Las fuerzas chilenas impresionados por el resultado de la batalla de San Pablo, ocurrido el día jueves 13 de julio de 1882; ergo, pensando en la traición del General Miguel Iglesias a quien le consideraban como aliado, ordenan desatar en el Norte del Perú la guerra de arrasamiento a sangre y fuego, similar a la que ocurrió en el Centro del Perú durante la resistencia de Cáceres.
El 3 de agosto de 1882, la división chilena al mando del Coronel Demetrio Carvallo Orrego emprendió la marcha desde San Pedro de Lloc, la otra división chilena a mando del Coronel Silva Vergara emprendió la marcha desde Guadalupe, ambas divisiones se desplazaron desde la zona Costa del departamento de La Libertad para unirse en San Pablo, Cajamarca. Los pueblos del tránsito, Yanan, Yayan y San Luis, fueron completamente destruidos, porque a juicio del invasor chileno habían proporcionado hombres, víveres, armas y toda clase de elementos a Miguel Iglesias. Como lo habían previsto, el día 5 ambas divisiones bien pertrechados convergieron en San Pablo, lugar donde acamparon hasta el día siguiente. Al mismo tiempo, el traidor Miguel Iglesias procedía a evacuar la ciudad de Cajamarca, dejando clara huella de que abandonaba por completo la posibilidad de intentar la resistencia. Al respecto el corresponsal de guerra chileno escribió lo siguiente: "Había ordenado enterrar los cañones y gran cantidad de municiones en una hacienda situada a cuatro leguas de la ciudad, luego había huido con dirección al interior". Además antes de la huida Miguel Iglesias dejó libre en la ciudad de Cajamarca a doce chilenos que cayeron prisioneros en la batalla de San Pablo, entre ellos el teniente Salgado. Tal actitud hizo presagiar en Carvallo la posible rendición de Iglesias, quien además había ordenado la dispersión de su ejército sin disparar un solo tiro. El día 7, al tiempo que las fuerzas chilenas salían de San Pablo, Miguel iglesias marchaba a toda prisa con rumbo al fundo Combayo, situado a diez leguas de la ciudad de Cajamarca.
La ciudad de Cajamarca fue capturada por las fuerzas chilenas en la tarde del 8 de agosto de 1882. A tres días de consumada la victoria peruana en la batalla de San Pablo, el General Jefe del Ejército del Norte, Miguel Iglesias Pino, emite un proclama saludando a los vencedores, cosa que no fue del agrado de Patricio Lynch, jefe de la ocupación chilena instalado cómodamente en el palacio de gobierno en la ciudad de Lima. Patricio Lynch, adopta una acción ofensiva para vengar el revés sufrido en la batalla de San Pablo, enviando una fuerza de 1200 hombres bien armados sobre Cajamarca al mando del coronel Demetrio Carvallo Orrego y que posteriormente fue reforzada con el batallón Coquimbo de 600 hombres. El General Miguel Iglesias enterado de la decisión y acción del mando chileno decide retirarse de la ciudad escoltado por unos cuantos hombres de su entera confianza con rumbo a la ciudad de Chota. En esas circunstancias sin la menor oposición de las fuerzas peruanas, las tropas chilenas ocupan la ciudad, al respecto el corresponsal chileno relataría lo siguiente: "Entramos tranquilos por las calles de Cajamarca, alegres, porque al fin íbamos a tener algunos días de descanso en una ciudad rica y populosa; pero entristecidos por la fuga del enemigo cobarde, que contando con mayor numero de tropas que las nuestras, y tropas descansadas y bien comidas, no tuvo el valor o la dignidad suficiente para esperarnos". Al mismo tiempo el Coronel Carvallo, muy envalentonado por el inesperado suceso, escribió en el parte a Patricio Lynch, Jefe de la ocupación, lo siguiente: "A nuestra aproximación, Iglesias huyó y sus tropas se han dispersado casi en su totalidad. La ciudad está casi abandonada por completo. Las familias todas han salido a los alrededores, hay un pánico terrible en la población. Iglesias se desplaza con dirección a la ciudad de Chota, procederé actuar contra estos pueblos como vuestra excelencia me lo ha indicado. Pienso exigir de Cajamarca un cupo de guerra de 50,000 pesos y 500 rifles; en caso que no se cumplan, impondré severo castigo a la ciudad. Las propiedades de Miguel Iglesias las arrasaré".
