En la tarde del 20 de mayo de
1883, después de deliberar, los jefes de la Resistencia a través de la Junta de
Tarma descartan la retirada hacía el Sur y optaron el desplazamiento con
destino hacía el Norte del Perú, así pues, la retirada hacía el Sur, posiblemente
hasta Ayacucho como en 1882, que fue el plan inicial del General Cáceres, pero
queda demostrado que la Junta de Tarma terminaría adoptando un criterio inesperado. Hasta
entonces había primado en gran parte del ejército patriota, incluido del mismo
General Andrés Avelino Cáceres Dorregaray, la idea de que la retirada obligada sería hacía el Sur por la inminente ofensiva del Ejército chileno de 15 mil hombres y sus aliados peruanos; habían previsto seguir la ruta que en dos
oportunidades anteriores recorrieran los combatientes breñeros. Las proclamas, circulares,
oficios y demás documentos dirigidos por el General a los pueblos de los
departamentos de Junín, Huancavelica y Ayacucho así lo sugerían, como también
el traslado del hospital militar y otros equipajes a Jauja, ordenado el 5 de
mayo, y los aprestos de algunas autoridades de la región, que preparaba a la
población civil para soportar la tercera ofensiva del ejército chileno.
Al respecto tenemos el testimonio adicional del combatiente huamachuquino don Abelardo Gamarra, quien
anotó antes de convocarse la juta de jefes y oficiales en la ciudad de Tarma, Junino, lo siguiente:
"se había acordado que el ejército peruano hiciera su retirada hacía el
Sur, abandonando Tarma, cuyo lugar estaba dominado por todas las elevadas
colinas que la circundan". Otro indicativo estaba dado en el hecho de
haber solicitado por el General Cáceres, mediante la comunicación de chasquis, el repliegue del coronel Recavarren, hacía el Centro, visto que contra él el enemigo preparaba tropas
notoriamente superiores, pero con certeza en Tarma se desconocía aún el
paradero exacto del héroe de Pisagua. Así, pues, la retirada hacia el sur,
posiblemente hasta Ayacucho como en 1882, fue el plan inicial de Cáceres, pero
la Junta de Tarma terminaría adoptando un criterio inesperado, así pues a la
junta convocado por Cáceres acudieron en la tarde del 20 de mayo de 1883, los
siguientes jefes y oficiales: Francisco de Paula Secada, comandante en Jefe del
Ejército; Manuel Tafur, Jefe de Estado Mayor; Pedro Pablo Nieto Sub Jefe de
Estado Mayor; los comandantes Manuel Cáceres, Juan Gastó, Máximo Tafur y Germán
Astete y los jefes de los batallones y cuerpos de artillería y caballería,
Espinosa, Borgoño, Marticorena, Carrión, Vizcarra, Luna, Patrón, Ríos y Viana,
además de los secretarios y ayudantes. No concurrieron, por estar en la Oroya, el general Silva, el coronel
Gonzales y el comandante Aguirre.
Presidió la reunión el General Cáceres, convaleciente de su enfermedad, proponiendo a sus camaradas la deliberación sobre dos puntos: 1°, si era conveniente librar un combate en Tarma, que tendría que ser necesariamente decisivo; y 2°, si era preferible la retirada, y hacia qué punto debía efectuarse, al respecto el combatiente Abelardo Gamarra, dice: "que la discusión fue detenida y exponiéndose varios pareceres". Los coroneles Tafur, padre e hijo, fueron los más fervientes defensores por la retirada al Sur, señalando que los departamentos de Junín, Huancavelica y Ayacucho eran los principales sostenedores de la Resistencia Nacional y que no estaba descartada del todo la ayuda que pudiese proporcionar el Ejército del Sur acantonado en Arequipa, amén de la posible participación boliviana requerida ya por Lizardo Montero. Pero surgió vehemente la voz del coronel Secada, quien abundó en datos, válidos unos, discutibles otros, para desbaratar los anteriores pareceres y proponer la retirada hacia el Norte con la finalidad de hace recapacitar y/o capturar al traidor Miguel Iglesias Pino.
