domingo, 22 de diciembre de 2019

EL FRACASO DEL CORONEL CHILENO MARTINIANO URRIOLA EXPEDICIÓN DENOMINADA DE LAS "BALAS FRÍAS" 1883

La última campaña de la resistencia, correspondiente al cuarto período de la Campaña de la Breña (03 de agosto de 1883 al 08 de agosto de 1884), según el General Cáceres, tuvo dos personajes históricos centrales: Uno el ejército chileno que comandaba el 3ro de Línea (batallón Maule), con una caballería fresca y en excelente estado, 4 piezas de artillería y 1,554 hombres perfectamente equipados, apoyados por espías ingleses, chilenos y peruanos partidarios del traidor Miguel Iglesias. Por el lado patriota, agrupaciones de guerrilleros, en base del cholo anónimo, indio de ojotas vestido de bayeta y "cordellate", con su rejón en ristre y honda (waraca) a la bandolera. Chuto salido de las altas cordilleras, de esa su jalca (puna) bravía; o el venido de las fragorosas quebradas de la región quechua de los ríos Cachi, el Opa Mayo, el Icho, el Vilca, del Urubamba; o del fosco y montubio runa llegado de las calientes y áridas honduras del Mantaro adentro. 

En aquellos tiempos difíciles para la patria, los emisarios de Cáceres conformado por pequeños comerciantes, campesinos ricos y curas de las parroquias recorrían los caseríos exhortando a los campesinos en español y en quechua para que se unan a la causa nacional organizados en guerrillas para la defensa nacional. Esta forma de organización y lucha lo emplearon los hombres del ande desde los tiempos ancestrales. El General Cáceres respetó esas estructuras tradicionales, y estableció formas duales de mando: uno formal, a cargo de militares de carrera, y otro informal a cargo de cabecillas locales organizados en guerrillas. Todos esos hombres atacaron incesantemente como atrevidas y ardorosas hormigas, indomables y valientes persistieron hasta el final, en actitud agresiva perenne contra el invasor araucano. Aquellos común runa con el solo apelativo genérico de sus ayllus lucharon sin descanso para arrojar al invasor que había osado permanecer en gran parte del Perú apoyado por los mestizos "mistis" traidores.

Pero Martiniano Urriola, el jefe invasor, no iba a enfrentarse a un ejército, solo iba a eludir a un pueblo declarado en guerra. A hombres, mujeres y niños alzados en armas que encendían el fuego de la sangre ancestral guerrera de los Waris. El pueblo organizado en guerrillas sabía que el enemigo no iba a respetarlo. El chileno no conocía el perdón, para el soldado araucano sólo existía la muerte. "Al indio se le liquida. No mas prisioneros, solo contamos a los muertos". Estas fueron las recomendaciones del jefe de la ocupación chilena Patricio Lynch, desde su cuartel general (palacio de gobierno, Lima), al coronel Urriola, con fecha 20 de agosto de 1883.

"Trasmitirá usted al coronel Gutierrez para que también las observe, las instrucciones que tiene usted respecto a conciliar la buena voluntad de los indígenas y de atraerlos por todos los medios posibles a fin de persuadirlos de las intensiones pacificas y benévolas que el gobierno de Chile y sus fuerzas armadas tienen con ellos. Si a pesar de estas sugestiones los indígenas no ceden, ni se convencen y por el contrario se manifiestan amenazadores sea a nuestras fuerzas, sea al gobierno del General Miguel Iglesias Pino, el jefe de la expedición deberá escarmentarlos con extrema dureza". El mismo Lynch reitera a Urriola, con fecha siete de setiembre de 1883. "Como ya se ha indicado, usted ordenará que se ataque eficazmente a las indiadas, si amenazan u hostilizan a nuestras fuerzas, sin escuchar las proposiciones conciliatorias que previamente se les hará".

Protestando por la conducta de las tropas chilenas con los guerrilleros, Sir Clements Markham escribe: Del repase de los heridos peruanos encargóse el afilado corvo araucano. Contiuando luego su retirada los invasores, manchados de tanta infame acción, evacuaron el Valle de Jauja, departamento de Junín".

Pero, desgraciadamente, el peor enemigo de los guerrilleros no fue el invasor chileno, sino los propios mestizos (mistis) peruanos traidores que apoyaban al traidor de Cajamarca Miguel Iglesias Pino y su cobarde Grito de Montán del 31 de agosto de 1882, el cual era un llamado para firmar la paz bajo las condiciones que impusiera el invasor chileno. Y el hecho doloroso de la paz lograda en el Tratado de Ancón se "consumó en los últimos días de esta campaña. Los verdaderos peruanos, esos indios iletrados sólo tenían un credo profundo en esta aciaga hora de la patria: Su amor profundo a la tierra de sus ancestros, tierra que les vio nacer".

