lunes, 8 de diciembre de 2014

LA HISTORIA DEL SOLDADO MIGUEL PINEDA RAMÍREZ DURANTE EL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO (1,977 - 1978)

Gobernaba el Perú el General Francisco Morales Bermúdez, en aquellos tiempos el Servicio Militar era obligatorio. En las ciudades, caseríos y caminos había la leva forzada, en esas circunstancias el 3 de enero de 1977 muchos jóvenes, en total cuatrocientos ochenta, procedentes de diferentes caseríos y de las ciudades de todo el departamento de Ancash, nos juntamos en la Oficina de Reclutamiento N° 0-26 de Huaraz, para ser trasladados en horas de la tarde del mismo día con destino al Batallón de Ingeniería de Combate Motorizado “Huascarán” N° 112, acantonado en el distrito de Caraz, Huaylas. A los levados bajo custodia les trasladaron en los volquetes del ejército.

En el año 1966, a la edad de ocho años, ya me sentía soldado, influyó mucho en mí las constantes narraciones de mi abuelo don Eliseo Ramírez Cadillo; quien, a la edad de ocho años, en el mes de junio de 1883, había presenciado la llegada del poderoso ejército chileno a las zonas de Ancash, durante la tercera etapa de la Campaña de la Breña. Desde aquellos tiempos de mi niñez, las narraciones de la resistencia del General Cáceres, penetraron en mi alma y permanecía imborrable preparándome para situaciones duras y difíciles en la vida castrense.

Cumplido los 18 años de edad, no pude eludir el Servicio Militar, decidí abandonar mis estudios en el afamado Colegio Nacional de “La libertad”, en la ciudad de Huaraz, y como voluntario me fui al cuartel. Siempre viví pensando que el Servicio Militar era un deber patriótico, sobre todo en aquellos años de mucha tensión con Chile; ergo, sin pensar en las propinas ni otros beneficios, solo con la intención de aprender el manejo de las armas y el arte de la guerra, el 3 de enero, siendo las 13:30 horas, por mis propios medios viajé desde la ciudad de Huaraz al distrito de Caraz, sede del Batallón de Ingeniería de Combate "Huascarán" N° 112. De un momento a otro aparecí en la puerta principal del Batallón. Entre mi dije: A partir de hoy día, éste será mi cuartel. En aquellos tiempos a los soldados del servicio de guardia le decían, número, cuando puse mis pies dentro del portón, el sargento de guardia, dijo: "Un número voluntario", en se momento como un resorte salto de la banca un soldado de mediana estatura, a quien el clase le dijo, lleva a este “perro” voluntario al patio de armas; entonces yo corrí muy asustado, llegando al patio pude ver el semblante de muchos jóvenes en su mayoría hijos de campesinos, en el grupo se notaba mucha alegría y algunos mostraban rostro de tristeza y preocupación. Algunos se sentían orgullosos de convertirse en "perros" reclutas de contingente enero 1977, pero la mayoría en sus corazonadas y pensamientos querían como sea ser liberados del servicio.

Formados en el patio de armas los cuatrocientos ochenta jóvenes. De pronto aparecieron seis sargentos monitores con sus galones de metal en el pecho muy relucientes, quienes en todo momento nos hablaba en voz alta y nos obligaba a rugir a todo pulmón, algunos monitores aparecían con un puñado de tierra en sus manos para amedrentar a aquellos que no podían rugir así como ellos requerían, así pues algunos reclutas esa tarde probaron ese “azúcar dulce”, les ordenaban a abrir la boca y con fuerza se lo aventaban el puñado de tierra hasta el fondo de la garganta, así nos recibieron desde el primer momento, permanecimos rugiendo en la posición de atención con la mirada hacia el infinito por lapso de tres horas aproximadamente. En esas circunstancias por las inmediaciones apareció un oficial de tez morena de 1.85 de estatura, era el capitán de ingeniería Víctor Valderrama Chávez oficial de personal (S-1) del batallón; quien, con palabras francas, sinceras y firmes nos dio la bienvenida, quien nos dijo: “Han ingresado a este batallón para ser combatientes de primera, para defender los sagrados intereses de la patria, aquí se come lo que se da y se hace lo que se ordena". En esos momentos de tensión para la gran mayoría, el capitán Valderrama salió al frente y con esa voz ronca que le caracterizaba, dijo: "Señores solamente necesitamos 180 reclutas, los que desean servir se quedan en su propio emplazamiento y los que no desean servir formen en la pista mirando hacia la guardia de prevención", para que les dijo esas palabras, pues la gran mayoría corrió hacia la pista, para sorpresa mía, solamente quedamos cuarenta voluntarios en nuestro propio emplazamiento, entonces el capitán reaccionó rápidamente y mandó volver a todo el personal que había culminado el 5º año de educación secundaria, yo solamente contaba con tercer año de secundaria, pese a ser voluntario en tiempos de leva forzada serví dos (2) años (1977 - 1978) y la gran mayoría de mi promoción que tenía secundaria completa se licenciaron en once (11) meses, el trato para el voluntario así como para el personal levado fue igual, de nada servía pues ser voluntario en aquellos tiempos.