El terreno inaparente para el accionar favorable de un ejército notoriamente inferior en número y armamentos, permitió consenso sobre la inconveniencia de presentar combate; y poniéndose en discusión la dirección de la retirada, al respecto el coronel Secada opinó que debería hacerse hacía el Norte, donde estando en actividad el coronel Isaac Recavarren y Elías, obtendrían, según su criterio refuerzos en tropas y facilidades para obtener recursos; añadió que no era dable marchar al Sur pues allí los pueblos se encontraban completamente empobrecidas como consecuencia de las campañas anteriores, opinión que empero era muy discutible. Obtuvo apoyo entre otros de los coroneles Carrión y Borgoño, y aun se escuchó argumentar que del todo no estaba descartado que "el general Miguel Iglesias podría recapacitar y volver quizás sobre el camino de la defensa de la patria, arriando la bandera de la paz que su ambicioso círculo lo había incitado a levantar". Agotado el debate, el General solicitó votar por las dos alterativas, y la mayoría, sorpresivamente, se pronunció a favor de la retirada al Norte, con lo cual se dio termino a la reunión. El general Cáceres no pudo ocultar su preocupación por la decisión de la Junta, y antes de anunciarla meditó mucho sobre sus consecuencias, visitando luego los campamentos de sus soldados para apreciar el estado de su moral. No se fijó la hora para emprender la marcha, el personal procedió a descansar, tras efectuar los preparativos de viaje.
Cuando el personal descansaba, poco ates de la media noche el General Cáceres fue despertado por una inesperada noticia de uno de sus ayudantes, irrumpiendo en su alojamiento, le comunicó una noticia de mucho peligro: " Mi General, los chilenos a la vista", circunstancias que de inmediato en medio de una gran confusión el cornetero tocó alerta general. Poco después se presentó el General Pedro Silva, con los batallones Tarma y San Jerónimo y las Companías de Guerrilleros que vanamente esperaron a los chilenos en el puente de La Oroya, viéndose flaqueados y obligados al repliegue cuando éstos vadearon sorpresivamente el río por el paso de Quinilla, cercano a la hacienda del señor Haza, algunos kilómetros río abajo.
El exitoso movimiento del coronel chileno Juan León García se había efectuado a partir de las 10:00 horas de aquel 20 de mayo, "flanqueando la izquierda de la fuerza situada en la Oroya. A las 15:00 horas del mismo día, dispersada la resistencia guerrillera, el grueso del ejército chileno coronó las alturas de Tarmatambo. Su vanguardia tuvo a la vista a las fuerzas peruanas que se retiraban desde Tarma, pero León García se inhibió de ordenar hostigamiento alguno, permaneciendo estacionado en su posición. Tal vez la mayor virtud del jefe chileno fue la paciencia; no corría ninguna prisa al respecto y pensó atacar a la Tropas de Cáceres cuando tuviese la absoluta certeza de salir victorioso. A las 18:00 horas entró en la ciudad de Tarma un grupo de soldados chilenos portando una comunicación del coronel del ejército peruano (traidor) Luis Milón Duarte, dirigido para los notables de la ciudad. Fue recibida por algunos comerciantes extranjeros que no tuvieron reparo en atender a los soldados invasores, como ya lo habían hecho en anteriores oportunidades mostrándose totalmente neutrales, quienes radicaban mucho tiempo en el Perú. Poco después entro a la ciudad de Tarma el coronel chileno Juan león García, anunciando a sus tropas que permanecerían en la ciudad durante dos días. Se justificó ante Patricio Lynch, señalando que antes de proseguir la persecución era necesario "restablecer el camino de la Oroya, para mejor facilidad de las comunicaciones".
La heroica resistencia de los guerrilleros de Tarmatambo, que sostuvieron en combate de varios horas con el enemigo, dio tiempo a las Tropas del General Cáceres para organizar la retirada en orden y disciplina, y cursar notas dando cuenta del movimiento a los prefectos y subprefectos de Junín, Huancavelica, Ancash y Arequipa. Rememorando aquel renovado sacrificio del soldado indio, doña Antonia Moreno, relató lo siguiente: "Los chilenos estaban sobre las aturas de Tarma, en ruinas incaicas de Tarmatambo, batiéndose con nuestros valientes guerrilleros atrevidos legionarios de honda y rejón, quienes, generosos, presentaban sus pechos desnudos para ayudar a sus hermanos, los soldados de línea. En aquellas horas de pelea, en las alturas de Tarma, fueron ellos el escudo que libró al Ejército del Centro de un desastre. En aquellas horas de pelea murieron muchos de aquellos bravos patriotas y los que cayeron prisioneros fueron fusilados por el enemigo. A pesar de tales rigores, ellos no retrocedían y continuaban en su martirio patriótico".
El 21 de mayo de 1883, mientras los guerrilleros luchaban en las alturas de Tarmatambo, los soldados de línea formaron en la plaza de armas de Tarma para empezar la retirada pasado el medio con destino al Norte, en medio de vivas al Perú y al Taita Cáceres: "Inmenso era el entusiasmo de la tropa y su decisión por combatir. Contaba el Ejército al emprender su retirada con 2000 hombre de infantería y 200 artilleros y 60 hombres de la escolta particular del General Cáceres.