Como queda demostrado con la simple aproximación de las divisiones chilenas hacía la ciudad de Cajamarca provocó en el traidor Miguel Iglesias la renuncia inmediata a la guerra de resistencia que había prometido cumplir quince días antes de este acontecimiento. Ordenó la dispersión de sus tropas y así se disolvió el llamado Ejército del Norte, sin presentar combate al invasor. Ante un jefe tan cobarde, no cabe duda que se desmoronó la moral de los soldados, y apenas un centenar de ellos permaneció a su lado, como escolta del grupo de pacifistas traidores que había decidido la rendición incondicional. Hubo, al parecer, opinión de un sector de la oficialidad para efectuar una retirada en orden a Chachapoyas, pero el proyecto fue desechado por Miguel Iglesias.
En Chota, mientras tanto, Miguel Iglesias dejaba libre a los pocos prisioneros de la batalla de San Pablo que aún conservaba, entre ellos al capitán Mesa. Y continuó huyendo, ahora con destino a su hacienda Udina, al tiempo que un emisario de su confianza entraba en la ciudad de Lima en conversaciones con las autoridades chilenas. En su persecución del traidor marchaban un regimiento de granaderos a caballo y un batallón de zapadores, y luego lo siguió el propio Carvallo, desde el 27, con otro batallón de zapadores, 100 granaderos y dos piezas de artillería, quedando en Cajamarca una fuerte guarnición al mando del mayor Saldes.
Después de la batalla de San Pablo que fue victoria peruana en Cajamarca, Demetrio Carvallo envió una fuerza de caballería e infantería con dirección a Chota con la finalidad de acabar con la resistencia guerrillera. Chota fue el lugar donde se elaboró el Plan de Operaciones y de aquí el General Iglesias dictó órdenes precisas para atacar a los chilenos en San Pablo, pero él no participó en la batalla, responsabilidad que recayó en el coronel Lorenzo Iglesias, su hermano. Hermanados por la causa de la patria los pueblos de Cajamarca, Bambamarca, Chota, Llapa, San Miguel, San Pablo y otros, hicieron morder el polvo de la derrota a los chilenos que finalmente, humillados y rendidos, tuvieron que escapar de la bravura del soldado peruano. En Chota les fue muy mal a los invasores chilenos. Enterado de la aproximación de una fuerza chilena con dirección a Chota, el Coronel Manuel Becerra partió junto con 200 guerrilleros bien armados con fusiles y machetes al encuentro de 400 invasores enviados por Carvallo desde la ciudad de Cajamarca. En esta zona existe un profundo cañón denominado el Cárcamo, los guerrilleros chotanos se parapetaron en estos desfiladeros, un grupo de ellos fue a provocar a la columna invasora, se menciona que llevaron yeguas en celo para atraer a los caballos, los de la vanguardia chilena salió en persecución de los chotanos y entraron a dicho cañón, allí fueron emboscados y abatidos con certeros tiros de fusilería y a machetazo limpio, resultado del enfrentamiento murieron 200 chilenos y muchos escaparon heridos. Por la emboscada las tropas chilenas quedaron asombrados y muy nerviosos, pero por la superioridad en armas se repusieron rápidamente y emprendieron el contraataque. En este contraataque perdieron la vida algunos guerrilleros del coronel Becerra, pero el coronel y su Estado Mayor lograron replegarse a las partes altas para organizar nuevos ataques. La superioridad numérica y de equipamiento de los chilenos fue motivo para que la resistencia peruana no durara más de 5 horas, pero, dio a conocer que la moral del combatiente peruano estaba bien en alto y fue una llamada de alerta al Comando Chileno.