Luego, horas más tarde, apareció el capitán (S-4) oficial de logística del batallón con sus sargentos almaceneros de prendas, ellos nos llevaron al paso ligero hasta los almacenes y allí, en un santiamén, nos entregaron los uniformes de campaña: había un sargento con trescientos sesenta camisas, más allá otro con trescientos sesenta  pantalones, después otro con trescientos sesenta birretes, otro con trescientos sesenta pares de borceguíes, etc.; es decir había un sargento con trescientas sesenta de cada una de las prendas por entregar, como dotación nos entregaron dos prendas de cada uno completamente nuevo. Los “perros” muy asustados pasamos a la carrera y nos tiraban las prendas, lo tomamos al paso ligero; hubo quienes recibieron borceguíes de diferente número o sin pasadores y cuando reclamaban les decían: “No sé, a partir de este momento el perro es mago ¿alguna pregunta?”. Todo era tan rápido, los lentos a partir de ese momento como sanción comenzaron a ranear y hacer polichinelas. A los “chatos” le quedaba grande la camisa, el pantalón y el birrete, a otros le apretaban los borceguíes. Una vez uniformados, salimos a toda velocidad al patio de armas, donde nuevamente nos esperaban los sargentos monitores. Mientras en la puerta del cuartel se habían aglomerado muchos familiares, algunas madres lloraban por el hijo reclutado, como consuelo solo recibieron las prendas civiles de sus hijos, que durante dos meses permanecerá sin salir a la calle. Ya vestidos con el uniforme de la patria, los 180 “perros” continuamos formados en el patio de armas, entre el contingente había un “gringo” serrano rubio de ojos azules de las zonas del distrito de San Luis del Callejón de los Conchucos, al lado suyo había otro serrano campesino de rasgos autóctonos de los caseríos de Huaraz, en esas circunstancias abrevándolo detenidamente el capitán Valderrama les dijo: “A partir de la fecha el “gringo” y el autóctono son hermanos, ya veremos quién es más valiente en el campo de batalla”.

Desde el 3 de enero de 1977 hasta el 16 de marzo de 1978 permanecí como tropa en el Batallón de Ingeniería de Combate "Huascarán" N° 112, con sede en el distrito de Caraz, provincia de Huaylas. En aquellos tiempos durante el Servicio Militar Obligatorio, el personal de Tropa era objeto de muchos abusos, sobre todo maltrato físico y psicológico, principalmente de parte del personal de oficiales y algunos suboficiales de origen costeño y mestizos de la Sierra; por ejemplo el capitán de ingeniería cuzqueño Raúl Hermosa Ramírez, oficial de tez blanca y ojos azules, que normalmente utilizaba lentes ray ban para proteger sus lindos ojos de los rayos del sol, de vez en cuando en la hora de la Lista de Diana se mostraba muy racista; ergo, insultaba a todo el personal de tropa, con palabras como: “Incas de mierda no sirven para nada, al indio y al mulo palo en el culo”, así con esas frases ofensivas nos humillaba el mencionado oficial; y el personal de Tropa dentro de la formación murmuraba y sobre todo los más antiguos decían: “cuzqueño de mierda que viene de la tierra de los incas y aquí nos insulta, será pues porque tiene cara de palo pelado”, así se expresaba el personal de tropa de este oficial muy racista. El Suboficial de 3ra OEI José Machuca Juarez, nacido en el departamento de Piura, era un tipo muy abusivo y sobre todo racista, al personal de Tropa procedente del Callejón de los Conchucos (provincia de Huari, Piscobamba, Pomabamba y otros) le decía lo siguiente: "serranos de Huashahuacta, el ejército es para los vivos, no para los cojudos", que traducido en español significa "serranos del otro callejón el ejército es para los vivos, no para los tontos". Durante el servicio de guardia, cuando alguien cometía una falta a este suboficial siempre le gustaba ordenar a la Tropa para que se pongan en ángulo recto o en la posición de 20 uñas, y luego te decía: "agarra bien tus huevos" y él por atrás te aplicaba una patada con toda su fuerza, por ende, como es normal el soldado rodaba por el suelo, lo que se ve en la película "La ciudad y los perros" no es nada extraño a la realidad que vivimos en aquellos años en los cuarteles del Ejército del Perú. 