Objetivos y desarrollo de las Balas Frías.- El objetivo de la campaña lo describe con precisión militar el jefe de la ocupación Patricio Lynch, en su comunicación del 28 de agosto a Urriola: " El objetivo principal de esta expedición es destruir a los guerrilleros del General Dávila y estorbar que Cáceres pueda reorganizar con auxilio de los pueblos de ese departamento nuevos grupos guerrilleros y por último interceptar un crecido número de armas que según se dice, vienen en camino de Arequipa a Ayacucho.

Urriola no alcanzó ninguno de los dichos objetivos. Antes bien exacerbó más los ánimos de la población y activó la mejor organización de ejército de Cáceres en Andahuylas. En términos militares, pues, la Campaña de las Balas Frías fue un rotundo fracaso y termino con una vergonzosa retirada de los soldados chilenos que en la huida habían perdido hasta sus botas. Urriola salió de Huancayo el 13 de setiembre de 1883. Su viaje duró dos días hasta llegar a Izcuchaca, donde encontró tenaz resistencia de los guerrilleros que defendían el puente. Antes, en Acostambo y Ñahuimpuquio, como otras veces, se produjeron duros enfrentamientos y escaramuzas con muchos muertos en las filas de los invasores.

Al mismo tiempo el coronel chileno Gutierrez, a fin de distraer la acción de los guerrilleros en Izcuchaca, inició su recorrido por Chongos, Colca, y bajó hacía Vilcapampa. La resistencia de los guerrilleros le causaron muchas bajas a las tropas chilenas, como represalia procedieron incendiar las casas en Vilcapampa y marcharon a Moya, donde cometieron diversas atrocidades, sembrando muerte en la indefensa población civil que se había organizado en cuerpos de resistencia guerrillera, armados solo con hondas, machetes y rejones.

El 15 de setiembre, los chilenos tomaron definitivamente el puente de Izcuchaca, quebrando la resistencia guerrillera. Allí, Urriola se unió con las tropas del coronel Gutierrez, que habían arribado a Izcuchaca luego de saquear, después de Moya, a las comunidades de Pilchaca, Cuenca y Conaica, pueblos que demostrando valentía especial, se enfrentaron con sus primitivas armas contra las tropas de Chile, muy superior en cuanto a pertrechos. Gutierrez volvió a Huancayo y Urriola prosiguió su marcha hacía el sur, a Huancavelica. 

EL jefe araucano dispuso incendiar el poblado de Huando (Huañucc Huantu), pueblo bravo de origen anccara. Cuenta la tradición que los huantus se embriagaban tomando chicha en la calavera del enemigo, la que antes había sido expuesta en la punta de las lanzas durante cinco días. Y así lo habían hecho con los cráneos de dos soldados chilenos. Sabedor Urriola de este sacrificio, el 16 de setiembre ordenó el incendio de Huando en castigo de "tamaña barbarie". El 17 Los chilenos llegaron a Huancavelica. La capital se había declarado "ciudad abierta", pues no tenía ningún cuerpo armado que la defendiera. La mayoría de los residentes pudientes se había retirado a sus haciendas, a Castrovirreyna y en gran parte a Villa de Arma.

Martiniano Urriola en la ciudad de Huancavelica: La fuerza de ocupación se quedó algo menos de una semana. En este lapso las tropas chilenas, perfectamente informados por un sistema de quintacolumna bien montado (se habla de un cuerpo bien organizado de espías ingleses y viajeros chilenos, que años antes habían llegado al país a recoger toda información posible. Este es el caso de Max Siebert, ingeniero ingles que había estado antes en Huancavelica, quien llegó con Urriola como consejero de apoyo del ejército chileno. 

Los invasores conocedores de los lugares importantes de la ciudad a través de la información confidencial de los lugareños y personajes notables de Huancavelica, comenzaron su labor de rapiña, tan luego tomaron alojamiento en edificios y lugares públicos y particulares, elegidos con anterioridad. Robaron joyas y cuadros coloniales de todas las iglesias. Cuenta la tradición, que es tomada por Víctor Pacheco Beramendi, sobre el hallazgo por los chilenos de un zurrón envuelto en redecillas de cuero de res en el templo de San Francisco. Otros expresan que fue una petaca, especie de baúl de cuero de res, en la que se habían guardado las joyas más valiosas de los santos, así como copones y joyas litúrgicas pertenecientes a la antigua orden franciscana que había residido en el convento de San Francisco, todas las joyas terminaron en las manos de los invasores. 