Chota cayó en poder de las fuerzas chilenas el 29 de agosto de 1882, después del efímero triunfo en el cañón del Cárcamo, ante la poderosa fuerza invasora los guerrilleros chotanos al mando del coronel Manuel José Becerra Silva, se retiraron a las partes altas. Los
chilenos ocuparon la plaza de armas y ordenaron el saqueo de la ciudad comenzando
por los templos cuyas imágenes fueron sacadas a la plaza y cuyos mantos,
ricamente bordados en oro, sirvieron para las monturas de los jefes chilenos.
En la tarde de aquel día, Carvallo, molesto por la muerte de sus hombres y por
no haber encontrado en Chota la acogida como en otras ciudades del Perú, ordenó
que su ejército se trasladara a las orillas del río Chotano y que grupos de
sus soldados incendiarán las casas de la ciudad y de las campiñas, hasta una legua de
distancia del pueblo. Tres días duró el incendio, solo
quedaron en pie parte del Colegio San Juan, la cárcel, la casa de don Lorenzo
Regalado y la Escuela tomada como cuartel. En
tanto, el Concejo de Chota, en su sesión del 28 de setiembre de 1882, señala
tres causas para el incendio de Chota: El abandono de la ciudad y por consiguiente
la no entrega de los cupos de guerra; la escasez de agua y el hecho de haber muerto
varios soldados chilenos con el agua envenenado; y por las trincheras que los
chilenos encontraron y la breve resistencia del 29 de agosto donde también
murieron muchos soldados chilenos. Demetrio Carvallo, aduciendo que esta provincia era la principal base del coronel chotano Manuel
José Becerra Silva, ejerció sobre ella una venganza total, al respecto el jefe chileno dijo lo siguiente: "Los pobladores de esta ciudad lanzaron gritos de guerra contra nuestras fuerzas procedentes de la Costa, los mismos que también nos atacaron". Ordené su completa destrucción.
Miguel Iglesias no llegaría a la hacienda Udima. Antes, apunto de ser capturado, terminó deteniéndose en la hacienda Montán, donde para evitar la represalia decretada contra él y consecuente con su proclama del mes de abril, hizo público su tristemente célebre Manifiesto del 31 de agosto de 1882. Se decidió por la rendición absoluta y el ajuste de la paz bajo las condiciones que el enemigo impusiera, comprometiéndose a servir en ese propósito arrogándose impropiamente la representación de todo el Perú.
Ese manifestó, conocido como el Grito de Montán, detuvo también la persecución de las fuerzas chilenas, pues de lo contrario Iglesias habría sido capturado. Existieron, al parecer, instrucciones de Patricio Lynch a Carvallo en el sentido de proceder con mucha cautela respecto a la situación de Iglesias, pues nada había podido explicar que el líder de los derrotistas apoyase la resistencia del mes de julio, Y la rendición de agosto volvió a la normalidad las relaciones entre el traidor Iglesias y el mando chileno, momentáneamente entorpecidas por lo que el traidor llamó "desgraciada exaltación del pueblo inexperto", relacionado a los resultados de la batalla de San Pablo.
Con la derrota de la fuerzas peruanas en la batalla de Huamachuco el 10 de julio de 1883, el traidor Miguel Iglesias quedó libre para dirigirse a la ciudad de Lima, en efecto el 22 de agosto de 1883 parte con destino a la ciudad de Lima, pero antes de abandonar la ciudad de Cajamarca dirigió a sus conterréneos un manifiesto, en términos cargados de mucha pasión y que en nada contribuían a la concordia entre los peruanos. Sus expresiones estuvieron fuera de lugar y el tiempo se ha encargado de confirmarlo, porque así era imposible poder hallar alguna forma de entendimiento con los patriotas breñeros.