En la mañana del 5 de junio de 1977, durante el ensayo para la ceremonia de juramento de fidelidad a la bandera del 7 de junio, el capitán de Ingeniería Raúl Hermosa Ramírez, por simple equivocación en el orden cerrado a pie firme y sobre la macha, me aplicó una patada debajo de la rodilla izquierda, se me abrió la piel, la herida lacerado quedó abierto, sangró profundamente; así en esas condiciones permanecí marchando toda la mañana bajo intenso radiación solar, pasaron los días, la parte afectada en mi pierna izquierda se puso de color morado, se hinchó, por el intenso dolor no pude caminar y los sargentos de sección me amenazaban para no presentarme en la enfermería. Una madrugada pedí permiso al imaginaria del tercer turno y salí cojeando de la cuadra dirigiéndome a los SH (malacate del personal de Tropa, luego me fui de frente a la enfermería del batallón, donde el suboficial enfermero viendo mi pierna tan grave me dijo lo siguiente: " Huevon, estando con la pierna podrido diariamente sales a correr 20 kilómetros hasta el distrito de Pamparomas, ¿carajo, porque no has pedido visita médica?". Ya no regresé a la cuadra de la companía Comando y Servicios. Me quedé internado, después de tres semanas en base a decenas de Penicilinas comencé a recuperarme lentamente. En aquellos tiempos nadie se quejaba por este tipo de golpes, maltratos físicos y psicológicos que muchas veces aun eran peores para los individuos indisciplinados.

El reglamento del Servicio Interior (RE 34-5) se cumplía al pie de la letra para los servicios y para controlar la disciplina del personal de todos los grados, en especial del personal de Tropa Servicio Militar obligatorio, sin embargo, algo que no estaba contemplado en este reglamento, de vez en cuando, de manera ilegal, se aplicaba para expulsar del cuartel al personal de Tropa incorregible, a estos individuos indeseables lo botaban del cuartel completamente desnudo, no llevaban siquiera el calzoncillo puesto para disimular en algo su condición de humano, se le cubría el cuerpo desde el cuello hasta la altura de la rodilla con un costal de papas de la proveduría, en la espalda le colocaban la palabra que decía “indeseable”, así se expulsó en el mes de junio de 1977 a un soldado de la localidad de Yuramarca del distrito de Huallanca; este soldado tenía el apelativo de “medio beso”, quien había crecido manteniendo su labio leporino, él era muy indisciplinado, salía de paseo los fines de la semana y se quedaba falto, en algunos casos después del paseo retornaba pasado las 22:00 horas en estado etílico, sin prenda de cabeza, muchos fueron sus malos antecedentes, por ende, el Comando del Batallón ordenó expulsarlo del cuartel de manera tan inhumana; un día, en horas de la mañana este soldado salió del calabozo sin zapatos, su cuerpo desnudo lo cubría un costal de papas de la proveeduría, en esas condiciones fue conducido por el oficial del personal (S-1) hasta las inmediaciones de la Guardia de Prevención, delante de todos sus promociones que se encontraban formados le ordenaron abandonar el cuartel por miserable, quien al salir del cuartel se fue corriendo a la casa de doña Rosa que se encontraba en las inmediaciones del cementerio antiguo del distrito de Caraz. El personal de Oficiales, Técnicos y Suboficiales, nos decía siempre que así se expectoraba del cuartel a la tropa indeseable, pues según ellos personal incorregible e indisciplinado no merecía estar en un cuartel.