Lo cierto es que los chilenos se dedicaron a buscar "tapados" y tesoros ocultos, destruyendo altares y pisos de los templos, así como pasajes secretos existentes entre los templos de San Francisco, Santo Domingo y la Catedral. por estos hechos la población mantuvo un encendido ambiente de hostilidad, pese a la colaboración de un buen número de autoridades y mestizos "mistis" pro iglesistas, grupúsculos traidores. Los indios de Chaccllatacana, Huaylacucho y Santa Bárbara, combatieron con sus primitivas armas contra la incursión de patrullas montadas chilenas que iban a requisar animales, alimentos y forrajes.

La tropa chilena llegó a Acobamba en la madrugada del día 24 de setiembre, sin encontrar el apoyo esperado de la gente, que había huido al campo. Luego de descansar, prosiguió viaje a Caja Espíritu por un camino ancho y plano, hasta alcanzar Marcas, un pequeño poblado que está al borde de la gran depresión que forma el Valle de Huanta. Los chilenos iniciaron el descenso hacía el valle el 27 de setiembre, fecha que marca la continuación de los ataques de los guerrilleros. Desde Marcas se podía apreciar el inmenso valle de Huanta y al fondo los blancos reflejos de Huamanga. Muy temprano Urriola inició el camino de bajada.

En las alturas de Omaconga, los campesinos de la región, bajo el llamado de los "pututos" se agrupaban en son de guerra. Desde este lugar, se podía apreciar que desde los lejanos cerros de Julcamarca, Huanca Huanca y Acobamba, bajaban densas masas humanas, entre polvo y humo. Seña de un extraordinario movimiento de personas que se daban cita para el combate. Los miles de campesinos congregados en Omaconga, tocando sus huacra pucus, esperaba la llegada de los rejoneadores de Congalla y Parisa. Allí estaban ya los comuneros de Ccehuar y Anccara de Caja Espiritu, hablando del legendario comandante general de toda esa masa humana, don Manuel Vargas, que siendo de Secclla encabezaba a todos sus comuneros y a los de Pata. El comandante Santa cruz de la Vega, oriundo de Marcas, luego de consultar con los "principales" decidió el ataque masivo contra las tropas del coronel chileno Martiniano Urriola, quien pugnaba por acelerar la marcha de bajada para alcanzar el puente de Huarpa, dejando así el territorio huancavelicano. Pero ese mismo día y desde los anteriores, en Huanta, los iquichanos, huarpas y los campesinos de la región Rasuhuillca, se habían dedicado a saquear la ciudad, dando muerte a los meztisos "mistis" y blancos que apoyaban al traidor de Cajamarca Miguel Iglesias Pino. 

El ataque guerrillero en la bajada de Marcas conjugo extraordinarios hechos de valentía y audacia increíble. La configuración del terreno era favorable para soltar grandes rocas y piedras contra las columnas del ejército chileno. Para ello había que elegir los lugares apropiados y esto también estaba en las provisiones de defensa de los araucanos, los que tomaron extremas precauciones, para "limpiar" de indios las zonas de peligro. Y toda saliente o recodo sospechoso era revisado minuciosamente por la caballería y por patrullas armadas con fusiles de largo alcance y de gran precisión, produciéndose en muchos casos enfrentamientos con muchos muertos. Pero las balas frías lanzadas por los guerrilleros con ferocidad seguían hiriendo a los combatientes araucanos. Estos, por su lado también destruían, violaban mujeres, arrancaban las cabezas de los capturados, es decir mataban sin piedad. Era dos modos, dos estilos en un solo enfrentamiento a muerte. Según el cronista chileno, las guerras siempre fueron ganadas por el bando con armamento más poderoso y moderno. Esta vez, tal vez no. Relacionado a estos combates escribió el corresponsal chileno: " Desde Marcas caminando 2 leguas se encuentra el río Huarpa. Habíamos marchado la mitad de este trecho cuando ya empezaron los montoneros a hacernos fuego. Pasar el puente es como bailar en la cuerda; se va uno cimbreando como un payaso y sólo puede avanzar pausadamente. Por este motivo el paso de la división demoró algunas horas. Mientras tanto, las fuerzas de infantería y caballería que habían pasado el río por el vado seguían avanzando haciendo retroceder a los montoneros que en grueso numero y armados de fusiles, hondas y lanzas pretendían estorbarnos el paso, a muchos de ellos les costó la vida su atrevimiento. Días antes los huantinos enviaron una nota al coronel Urriola que eran partidarios de la paz y que no harían ninguna resistencia a la pasada de las tropas chilenas. Los indios de los alrededores instigados por un partidario del General Cáceres declararon a los huantinos mestizos de argollistas, pro iglesistas y chilenosos y en número de 3 a 4 mil se dejaron caer sobre la ciudad de Huanta. Los vecinos resintieron armados de unos 25 fusiles, resistieron hasta que se les acabó la munición. Entonces fueron a refugiarse a la iglesia. Teniendo ya los indios libre el paso, empezaron el saqueo más prolijo. Arriaron con todo lo que era útil para lo cual previsoramente habían traído sus mulas aparejados, como es de suponerse se entregaron a mil depravaciones. Hubo muchos asesinatos y escenas repugnantes como el descuartizamiento de personas y cabezas humanas paseadas en las puntas de las lazas. Este estado duró hasta la llegada de nuestras fuerzas, dos días después. En vista de estos bárbaros hechos, los huantinos recibieron a los chilenos los enemigos de su patria como a sus salvadores. No es la primera vez que esto sucede, pues los verdaderos enemigos de la gente honrada y pacifica de la sierra son los que ostentando un falso patriotismo se hacen montoneros y como premio van quitando todo lo que tiene a esa pobre gente sobre todo sus animales y alimentos, que es cuanto tienen. La división permaneció en Huanta hasta el 30 de setiembre de 1883". Cuando el corresponsal chileno dice que los huantinos enviaron una nota al coronel chileno Martiniano Urriola como partidarios de la paz; se refiere a los serranos mestizos (mistis) y blancos de Huanta, que en su gran mayoría residían en la ciudad, conformado por hacendados, terratenientes y grandes comerciantes, quienes siempre simpatizaban con el traidor Miguel Iglesias. En esta etapa de la guerra los campesinos "indios" vieron como sus enemigos a los chilenos así como a los blancos y mestizos del Perú. El corresponsal chileno dice: Los vecinos resintieron armados de unos 25 fusiles, pues se refiere a los mestizos que en esta etapa de la guerra se pasaron al bando enemigo, es decir chilenos y peruanos formaron el Ejército Pacificador del Perú. 