Leamos lo que dijo: "Elegido por la confianza pública para devolver a mi patria la paz, que los errores del pasado le arrancaron y vacilaciones del presente no podían darle, marcho por el camino más recto al cumplimiento de la voluntad nacional. Mientras el empecinamiento de caudillos desgraciados mantuvo a los pueblos del Centro y Sur en aparente actitud guerrera, no quise intentar imponerles mis creencias y mi política. He esperado, pues en Cajamarca, el desarrollo de los acontecimientos, fuerte nada más que por la honradez de mis propósitos, hasta que la voluntad expresa de una gran mayoría de la república me ha impuesto la misión de representarla para ajustar con el enemigo victorioso los preliminares de su liberación".
En otro párrafo sostenía: "Cajamarquinos, no renuncies jamás a la gloria de haber sido conmigo, los fundadores de la segunda independencia del Perú".
El 2 de setiembre de 1883, el traidor Iglesias arribó a la ciudad de Trujillo, en su ruta hacía nuestra capital. Fue recibido con gran alborozo e incluso hubo un extenso programa de diversos festejos por su presencia, si nos atenemos a lo que apareció en las páginas del diario "La Regeneración", vocero oficial del traidor: " A las 09:30 horas las autoridades, corporaciones y demás ciudadanos notables, invitados, acompañando al delegado del gobierno reunidos provisionalmente en el palacio de gobierno, luego pasaron a la estación del ferrocarril a recibir al General Miguel Iglesias. De la estación, la comitiva acompaño a pie al General Iglesias a la catedral donde se celebró un tedeúm y un discurso político religioso que pronunció el presbítero Novoa. Siendo las 18:30 horas empezó el gran banquete oficial en honor al traidor y sus principales colaboradores. Por la noche, gran función en el teatro con la representación de un drama de la actualidad escrito expresamente por las señoras Rebaza y Sandoval. Es necesario mencionar que después de la ceremonia hubo fuegos artificiales, los repiques de campanas, la formación del personal de tropa y embanderamiento de todas las casas y locales públicos".
Todo esto sucedía durante la Cuarta Etapa de la Campaña de la Breña, cuando el General Cáceres y sus harapientos guerrilleros caminaban en los andes de Andahuaylas y Ayacucho prosiguiendo la guerra de resistencia contra el invasor, a pesar de la hecatombe de Huamachuco. Es increíble, pero así es la historia, en el Norte del Perú los traidores celebraban; en el Centro del Perú Cáceres y sus guerrilleros no sabían de banquetes, noches de esparcimientos en el teatro, de fuegos artificiales y mucho menos de fiestas con bandas de músicos.
El 15 de octubre el traidor Miguel Iglesias llegó a la ciudad de Chimbote y un día después desembarcó en el puerto de Ancón. Hasta allí el jefe de la ocupación le hizo llegar, desde la capital, el 17, el siguiente telegrama: "El vicealmirante Patricio Lynch saluda al señor general Iglesias y le congratula por su feliz arribo a Ancón". El traidor Miguel Iglesias le respondió con otro telegrama que decía: "Saludo afectuosamente al señor vicealmirante y recibo con mucho reconocimiento la felicitación que me hace por mi arribo a este puerto". ¿Cómo un hombre que ve a su país avallado por el enemigo, desangrado y quebrado en mil pedazos, puede saludar afectuosamente a quien precisamente había dirigido y ordenado saqueos, incendios, robos, fusilamientos a civiles, repase de prisioneros, violación sexual a mujeres.