El personal de Oficiales, Técnicos y Suboficiales, controlaban de manera muy riguroso la disciplina, no se permitía evasiones, desertores, ladrones, ni tropa retornando en estado etílico al término de su paseo, es decir no hubo contemplaciones ni mano blanda para el personal de Tropa Servicio Militar Obligatorio indisciplinado; por ejemplo, el personal de tropa de paseo que retornaba al cuartel a fin de semana en estado etílico, mínimo ingresaba al calabozo para permanecer por lapso de siete días, donde permanecían con los borceguíes sin pasadores y los pantalones sin correa; si el oficial de guardia se compadecía de este personal, en las noches le ordenaba al cabo de castigados para que estos hagan uso de un colchón y una frazada, desde las 22:00 horas hasta las 05:00 horas. A veces el personal de tropa castigado amanecía de "plantón" al frente de la sala del oficial de guardia, de pie toda la noche; era un castigo muy duro, sobre todo en los meses del verano serrano que en las noches el frío llegaba bajo cero. Los Oficiales y Suboficiales jóvenes eran los más drásticos, en cambio los Suboficiales mayores de 40 años eran más comprensibles, en especial el suboficial de 1ra MA Luis Castellanos Aragonés que ya contaba con 55 años de edad. En las cuadras de las Companías el personal de Tropa que se dejaba robar sus prendas, que pasaba mala revista, que se quedaba dormido en su servicio de imaginaria; en otros casos, aquel que se quedaba falto o llegaba tarde después de su paseo, etc. normalmente recibía golpes con palo, baquetón y en algunos casos a patadas en la posición de 20 uñas, en aquellos tiempos todos los Oficiales, Técnicos, Suboficiales y Sargentos golpeaban al personal menos antiguo que cometían faltas, por mínimo que sea. El personal incorregible permanecía en los calabozos vestido con un costal que en la espalda le colocaban la palabra que decía “indeseable”; así logré ver a muchos castigados saliendo a los malacates (servicio higiénico de la tropa) bajo la custodia del cabo de castigados.

El 29 de setiembre de 1977, día de mi onomástico, me nombraron de servicio de guardia, en la noche ocupé el puesto como centinela de la puerta principal del segundo turno, (12:00 horas hasta las 03:00 horas), durante tres horas permanecí en el torreón con el fusil con la cacerina abastecida y puesto la bayoneta, en este puesto cada cinco minutos tenía que "rugir" a todo pulmón, alertando primero al centinela del torreón N° 1, de la siguiente manera: " Para el Perú la gloria, para Chile y Ecuador la muerte, centinela de la puerta principal sin novedad, centinela del puesto de vigilancia N° 1 canta en tu puesto", inmediatamente el centinela del torreón N° 1 contestaba: "Puesto de vigilancia N° 1 sin novedad, puesto de vigilancia N° 2 canta en tu puesto", así todo en cadena se realizaba la alerta, a pesar de los gritos a todo pulmón por ahí algunos centinelas se quedaban dormidos, hasta se dejaban quitar el fusil FAL, en aquellos tiempos dejarse quitar el armamento estando de servicio era considerado como si fuera un "delito", desde luego uno ya se consideraba como hombre muerto, uno no sabía lo que le esperaba finalizado sus funciones, bien te masacraba el mismo Oficial de Guardia o en su lugar te masacraba el sargento de guardia, pero no había perdón, a veces se amanecía raneando y rampando o de plantón. El día de mi onomástico todo el día permanecí puesto el casco de fibra, cubriendo los puestos en los torreones y en la noche como centinela de la puerta principal segundo turno; aquel día como oficial de guardia se encontraba el suboficial de 3ra OEI José Machuca Juares, finalizado mi turno el mencionado suboficial me separó a un lado y me recriminó manifestando lo siguiente, me dijo: "perro, no has rugido ni mierda", según él como no había cumplido bien mis funciones como centinela de la puerta principal, como castigo me mandó repetir el turno desde las 03:00 horas hasta las 06:00 horas (tercer turno), en este turno me ordenó para colocarme en el torreón con la cabeza hacia abajo y mis borceguíes estaban hacia arriba como si fuera mi cabeza, pero como el servicio se hacia con el casco de fibra puesto, pude soportar el castigo, a este tipo de tratos y sanciones se llegaba y hoy después de 36 años escribo este recuerdo para que los jóvenes de hoy sepan lo que fue el Servicio Militar Obligatorio de antes, no había quejas, no había llantos, no había Defensoría del Pueblo, ni Derechos Humanos, en fin solo son etapas de la vida que solamente los soldados bien o mal hemos soportamos en los cuarteles del Perú.