El General Cáceres se quedó en la ciudad de Tarma activando la salida de toda la tropa y el parque, inutilizando todo lo que pudiese aprovechar el enemigo. Acompañado del subprefecto Lecca y de su escolta recorrió la ciudad, despidiéndose de la gente amiga. Muy emotivo debió ser entonces el encuentro que tuvo con su señora madre, doña Justa Dorregaray Cueva, notable matrona de temple admirable que no tuvo temor de permanecer en la ciudad, pese a que era notoriamente conocida por los chilenos y que por tanto habría de ser hostilizada. Otras familias tarmeñas evacuaban entre tanto la ciudad, tomando la ruta selvática de Chanchamayo. Cáceres tuvo la audacia de permanecer en observación hasta las 16:00 horas, despachando el último correo para el coronel Justo Pastor Dávila, ordenándole avanzar de Castrovirreyna a Izcuchaca para defender ese puente a como diera lugar, concentrando en sus cercanías a las fuerzas guerrilleras de Junín, Huancavelica y Ayacucho. Luego, emprendió la marcha hacía Palcamayo, localidad escogida para servir de primer campamento. Empezaba así la Campaña Militar del Norte, que el 10 de julio de 1883 terminaría con la batalla de Huamachuco.
Presidió la reunión el General Cáceres, convaleciente de su enfermedad, proponiendo a sus camaradas la deliberación sobre dos puntos: 1°, si era conveniente librar un combate en Tarma, que tendría que ser necesariamente decisivo; y 2°, si era preferible la retirada, y hacia qué punto debía efectuarse, al respecto el combatiente Abelardo Gamarra, dice: "que la discusión fue detenida y exponiéndose varios pareceres". Los coroneles Tafur, padre e hijo, fueron los más fervientes defensores por la retirada al Sur, señalando que los departamentos de Junín, Huancavelica y Ayacucho eran los principales sostenedores de la Resistencia Nacional y que no estaba descartada del todo la ayuda que pudiese proporcionar el Ejército del Sur acantonado en Arequipa, amén de la posible participación boliviana requerida ya por Lizardo Montero. Pero surgió vehemente la voz del coronel Secada, quien abundó en datos, válidos unos, discutibles otros, para desbaratar los anteriores pareceres y proponer la retirada hacia el Norte con la finalidad de hace recapacitar y/o capturar al traidor Miguel Iglesias Pino.
El terreno inaparente para el accionar favorable de un ejército notoriamente inferior en número y armamentos, permitió consenso sobre la inconveniencia de presentar combate; y poniéndose en discusión la dirección de la retirada, al respecto el coronel Secada opinó que debería hacerse hacía el Norte, donde estando en actividad el coronel Isaac Recavarren y Elías, obtendrían, según su criterio refuerzos en tropas y facilidades para obtener recursos; añadió que no era dable marchar al Sur pues allí los pueblos se encontraban completamente empobrecidas como consecuencia de las campañas anteriores, opinión que empero era muy discutible. Obtuvo apoyo entre otros de los coroneles Carrión y Borgoño, y aun se escuchó argumentar que del todo no estaba descartado que "el general Miguel Iglesias podría recapacitar y volver quizás sobre el camino de la defensa de la patria, arriando la bandera de la paz que su ambicioso círculo lo había incitado a levantar". Agotado el debate, el General solicitó votar por las dos alterativas, y la mayoría, sorpresivamente, se pronunció a favor de la retirada al Norte, con lo cual se dio termino a la reunión. El general Cáceres no pudo ocultar su preocupación por la decisión de la Junta, y antes de anunciarla meditó mucho sobre sus consecuencias, visitando luego los campamentos de sus soldados para apreciar el estado de su moral. No se fijó la hora para emprender la marcha, el personal procedió a descansar, tras efectuar los preparativos de viaje.
Cuando el personal descansaba, poco ates de la media noche el General Cáceres fue despertado por una inesperada noticia de uno de sus ayudantes, irrumpiendo en su alojamiento, le comunicó una noticia de mucho peligro: " Mi General, los chilenos a la vista", circunstancias que de inmediato en medio de una gran confusión el cornetero tocó alerta general. Poco después se presentó el General Pedro Silva, con los batallones Tarma y San Jerónimo y las Companías de Guerrilleros que vanamente esperaron a los chilenos en el puente de La Oroya, viéndose flaqueados y obligados al repliegue cuando éstos vadearon sorpresivamente el río por el paso de Quinilla, cercano a la hacienda del señor Haza, algunos kilómetros río abajo.