El 3 de agosto de 1882, la división chilena al mando del Coronel Demetrio Carvallo Orrego emprendió la marcha desde San Pedro de Lloc, la otra división chilena a mando del Coronel Silva Vergara emprendió la marcha desde Guadalupe, ambas divisiones se desplazaron desde la zona Costa del departamento de La Libertad para unirse en San Pablo, Cajamarca. Los pueblos del tránsito, Yanan, Yayan y San Luis, fueron completamente destruidos, porque a juicio del invasor chileno habían proporcionado hombres, víveres, armas y toda clase de elementos a Miguel Iglesias. Como lo habían previsto, el día 5 ambas divisiones bien pertrechados convergieron en San Pablo, lugar donde acamparon hasta el día siguiente. Al mismo tiempo, el traidor Miguel Iglesias procedía a evacuar la ciudad de Cajamarca, dejando clara huella de que abandonaba por completo la posibilidad de intentar la resistencia. Al respecto el corresponsal de guerra chileno escribió lo siguiente: "Había ordenado enterrar los cañones y gran cantidad de municiones en una hacienda situada a cuatro leguas de la ciudad, luego había huido con dirección al interior". Además antes de la huida Miguel Iglesias dejó libre en la ciudad de Cajamarca a doce chilenos que cayeron prisioneros en la batalla de San Pablo, entre ellos el teniente Salgado. Tal actitud hizo presagiar en Carvallo la posible rendición de Iglesias, quien además había ordenado la dispersión de su ejército sin disparar un solo tiro. El día 7, al tiempo que las fuerzas chilenas salían de San Pablo, Miguel iglesias marchaba a toda prisa con rumbo al fundo Combayo, situado a diez leguas de la ciudad de Cajamarca.
La ciudad de Cajamarca fue capturada por las fuerzas chilenas en la tarde del 8 de agosto de 1882. A tres días de consumada la victoria peruana en la batalla de San Pablo, el General Jefe del Ejército del Norte, Miguel Iglesias Pino, emite un proclama saludando a los vencedores, cosa que no fue del agrado de Patricio Lynch, jefe de la ocupación chilena instalado cómodamente en el palacio de gobierno en la ciudad de Lima. Patricio Lynch, adopta una acción ofensiva para vengar el revés sufrido en la batalla de San Pablo, enviando una fuerza de 1200 hombres bien armados sobre Cajamarca al mando del coronel Demetrio Carvallo Orrego y que posteriormente fue reforzada con el batallón Coquimbo de 600 hombres. El General Miguel Iglesias enterado de la decisión y acción del mando chileno decide retirarse de la ciudad escoltado por unos cuantos hombres de su entera confianza con rumbo a la ciudad de Chota. En esas circunstancias sin la menor oposición de las fuerzas peruanas, las tropas chilenas ocupan la ciudad, al respecto el corresponsal chileno relataría lo siguiente: "Entramos tranquilos por las calles de Cajamarca, alegres, porque al fin íbamos a tener algunos días de descanso en una ciudad rica y populosa; pero entristecidos por la fuga del enemigo cobarde, que contando con mayor numero de tropas que las nuestras, y tropas descansadas y bien comidas, no tuvo el valor o la dignidad suficiente para esperarnos". Al mismo tiempo el Coronel Carvallo, muy envalentonado por el inesperado suceso, escribió en el parte a Patricio Lynch, Jefe de la ocupación, lo siguiente: "A nuestra aproximación, Iglesias huyó y sus tropas se han dispersado casi en su totalidad. La ciudad está casi abandonada por completo. Las familias todas han salido a los alrededores, hay un pánico terrible en la población. Iglesias se desplaza con dirección a la ciudad de Chota, procederé actuar contra estos pueblos como vuestra excelencia me lo ha indicado. Pienso exigir de Cajamarca un cupo de guerra de 50,000 pesos y 500 rifles; en caso que no se cumplan, impondré severo castigo a la ciudad. Las propiedades de Miguel Iglesias las arrasaré".
Como queda demostrado con la simple aproximación de las divisiones chilenas hacía la ciudad de Cajamarca provocó en el traidor Miguel Iglesias la renuncia inmediata a la guerra de resistencia que había prometido cumplir quince días antes de este acontecimiento. Ordenó la dispersión de sus tropas y así se disolvió el llamado Ejército del Norte, sin presentar combate al invasor. Ante un jefe tan cobarde, no cabe duda que se desmoronó la moral de los soldados, y apenas un centenar de ellos permaneció a su lado, como escolta del grupo de pacifistas traidores que había decidido la rendición incondicional. Hubo, al parecer, opinión de un sector de la oficialidad para efectuar una retirada en orden a Chachapoyas, pero el proyecto fue desechado por Miguel Iglesias.