El teniente de ingeniería Roberto Hurtado Jiménez, era un oficial muy serio y también muy exigente, cuando este oficial se encontraba de servicio de capitán de día, el personal de oficiales de día de las diferentes Companías se esmeraban en la puntualidad y sobre todo en la limpieza de sus sectores de responsabilidad. Al toque de corneta para rancho salíamos corriendo a toda velocidad hacia el patio de armas, donde el personal formaba en orden y en silencio, como es normal los sargentos de semana anotaban a los tres últimos, en toda la formación siempre anotaban a los tres últimos, y luego por lento te sancionaban con ranas, planchas polichinelas, y después del rancho te enviaban a limpiar los malacates (SSHH) del personal de tropa. En aquellos tiempos este batallón contaba con 480 hombres, formados las Companías, el teniente decía lo siguiente: "Darse frente" y procedía a pasar revista de útiles de racho, las manos y las uñas, los que pasaban mala revista ya iban saliendo a un costado y formaban otro grupo que luego se desplazaban a la retaguardia del grueso del batallón pero en la posición de marcha de "pato" con sus bandejas de acero sobre la nuca, desde el patio de armas hasta a zona de rancho había más o menos 150 metros de distancia. El personal de las Companías que pasaban buena revista se desplazaban marchando y cantando hacia la zona de rancho para recibir sus alimentos, en el trayecto el teniente nos iba observando y al lado nuestro los oficiales de día caminaban exhortándonos a la disciplina y marcialidad. Ocupado nuestro emplazamiento, el oficial colocándose al frente en voz alta decía lo siguiente: "Batallón, batallón, no puedo ordenar el alto porque no levantan la rodilla", a esa voz aún más levantábamos las rodillas, él insistía "no puedo hacer el alto" y nosotros ya con el rostro sudoroso nos esforzábamos a lo máximo, concluía diciendo: "No me ha gustado el desplazamiento del personal, ha sido cualquier cosa menos una marcha" y nos ordenaba para ponernos en la posición de rana. Comenzaba, "para ranas un, dos, cien ranas, mejor doscientas, mejor trescientas, mejor ciento cincuenta, a principiar", en ese momento todos cantando a todo pulmón rebotábamos en el suelo sin abrir las rodillas, como es normal en ese momento todos en su mundo interior ya rogaban para que el teniente se apiade de nosotros porque las rodillas ya no resistían. Como para aflojar las piernas ordenaba "un, dos, nadie se mueve", después de un pequeño intervalo como buscado la sinrazón nuevamente decía: "Se movieron, se movieron, para ranas un, dos, ciento cincuenta ranas a principiar". En estas situaciones un soldado fuerte normalmente ejecutando ciento cincuenta ranas bien hechas ya sientes fuerte dolor en la parte posterior de la rodilla, pero sin la orden del oficial nadie se ponía de pie, así pasaban los minutos, nos dejaba en esta posición y ordenaba diciendo: "La primera companía de pie, adelante"; a esa voz el personal comenzaba a desfilar por las pailas, en ese momento muchos en nuestro interior decíamos "que suerte de ellos que ya se pusieron de pie", así el personal iba avanzando lentamente recibiendo sus alimentos en su bandeja de acero y tazón de acero, mientras para otros la espera era larga. Después de permanecer largo rato en la posición de ranas nos levantábamos, algunos minutos no se podía caminar con normalidad por el fuerte dolor entre las zonas de la rodilla sobre todo en la parte posterior; después de larga espera nos llegaba el turno a la última companía. Desde la zona de rancho hasta el comedor había una distancia de 60 metros aproximadamente, nosotros ya sabíamos que este oficial cuando ingresaba el último soldado al comedor inmediatamente ordenaba ponerse de pie, diciendo: "Todo el personal de pie, nadie come, salir"; por ende, los 20 últimos en recibir sus alimentos pasaban rancho sobre la marcha, es decir en el trayecto de la zona de rancho al comedor, en este tipo de situaciones uno tenía que ser rápido, en una oportunidad fui el último de todos en recibir mis alimentos, caminando hacia el comedor a paso moderado llegué con la bandeja vacía, de un solo bocado me lo pasaba la sopa, en cuatro cinco cucharadas terminé el segundo, la carne me lo pasé de un solo bocado, el refresco me lo pasaba como si nada, el plátanos y el pan me lo guardaba en el bolsillo y ya estaba saliendo a formar para no ser anotado entre los tres últimos.