Los chilenos salidos de Huanta, llegaron a Ayacucho donde permanecieron hasta el 13 de noviembre de 1883, fecha en que inicia el descalabrado retorno a Lima, sin haber logrado ninguno de sus objetivos. Y con gran suerte, porque si se hubiesen encontrado con el General Cáceres, que ya había salido de Andahuaylas, habrían sido derrotados en su totalidad.

El ejército chileno al mando del coronel Martiniano Urriola pasando el puente de Huarpa vuelve al territorio huancavelicano. Al jefe chileno se le presentó la gran alternativa de volver a Lima por el camino de Acobamba e Izcuchaca, o proseguir por Mayocc y vadear el río Mantaro, cuyo caudal estaba todavía muy bajo y era posible cruzarlo, ya que el puente, según noticias, había sido cortado por los guerrilleros. Urriola eligió el camino para Tayacaja, pese a los inconvenientes de cruzar con el ejército el río Mantaro. Pero la subida a Marcas, la vuelta a Acobamba y luego a Izcuchaca, se había tornado en una peligrosa aventura, pues los miles de guerrilleros apostados a lo largo y ancho de la bajada aguardaban para repetir los combates tal como lo habían hecho sólo hacía mes y medio. 

Al respecto el corresponsal chileno escribió: " Nuestras fuerzas se vieron obligados a tomar la ruta de Churcampa de los dos caminos que hay a Huancayo, Jauja y Lima, porque en la cuesta de Marcas, famosa por su extensión y por la altura a la que se asciende por ella, se habían apostado miles de guerrilleros que tiraban galgas y hondazos encabezados por basilio Santa Cruz de la Vega y el comandante de los indígenas Villantoy, que hizo retroceder a nuestras fuerzas con numerosas pérdidas". 

La descripción del paso por el río Mantaro, la hace el mismo corresponsal de "El Mercurio" de Valparaiso: "Entonces principiamos a bajar y subir cuestas y más cuestas hasta que ya llegamos al ya citado puente Huarpa. La caballería y tropa del 3ro de Línea avanzaron hasta tomar el puente Mayocc sobre el río La Oroya (Mantaro). Este río se une con el Huarpa y forman el famoso río Mantaro, afluente del río Marañon. La 2da companía tomó el morro y Barahona pasó el río y colocó su tropa al otro lado para proteger la división que aun se encontraba lejos porque los guerrilleros la venían molestando con disparos". 

El paso del río Mantaro, es descrito por el mismo corresponsal de la siguiente manera: "La caballería comenzó a pasar el río cargando a los soldados de la infantería a la grupa; en el segundo grupo pasó la tropa de la artillería con sus bagajes, parque y ambulancia. Los arrieros peruanos leales al general Miguel Iglesias prestaron importantes servicios. A las 10 de la noche quedaba pasar por el río sólo el 3ro de Línea, pues se ordenó fuese el último para proteger la retirada.

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