En Chota, mientras tanto, Miguel Iglesias dejaba libre a los pocos prisioneros de la batalla de San Pablo que aún conservaba, entre ellos al capitán Mesa. Y continuó huyendo, ahora con destino a su hacienda Udina, al tiempo que un emisario de su confianza entraba en la ciudad de Lima en conversaciones con las autoridades chilenas. En su persecución del traidor marchaban un regimiento de granaderos a caballo y un batallón de zapadores, y luego lo siguió el propio Carvallo, desde el 27, con otro batallón de zapadores, 100 granaderos y dos piezas de artillería, quedando en Cajamarca una fuerte guarnición al mando del mayor Saldes.
Después de la batalla de San Pablo que fue victoria peruana en Cajamarca, Demetrio Carvallo envió una fuerza de caballería e infantería con dirección a Chota con la finalidad de acabar con la resistencia guerrillera. Chota fue el lugar donde se elaboró el Plan de Operaciones y de aquí el General Iglesias dictó órdenes precisas para atacar a los chilenos en San Pablo, pero él no participó en la batalla, responsabilidad que recayó en el coronel Lorenzo Iglesias, su hermano. Hermanados por la causa de la patria los pueblos de Cajamarca, Bambamarca, Chota, Llapa, San Miguel, San Pablo y otros, hicieron morder el polvo de la derrota a los chilenos que finalmente, humillados y rendidos, tuvieron que escapar de la bravura del soldado peruano. En Chota les fue muy mal a los invasores chilenos. Enterado de la aproximación de una fuerza chilena con dirección a Chota, el Coronel Manuel Becerra partió junto con 200 guerrilleros bien armados con fusiles y machetes al encuentro de 400 invasores enviados por Carvallo desde la ciudad de Cajamarca. En esta zona existe un profundo cañón denominado el Cárcamo, los guerrilleros chotanos se parapetaron en estos desfiladeros, un grupo de ellos fue a provocar a la columna invasora, se menciona que llevaron yeguas en celo para atraer a los caballos, los de la vanguardia chilena salió en persecución de los chotanos y entraron a dicho cañón, allí fueron emboscados y abatidos con certeros tiros de fusilería y a machetazo limpio, resultado del enfrentamiento murieron 200 chilenos y muchos escaparon heridos. Por la emboscada las tropas chilenas quedaron asombrados y muy nerviosos, pero por la superioridad en armas se repusieron rápidamente y emprendieron el contraataque. En este contraataque perdieron la vida algunos guerrilleros del coronel Becerra, pero el coronel y su Estado Mayor lograron replegarse a las partes altas para organizar nuevos ataques. La superioridad numérica y de equipamiento de los chilenos fue motivo para que la resistencia peruana no durara más de 5 horas, pero, dio a conocer que la moral del combatiente peruano estaba bien en alto y fue una llamada de alerta al Comando Chileno.
Miguel Iglesias no llegaría a la hacienda Udima. Antes, apunto de ser capturado, terminó deteniéndose en la hacienda Montán, donde para evitar la represalia decretada contra él y consecuente con su proclama del mes de abril, hizo público su tristemente célebre Manifiesto del 31 de agosto de 1882. Se decidió por la rendición absoluta y el ajuste de la paz bajo las condiciones que el enemigo impusiera, comprometiéndose a servir en ese propósito arrogándose impropiamente la representación de todo el Perú.
Ese manifestó, conocido como el Grito de Montán, detuvo también la persecución de las fuerzas chilenas, pues de lo contrario Iglesias habría sido capturado. Existieron, al parecer, instrucciones de Patricio Lynch a Carvallo en el sentido de proceder con mucha cautela respecto a la situación de Iglesias, pues nada había podido explicar que el líder de los derrotistas apoyase la resistencia del mes de julio, Y la rendición de agosto volvió a la normalidad las relaciones entre el traidor Iglesias y el mando chileno, momentáneamente entorpecidas por lo que el traidor llamó "desgraciada exaltación del pueblo inexperto", relacionado a los resultados de la batalla de San Pablo.