Durante mi permanecía en la Companía Comando y Servicios del Batallón de Ingeniería de Combate Motorizado "Huascarán" N° 112, cumplí diversas funciones, trabajé como lampero en la carretera de Caraz al distrito de Huallanca, en el cuartel operador de la central telefónica, integraba la banda de músicos. Cuando llegó la orden mediante una Ley para el traslado de la Companía "A" N° 112 con destino al caserío de "El Pallar", con fecha 10 de marzo de 1978 me incorporé de manera voluntaria a esta Companía como parte de los 125 hombres de tropa destinados para ser trasladados a Huamachuco, provincia José Faustino Sánchez Carrión, departamento de La Libertad.

En el año de 1978, en el Campamento Militar de "El Pallar" a falta de personal de Oficiales, Técnicos y Suboficiales, los sargentos de Tropa SMO cubrimos el servicio como oficiales de guardia en la puerta principal del Campamento. Desde los primeros días del mes de abril del año 1978, siempre nos visitaba un cura español nacido en Mallorca, se llamaba Sebastián Rosell, este religioso venía desde el distrito de Huamachuco, él era un gordito bien colorado, este cura nos tenía cansado y mortificado con sus charlas y misas todos los días domingo desde las 09:00 horas hasta las 10:30 horas, como el personal de Tropa trabajaba todos los días desde las tempranas horas hasta el anochecer, casi no teníamos tiempo ni para lavar nuestras prendas, mucho menos no había tiempo para jugar fútbol y fulbito. Los días domingo en las horas de la mañana el centinela que se encontraba en el torreón principal avisaba cuando veía la camioneta blanca del cura español, cuando éste aparecía por las curvas de Yanasara, nos alertaba diciendo: “mi sargento ya viene el puca cunka, mi sargento ya viene el puca cunka”, al escuchar el aviso todos murmuraban y renegaban. "Puca kunca" traducido en español, significa "cuello rojo", en aquellos tiempos todo el personal de Tropa ancashino hablaba el idioma quechua, idioma ancestral de los huaras.

El Sgto2 SMO Chilca Vásquez Martiniano, era un cholo de 1.75 de estatura aproximadamente, corpulento, quien tenía el apelativo de “cara de perro”, era natural de Pampas Grande que está por la zona del distrito de Pira al frente de la ciudad de Huaraz, este sargento era muy abusivo con el personal civil, en las calles, así por gusto se peleaba con dos o tres civiles a quienes les masacraba simplemente porque le daba la gana; muchos pensaban que él era el hombre indicado para capturar al cura español para mantenerlo en el calabozo por 24 horas; pero él nunca se atrevió en su condición de valiente bruto. El Cabo SMO Jamanca, era un cholo de uno de los caseríos de las alturas de Huaraz, con su rostro de indio autóctono, era también alto y corpulento, obediente y muy sumiso en su conducta, pero bien observador, un día me dice, lo siguiente: “ He observado tanto a este cura español y veo que este es la reencarnación del miserable Vicente Valverde que actuó en nombre de Dios en Cajamarca el 16 de Noviembre de 1532, este todos los días domingo nos jode, adormece nuestra mente y por este desgraciado ni siquiera podemos jugar futbol”, al escuchar esas palabras, me quedé totalmente sorprendido. Yo muchas veces había discutido con este cura cuando llegaba y se sentaba en las bancas de la guardia de prevención, se discutía principalmente de la invasión a estas tierras tahuantinsuyanas, de parte de los  españoles comandado por el analfabeto Francisco Pizarro Gonzales, del exterminio de nuestra raza, del trabajo forzado en las mitas y de todos los males que nos dejaron como herencia los españoles, pero el cura justificaba de mil maneras la invasión y todo los demás, este cura siempre trataba de engañarme o también confundirme con sus argumentos, tal es así que un día me llené de irá y me propuse a capturarlo y mantenerlo en el calabozo durante las 24 horas.

