoría de los
diputados era gente ajena a la guerra, que no había participado en ninguna
batalla. De allí que escuchara con entusiasmo al señor Urteaga, aquel que
gustaba de llamar a Cajamarca pueblo mártir y último centinela de la guerra del
norte, quien trayendo a colación citas filosóficas arribó a esta conclusión: "Son
preferibles en todo caso los discursos a las proclamas, los comicios a las
barricadas, los votos a las balas y las elecciones a las revoluciones. . . La
guerra de exterminio indefinidamente mantenida no puede ser un estado natural,
no puede ser un estado racional, no puede ser un estado legal.
Este representante pretendió fundamentar
sus opiniones con “¡un estudio filosófico histórico de nuestra educación
colonial!", prosiguiendo su argumentación con "un cuadro ligero de
nuestra historia política desde los primeros días de nuestra emancipación
". En un confuso panorama mezcló incas con atenienses de la decadencia,
pretorianos de Roma, sarracenos invasores de España; dichos de Séneca, pinturas
de Zurbarán y Murillo y obras literarias de Cervantes, Lope de Vega y Calderón
de la Barca. Todo ese pandemónium con intento de justificar el primer artículo
del dictamen presentado por la comisión que presidía, cuyo texto que era lo
único interesante, decía a la letra:
"La Asamblea del Norte se decide
por la paz inmediata con la República de Chile, siempre que las condiciones
impuestas por el vencedor no sean tales que amenacen la independencia nacional
ni cieguen en lo absoluto las fuentes de su regeneración”.
Así de curiosas fueron las disertaciones
de aquel infausto día. Pero por si hubiesen sido pocas las altisonancias del
señor Urteaga, replicó inmediatamente el señor Hernández, cuyas expresiones
fueron verdaderos exabruptos: "No necesitamos remontarnos a la imbecilidad
de San Martín ni al cesarismo de Bolívar para encontrar las causas verdaderas,
inmediatas de la guerra y consiguientes de nuestras derrotas, humillación y
miserias". Descargó furibundos ataques contra Manuel Pardo por haber
provocado la enemistad de Chile que hasta 1872 — precisó — nuestro aliado: Y
como si no fuera bastante esperar el peligro como un idiota - continuó
refiriéndose al presidente estatista —, hirió de muerte a la industria chilena
en Tarapacá. . . El gobierno del 72—76 fue el que colocó al Perú sobre un
volcán, cuya lava nos envuelve. Este señor Hernández fue de los primeros seguidores
del traidor Miguel Iglesias; pues apareció en marzo de 1882 como firmante del
documento derrotista que se hizo circular en Cajamarca.
Se alzó luego la voz del diputado Novoa,
que exhortó a sus colegas a volver sobre el tema principal de la agenda. Su
opinión puede bien resumirse en este párrafo: "La continuación de una
guerra en el estado amargo en que colocado la desgracia. . . es una locura, es
una farsa, es un delirio sin esperanzas de lucidez.
A esas alturas, la presidencia declaró
la sesión permanente, continua y no interrumpida. Tímidamente el diputado
Osores, algo avergonzado por la ausencia de una voz discrepante en el cónclave,
trajo a colación que la España de 1808 había resistido con sacrificios y
ejemplos de abnegación a los invasores franceses. Provocó con ello la inmediata
y airada réplica de Hernández (diputado por Piura), quien fue tajante al negar
la posibilidad de establecer un paralelo, porque a España — según dijo "le
sobraron soldados enardecidos de patriotismo, armas suministrados por
Inglaterra y colectividades heroicas". De esa manera, el diputado por
Piurano desconoció absolutamente el valor del ejército peruano, que al lado de
las comunidades heroicas del Mantaro había obtenido resonantes triunfos sobre
el invasor; tampoco valía para él la terca lucha de resistencia patriota que
presentaban otros numerosos pueblos en todas las latitudes del territorio.
Porque ofuscado por sude derrotismo negó la existencia en el Perú de
"soldados enardecidos de patriotismo y colectividades heroicas". El
fin justifica los medios pareció ser el lema de los iglesistas, y así fueron
utilizadas toda clase de falsedades como la que comentamos.
En seguida volvió a pedir la palabra el
señor Urteaga, para citar sin ninguna congruencia a normandos, ingleses,
españoles, sarracenos y franceses de VI, VII y XVI. Su intención, al parecer,
fue la de calmar los ánimos. Y lo siguió en la tribuna el diputado Urrunaga,
que volviendo la discusión al siglo XIX exigió un pronunciamiento definitivo
sobre el dilema de ajustar la paz o continuar la guerra, manifestándose a
título personal partidario de lo primero
Se sometió entonces a votación nominal
la cuestión y la totalidad de presentes se pronunció por la paz. Ellos fueron
los señores García y García' Arana, Bringas, Rodríguez, M.F. Burga, M. Castro
Saldívar, Burga, Campos, Chocano, Arana, Aduvire, Espinoza, Osores, Hernández,
Rojas, Salomón Rodríguez, Salazar, Posada, Seijas; Santolalla, Silva
Santistevan, Santillán, Urteaga, Urrunaga, Muñoz, Novoa, Ribera, Zeballos,
Villanueva, Revilla, Rodríguez, Vásquez, Tirado, Cacho e Iglesias.
De más está reseñar las exposiciones de
algunos diputados fundamentando sus votos con extensos e intrascendentes
discursos. Bastará con señalar que repitieron las citas a M. Thiers, la mujer
de Asdrúbal, los Pelayos, Lord Byron y otros varios personajes exóticos, en
extraña confusión con Gálvez, Grau y Bolognesi.
