viernes, 24 de abril de 2020

COMBATE DE YUNGAY 25 DE ABRIL DE 1,885 ENTRE LAS FUERZAS DE MIGUEL IGLESIAS Y CAMPESINOS DE ANCASH

Después de la firma del tratado de Ancon, firmado el 20 de octubre de 1884, el General Miguel Iglesias Pino, en su condición de flamante presidente Regenerador del Perú impuesto por las armas de Chile, apoyado por los traidores, inmediatamente nombró autoridades políticas a nivel nacional, las prefecturas y las subprefecturas es ocupado por militares adeptos al traidor de Cajamarca. 

El 6 de noviembre 1984 llegó a la ciudad de Huaraz, capital del departamento de Ancash, el coronel de infantería Francisco Javier Noriega, nombrado por el gobierno como prefecto, quien al día siguiente de su llegada (7 de noviembre), influenciado por el Gobernador José C. Collazos, dio una orden prefectural para que se presentaran a la prefectura y luego desocuparan la ciudad, en el perentorio término de 24 horas, todos los ciudadanos del bando caceristas entre ellos se encontraban muchos ex combatientes de la batalla de Huamachuco que se encontraban escondidos en la ciudad de Huaraz, pues había orden de captura para todos los sobrevivientes, ordenado por el Jefe de la ocupación chilena Patricio Lynch y el gobierno de Iglesias; entre los buscados se encontraba el coronel Francisco de Paula Secada (jefe del estado mayor del Ejército del Centro en Huamachuco), Comandante Barahona, capitán Luis Felipe Montrestruque (secretario de la comandancia del Ejército del Centro), además muchos oficiales, personal de tropa y civiles patriotas. 

Finalizado la guerra con Chile (1879 – 1884). En el año de 1885, el gobierno del General traidor a la patria Miguel Iglesias Pino, le aplicó al empobrecido campesino del departamento de Ancash, el pago mensual como contribución personal de dos soles plata (cupo) y trabajo obligatorio gratuito en obras públicas a favor del Estado peruano. Desde el 21 de julio de 1821, la situación del campesinado no había cambiado, continuo el abuso de los terratenientes, grandes hacendados y todos los grupos de poder de aquellos tiempos, originado la revolución campesina liderados por el alcalde del caserío de Marian Pedro Pablo Atusparia y el minero Pedro Cochachin de la Cruz.

En la revolución participan muchos oficiales y tropa cacerista, sobrevivientes de la batalla de Huamachuco. El secretario general de la sublevación, el capitán Luis Felipe Montrestruque, en vista del retraso de las huestes campesinas en el distrito de Carhuaz por culpa del prefecto Manuel Mosquera, ordenó la rápida marcha de otro contingente de campesinos al distrito de Yungay comandada por Pedro Pascual Guillen, Manuel Granados y Ángel Baylón. las fuerzas de vanguardia de campesinos, sigilosamente en la madrugada de ese día habían coronado los cerros cercanos a la ciudad: " Aurahirca","Mishinaqui", y "Atma"; por el lado del llano tomaron sus posiciones en "Shullucoto" para tomar el puente que estaba a la altura del hospital San Ignacio.

El combate se inició al rayar la aurora, cuando las huestes campesinas abandonaron sus posiciones de las cimas y emprendieron el descenso para atacar a las fuerzas iglesistas al mando del coronel Manuel Calligros Quiroga y del prefecto coronel José Iraola que se encontraba en la ciudad de Yungay. El principal objetivo de los campesinos caceristas había sido tomar por asalto los cuarteles "El Porvenir" que se encontraba en la calle El Perú, llamado mas tarde 9 de Diciembre y el cuartel "La Santa" ubicado en la calle Río de la Plata, denominado después, 28 de Julio.

El prefecto iglesista en su comunicación del 29 de abril al Ministro de Guerra y Marina, expresa: "Las tropas que habían llegado a esta, fatigadas y descalzas, no pudieron sin embargo reposar largo tiempo, pues al amanecer del 25, fuimos sorprendidos por un recio ataque de todas las fuerzas campesinas que acaudilla el doctor Mozquera, cuyo número es ese día calculo en 5,000 efectivos y de ellos como doscientos perfectamente armados. Después de cuatro horas de tenaz lucha se les puso en completa fuga".

El sargento mayor Isidoro Salazar, a su vez, en parte dirigido al comandante en jefe de la División Expedicionaria, señala: "que en número de 6,000 campesinos, poco más o menos con unos 400 rifles de gran precisión de diferentes sistemas, así como hondas, piedras, rejones y palos, confesión que hicieron los combatientes caceristas tomados como prisioneros en este combate; pero dada las órdenes por vuestra excelencia para librar un nuevo combate y debido al empuje de las cuatro companías de policía y el batallón Artesanos, después de las tres horas de lucha quedó el campo en poder de las fuerzas del gobierno, poniendo en vergonzosa derrota a los campesinos que se refugiaron en el distrito de Mancos, distante una legua en donde se encontraba el grueso de sus combatientes que pasaban el efectivo de 10,000 hombres y dejando la campiña entre los sectores de Yungay y Mancos sembradas de miles de cadáveres y heridos, no pudiendo tener un número fijo por haber quedado éstos en los maizales y montes de dicha campiña.

Relacionado al primer día de combate el coronel Calligros, escribio: "La Guardia Urbana, conformado por blancos y mestizos de Yungay y Caraz, cumplió su deber defendiendo la posición que se le encomendó, con sus acciones el prefecto ha quedado muy satisfecho así como el resto del vecindario, pues todos los combatientes eran asistidos con recursos necesarios. Si los campesinos hubieran tenido 500 rifles, convenientemente municionados, quizás el éxito del combate habría sido suyo, pues en todo momento valor y decisión les ha sobrado".

La recia lucha estuvo e las calles de la ciudad, donde los campesinos lograron penetrar con la intensión de soprprender los cuarteles, pero la superioridad en las armas de fuego y la valiosa ayuda de la población blanca y mestiza yungayina que llegó a convertir su casa en una trinchera aliada para las fuerzas de Miguel Iglesias se impuso a la superioridad numérica en hombres que estaban pésimamente mal armados. Los campesinos, pese al entusiasmo y valor desplegados frente a 650 hombres bien armados y municionados, se vieron obligados a replegarse a su cuartel general, dejando en las calles y chacras cientos de muertos y heridos.

En esta acción, el capitán y ex combatiente de la batalla de Huamachuco Luis Felipe Montestruque que dirigía con acierto los primeros ataques del bando campesino, subió a una roca y cuando miraba las posiciones de las fuerzas del gobierno mediante un aparato óptico, cayó mortalmente herido por efectos de un disparo de un francotirador, inmediatamente fue trasladado al distrito de Mancos. Falleció tres días después. 
    

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