Un día domingo, cuando ya me había relevado como oficial de guardia entrante, el soldado centinela de la puerta principal, desde el torreón dio aviso de la aproximación del cura español, quien había aparecido en su camioneta blanca por la esquina donde vendían la chicha de jora embotellada, en las botellas de aceite “capri”, ante el aviso yo salí inmediatamente para recibirlo, quien como siempre estacionó su vehículo en las inmediaciones de la guardia. Cuando el párroco bajó del vehículo le invité a sentarse en las bancas de la guardia, la tropa de reten y reserva se encontraba sentado al frente al pie de la muralla bajo la sombra, al cura lo llevé a la banca que estaba junto a la sala de guardia, nos sentamos y como siempre iniciamos la conversación, entonces preguntas van y respuestas vienen, pero todo ya estaba preparado, en esas circunstancias armé la ametralladora UZI que estaba abastecido con 32 municiones de calibre 9 mm, el cañón se la coloqué en la sien del lado izquierdo, le dije vas a morir español de mierda, entonces el cura se silenció y no me contestó ni una palabra, el “pobresito” comenzó a botar sudor, mientras yo pensaba en nuestros antepasados que murieron en manos de estos ladrones españoles, le dije levántate y camina en esta dirección, ante mis requerimientos se levantó y caminó con dirección al calabozo, el calabozo se encontraba en la parte posterior de la sala de guardia, ahí lo llevé siempre con el cañón puesto en la cabeza, caminó obediente y lo deposité así como se merecía a este desgraciado puca cunka. Todo estaba coordinado, la tropa vio todo y nadie hablo, es que todos estaban en desacuerdo con la presencia de este “religioso” español; el oficial de día, el suboficial Mariano Negri Estrada se encontraba en su casa, vivía al frente del campamento pasando el puente Pallar, por ahí tenía una casa alquilada. Pasaron las horas y nadie averiguo ni le dieron la importancia, tal es así que el cura continuaba en el calabozo, sin almuerzo y sin cena. Aquella tarde el personal de Tropa después de mucho tiempo salió de paseo, que contentos se sentían, todos desfilaron por la puerta principal del campamento, en su mayoría merodeaban por esa esquina donde vendían chicha de jora en botellas de aceite “capri”, es que donde hay licor también hay mujeres, la señora dueña de la cantina pues aprovechaba bien el momento porque tenía dos hermosas hijas de 17 y 19 años respectivamente, entonces ese inmueble era frecuentado por muchos jóvenes y adultos que trataban de conquistar a esas lindas chiquillas de hermosos ojos.

20:00 horas de aquel día, comencé a pasar lista de retreta con el personal de la guardia, a esa hora también el suboficial Mariano Negri Estrada, en su condición de oficial de día pasaba lista con el personal de la Compañía, en esas circunstancias cuando me encontraba impartiendo instrucción llegó corriendo a la guardia un sargento que todos le conocíamos como el “cholo blanco” y me preguntó que si había llegado el cura en la mañana, cómo el vehículo del religioso se encontraba cuadrado en las inmediaciones de la guardia le contesté manifestando que el cura se encontraba en Cochabamba y no había retornado hasta este momento, con dicha información retornó el cholo blanco y le informó al oficial de día, mientras yo me quedé organizando los tres turnos de servicio para la noche, esa noche pasé por alto algunas faltas de la tropa menos antiguo, nadie raneó, nadie rotó. Siendo las 21:00 horas el primer turno ocupó sus puestos bajo el comando del cabo de guardia, el turno de reten y el turno de la reserva se dirigieron a la sala de descanso de la guardia, donde procedieron a descansar. Cuando terminó de instalar a los centinelas en sus respectivos torreones, llamé al cabo de castigados e inmediatamente le impartí órdenes para que nadie se apersoné al calabozo, este clase permanecía parado delante de la puerta con el fusil FAL cargado y al seguro, en ese momento por mi cabeza reinaba miles de preguntas, caminé de un lado a otro y decía que pasaría si le hago amanecer en el calabozo a este miserable, al final no me interesaba nada, ni castigos, ni amenazas de nadie, pero decidí darle liberad.