Se aprobaron a continuación otros tres
artículos del proyecto de ley, sin discusión, remitiéndolo a la Comisión de
Redacción. Escasa media hora demoró ésta en su tarea, facilitando la inmediata
promulgación de la ley, cuyo texto decía a la letra.
"Vidal García y García, Vice
Presidente de la Soberana Asamblea del Norte del Perú”
Por cuanto:
La Asamblea ha dado la ley siguiente: La
Soberana Asamblea del Norte.
Considerando:
1° Que la fuerza material no es decisiva
en asuntos de honor, ni en el éxito de los campos de batalla puede amenguar el
de la nación vencida.
2° Que el Perú ha combatido a la faz del
mundo, defendiendo sus derechos hasta donde le ha sido humanamente posible.
3° Que sobre los intereses de actualidad
y los impulsos del orgullo están los grandes intereses del porvenir y los
dictados de la sana razón.
4° Que la república no cuenta
absolutamente con recursos de inmediato aprovechamiento para continuar la
guerra activa a Chile.
5° Que la guerra de resistencia o
pasiva, sin otra esperanza, es aún más desastrosa que la activa, por lo
irreparable des sus consecuencias, que, en último resultado, traerían la muerte
de nuestra nacionalidad; y
6° Que el pueblo peruano necesita de la
paz externa inmediata, para convalecer de la postración a que lo han traído
tres años y medio de cruda campaña,
Resuelve:
1° La Soberana Asamblea del Norte se
decide por la paz inmediata con la república de Chile, siempre que las
condiciones impuestas por el vencedor no sean tales que amenacen la
independencia nacional, ni cieguen en lo absoluto las fuentes de nuestra
regeneración y progreso.
2° Para la celebración de la paz, la
Asamblea trasmite al supremo poder ejecutivo las mismas amplias y
extraordinarias facultades de que se halla investida por los pueblos que
representa.
3° Se faculta igualmente al supremo
gobierno para que al llevar a la práctica los tratados de paz con Chile, obre
de acuerdo con la aliada república de Bolivia, o separadamente, según
conviniere.
4° La Asamblea del Norte, por medio de
un Manifiesto expondrá a la nación los poderosos motivos en que funda para
decidirse por la paz posible.
Por
tanto:
Habiendo asumido la Soberana Asamblea la
plenitud de los poderes públicos; mando de imprima, publique, circule y se le
dé el debido cumplimiento.
Dado en la sala de sesiones de la
Soberana Asamblea del Norte del Perú, en Cajamarca, a los 29 días del mes de
diciembre del año de 1882.- VIDAL GARCIA Y GARCIA. — Segundo Bringas, Diputado
Secretario. - Santiago Rodríguez, Diputado Secretario”.
Sin dilaciones, Se redactó luego el
Manifiesto al que hacía referencia la ley, aprobándosele al filo de la
medianoche. Copiamos sus principales párrafos.
"Manifiesto de la Asamblea del
Norte a los demás pueblos de la República Peruana.
“La continuación de la guerra, es una
resistencia inerte, sin otros resultados que la destrucción de nuestras
ciudades y campiñas por el saqueo y por las llamas, el sacrificio estéril de
nuestros hermanos, y la prolongada ocupación enemiga de nuestra hermosa capital
y otros territorios de importancia… esta región privilegiada del Norte, llena
de opulencia antes de ahora, por su comercio, minería y agricultura, ha
soportado y sufrido, a la vez que otros pueblos, pérdidas de grave
consideración, hasta el extremo de haber casi desaparecido esas fuentes de
riqueza en que tenía esperanzas fundadas para llegar a mayor progreso, a un
porvenir grandioso; y comprendiendo que sería segura y completa su ruina,
agotándosele todos sus elementos productivos con la continuación de
hostilidades absolutamente infructuosas, no ha vacilado un momento en buscar un
medio adecuado para la cesación del peligro”
Era el punto de vista de los grupos de
poder económico norteños, que antes que ver perjudicados sus intereses
económicos optaron por la paz a cualquier costa. Su pretendida justificación
fue simple demagogia, pues el proclamado mayor progreso o porvenir grandioso
era pensado en interés exclusivo de terratenientes y capitalistas. Precisamente
Cajamarca fue el bastión norteño del Perú feudal, escenario de la más
considerable opresión de la más condenable opresión de las mayorías nativas.
A las 02:00 horas del 30 de diciembre de
1882 se suspendió aquella memorable sesión. El paréntesis fue breve, pues se
reanudó al cabo de pocas horas. Había que delegar el mando en el predestinado,
y sin discusión se aprobó la ley correspondiente.
"Vidal García y García, Vice
Presidente de la Soberna Asamblea del Norte del Perú"
Por cuanto:
Lo Soberana Asamblea ha dado la ley
siguiente:
"La Soberana Asamblea del Norte,
atendiendo a la honorabilidad y virtudes cívicas del esclarecido ciudadano don
Migue Iglesias Pino, a la confianza que ha sabido inspirar a sus conciudadanos
y a los relevantes méritos que ha contraído para con la patria en la actual
guerra con Chile, lo elige para presidente Regenerador de la Republica,
conforme a la ley sancionada en la fecha.
Por tanto; mando se imprima, publique y
circule y se le dé el debido cumplimiento.
Dado en la sala de sesiones de la Soberano Asamblea del Norte del Perú, en Cajamarca, a los 30 días del mes de diciembre de 1882.- VIDAL GARCÍA Y GARCÍA. -Segundo Bringas. - José A. Urteaga.
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