El exitoso movimiento del coronel chileno Juan León García se había efectuado a partir de las 10:00 horas de aquel 20 de mayo, "flanqueando la izquierda de la fuerza situada en la Oroya. A las 15:00 horas del mismo día, dispersada la resistencia guerrillera, el grueso del ejército chileno coronó las alturas de Tarmatambo. Su vanguardia tuvo a la vista a las fuerzas peruanas que se retiraban desde Tarma, pero León García se inhibió de ordenar hostigamiento alguno, permaneciendo estacionado en su posición. Tal vez la mayor virtud del jefe chileno fue la paciencia; no corría ninguna prisa al respecto y pensó atacar a la Tropas de Cáceres cuando tuviese la absoluta certeza de salir victorioso. A las 18:00 horas entró en la ciudad de Tarma un grupo de soldados chilenos portando una comunicación del coronel del ejército peruano (traidor) Luis Milón Duarte, dirigido para los notables de la ciudad. Fue recibida por algunos comerciantes extranjeros que no tuvieron reparo en atender a los soldados invasores, como ya lo habían hecho en anteriores oportunidades mostrándose totalmente neutrales, quienes radicaban mucho tiempo en el Perú. Poco después entro a la ciudad de Tarma el coronel chileno Juan león García, anunciando a sus tropas que permanecerían en la ciudad durante dos días. Se justificó ante Patricio Lynch, señalando que antes de proseguir la persecución era necesario "restablecer el camino de la Oroya, para mejor facilidad de las comunicaciones".
La heroica resistencia de los guerrilleros de Tarmatambo, que sostuvieron en combate de varios horas con el enemigo, dio tiempo a las Tropas del General Cáceres para organizar la retirada en orden y disciplina, y cursar notas dando cuenta del movimiento a los prefectos y subprefectos de Junín, Huancavelica, Ancash y Arequipa. Rememorando aquel renovado sacrificio del soldado indio, doña Antonia Moreno, relató lo siguiente: "Los chilenos estaban sobre las aturas de Tarma, en ruinas incaicas de Tarmatambo, batiéndose con nuestros valientes guerrilleros atrevidos legionarios de honda y rejón, quienes, generosos, presentaban sus pechos desnudos para ayudar a sus hermanos, los soldados de línea. En aquellas horas de pelea, en las alturas de Tarma, fueron ellos el escudo que libró al Ejército del Centro de un desastre. En aquellas horas de pelea murieron muchos de aquellos bravos patriotas y los que cayeron prisioneros fueron fusilados por el enemigo. A pesar de tales rigores, ellos no retrocedían y continuaban en su martirio patriótico".
El 21 de mayo de 1883, mientras los guerrilleros luchaban en las alturas de Tarmatambo, los soldados de línea formaron en la plaza de armas de Tarma para empezar la retirada pasado el medio con destino al Norte, en medio de vivas al Perú y al Taita Cáceres: "Inmenso era el entusiasmo de la tropa y su decisión por combatir. Contaba el Ejército al emprender su retirada con 2000 hombre de infantería y 200 artilleros y 60 hombres de la escolta particular del General Cáceres.
El General Cáceres se quedó en la ciudad de Tarma activando la salida de toda la tropa y el parque, inutilizando todo lo que pudiese aprovechar el enemigo. Acompañado del subprefecto Lecca y de su escolta recorrió la ciudad, despidiéndose de la gente amiga. Muy emotivo debió ser entonces el encuentro que tuvo con su señora madre, doña Justa Dorregaray Cueva, notable matrona de temple admirable que no tuvo temor de permanecer en la ciudad, pese a que era notoriamente conocida por los chilenos y que por tanto habría de ser hostilizada. Otras familias tarmeñas evacuaban entre tanto la ciudad, tomando la ruta selvática de Chanchamayo. Cáceres tuvo la audacia de permanecer en observación hasta las 16:00 horas, despachando el último correo para el coronel Justo Pastor Dávila, ordenándole avanzar de Castrovirreyna a Izcuchaca para defender ese puente a como diera lugar, concentrando en sus cercanías a las fuerzas guerrilleras de Junín, Huancavelica y Ayacucho. Luego, emprendió la marcha hacía Palcamayo, localidad escogida para servir de primer campamento. Empezaba así la Campaña Militar del Norte, que el 10 de julio de 1883 terminaría con la batalla de Huamachuco.
Estupendo relato de uno de los episodios tristes de nuestra historia, resaltada por el valor y heroísmo de la tropa y la población Andina, en contraste con la despreciable actuación de algunos o muchos peruanos, quienes traicionaron vilmente la Causa Nacional, poniéndose al lado del ejército invasor. Un saludo Pineda.
ResponderBorrar