Después del parte de instalación de las 22:00 horas, pues a esa hora el oficial de día pide parte a todos los sargentos de semana, quienes informan que todo el personal de tropa está acostado y el servicio de imaginarias se encuentra alerta en las cuadras. Siendo las 22:45 horas lentamente me acerqué al calabozo y mandé abrir la puerta, al ingresar encendí mi linterna de manó y al iluminar por los rincones encontré al pobre cura español sentado en el piso de tierra, en una de las esquinas, me miró sin remordimientos como si estaría clamando por su libertad, los ojos del cura tan gordito y colorado brillaban dentro de un ambiente totalmente oscuro, me quedé parado por unos instantes y al observarlo bien me compadecí de él, le dije; padre  ya pasó todo tu castigo, te vas, pero le advierto para que se retiré sin abrir la boca, calladito nomas, obedeció y salió calladito a paso lento como siempre, pobrecito habría estado con mucho hambre, cuando dobló la esquina le acompañé silenciosamente hasta que abordó su vehículo, subió, se colocó al volante, arrancó lentamente, se alejó de la guardia. A partir de ese momento pasé las horas de la noche pensando en las represalias que podrían adoptar mis superiores, pero al final entre mi dije: ¿qué sanción recibiré, si soy tropa, me patearan, me golpearan con palo, me pondrán de plantón, me sancionaran con arresto de rigor y permaneceré en el calabozo, nada más?; en eso pensé toda la noche, al final no pasó nada. Al día siguiente el personal de la guardia saliente en su mayoría me felicitó, me alababan y me decían “no hay nadie como usted mi sargento” y muchos también me decían con esa mala experiencia creo que nunca más volverá ese puca kunca español, pero si regresa que le harás me decían otros, pero toda esa felicitación y conversaciones relacionado a esa detención era casi en secreto, solamente hablaban los más antiguos en grado, los menos antiguos solamente se limitaron a mirarme asustados. Así pues, le dimos un susto grande a ese descendiente del “padre” Vicente Valverde, el satanás de Cajamarca, cómplice del jefe invasor Francisco Pizarro Gonzales, quienes asesinaron, torturaron y exterminaron a millones de hombres y mujeres de estas tierras en nombre de Dios.

El padre Sebastián Rosel, cura español, se acordará en su perra vida de lo que le hicimos los soldados tahuantinsuyanos en el Campamento Militar de “El Pallar” en el año de 1978, nunca más regresó a dicha instalación militar.

Como el mayor recuerdo que tengo en este lugar es haber trabajado en la construcción de una carretera desde el Puente Pallar con destino al caserío de Convento, pues trabajé como obrero con pala y pico, minador y también como ayudante de operador de comunicaciones. Lamentablemente para mi promoción que nos licenciamos en el Campamento Militar "El Pallar" Huamachuco en el mes de Diciembre de 1978, no hubo ceremonia, no hubo desfile, no hubo despedida, ni diplomas, por último tampoco recibimos la medalla Bolognesi, el Oficial de Personal (S-1) nos entregó nuestros certificados y algunos documentos adicionales, luego nos retiramos en total silencio, en si para mi fue una despedida breve, pues después de 2 años en la vida civil postulé a la Escuela Técnica del Ejército e ingresé sin problemas.

3 comentarios:

  1. a ya me acordé de ustedes, bueno escribes unas cuantas anegnotas q pasamos pero lo mas importantes estan en la mente de cada soldado, yo me acuerdo casi en cabalidad de tantas cositas q pasó y era muy lamentables.asi yo cumplí mis 2 años de servicio obligatorio.

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  2. a ya me acordé de ustedes, bueno escribes unas cuantas anegnotas q pasamos pero lo mas importantes estan en la mente de cada soldado, yo me acuerdo casi en cabalidad de tantas cositas q pasó y era muy lamentables.asi yo cumplí mis 2 años de servicio obligatorio.

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  3. a ya me acordé de ustedes, bueno escribes unas cuantas anegnotas q pasamos pero lo mas importantes estan en la mente de cada soldado, yo me acuerdo casi en cabalidad de tantas cositas q pasó y era muy lamentables.asi yo cumplí mis 2 años de servicio obligatorio.

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