Con la derrota de la fuerzas peruanas en la batalla de Huamachuco el 10 de julio de 1883, el traidor Miguel Iglesias quedó libre para dirigirse a la ciudad de Lima, en efecto el 22 de agosto de 1883 parte con destino a la ciudad de Lima, pero antes de abandonar la ciudad de Cajamarca dirigió a sus conterréneos un manifiesto, en términos cargados de mucha pasión y que en nada contribuían a la concordia entre los peruanos. Sus expresiones estuvieron fuera de lugar y el tiempo se ha encargado de confirmarlo, porque así era imposible poder hallar alguna forma de entendimiento con los patriotas breñeros.
Leamos lo que dijo: "Elegido por la confianza pública para devolver a mi patria la paz, que los errores del pasado le arrancaron y vacilaciones del presente no podían darle, marcho por el camino más recto al cumplimiento de la voluntad nacional. Mientras el empecinamiento de caudillos desgraciados mantuvo a los pueblos del Centro y Sur en aparente actitud guerrera, no quise intentar imponerles mis creencias y mi política. He esperado, pues en Cajamarca, el desarrollo de los acontecimientos, fuerte nada más que por la honradez de mis propósitos, hasta que la voluntad expresa de una gran mayoría de la república me ha impuesto la misión de representarla para ajustar con el enemigo victorioso los preliminares de su liberación".
En otro párrafo sostenía: "Cajamarquinos, no renuncies jamás a la gloria de haber sido conmigo, los fundadores de la segunda independencia del Perú".
El 2 de setiembre de 1883, el traidor Iglesias arribó a la ciudad de Trujillo, en su ruta hacía nuestra capital. Fue recibido con gran alborozo e incluso hubo un extenso programa de diversos festejos por su presencia, si nos atenemos a lo que apareció en las páginas del diario "La Regeneración", vocero oficial del traidor: " A las 09:30 horas las autoridades, corporaciones y demás ciudadanos notables, invitados, acompañando al delegado del gobierno reunidos provisionalmente en el palacio de gobierno, luego pasaron a la estación del ferrocarril a recibir al General Miguel Iglesias. De la estación, la comitiva acompaño a pie al General Iglesias a la catedral donde se celebró un tedeúm y un discurso político religioso que pronunció el presbítero Novoa. Siendo las 18:30 horas empezó el gran banquete oficial en honor al traidor y sus principales colaboradores. Por la noche, gran función en el teatro con la representación de un drama de la actualidad escrito expresamente por las señoras Rebaza y Sandoval. Es necesario mencionar que después de la ceremonia hubo fuegos artificiales, los repiques de campanas, la formación del personal de tropa y embanderamiento de todas las casas y locales públicos".
Todo esto sucedía durante la Cuarta Etapa de la Campaña de la Breña, cuando el General Cáceres y sus harapientos guerrilleros caminaban en los andes de Andahuaylas y Ayacucho prosiguiendo la guerra de resistencia contra el invasor, a pesar de la hecatombe de Huamachuco. Es increíble, pero así es la historia, en el Norte del Perú los traidores celebraban; en el Centro del Perú Cáceres y sus guerrilleros no sabían de banquetes, noches de esparcimientos en el teatro, de fuegos artificiales y mucho menos de fiestas con bandas de músicos.
El 15 de octubre el traidor Miguel Iglesias llegó a la ciudad de Chimbote y un día después desembarcó en el puerto de Ancón. Hasta allí el jefe de la ocupación le hizo llegar, desde la capital, el 17, el siguiente telegrama: "El vicealmirante Patricio Lynch saluda al señor general Iglesias y le congratula por su feliz arribo a Ancón". El traidor Miguel Iglesias le respondió con otro telegrama que decía: "Saludo afectuosamente al señor vicealmirante y recibo con mucho reconocimiento la felicitación que me hace por mi arribo a este puerto". ¿Cómo un hombre que ve a su país avallado por el enemigo, desangrado y quebrado en mil pedazos, puede saludar afectuosamente a quien precisamente había dirigido y ordenado saqueos, incendios, robos, fusilamientos a civiles, repase de prisioneros, violación sexual a mujeres.
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