martes, 9 de diciembre de 2014

LA HISTORIA DEL BATALLÓN DE INFANTERIA MOTORIZADO "IQUIQUE" N° 31 LOBITOS TALARA PIURA (1990 - 1991)

En la primera semana del mes de enero del año 1990, llegó a la guarnición del distrito de Lobitos el señor Teniente Coronel de infantería César Gálvez, quien, nombrado por el Comando del Ejército, con fecha uno de enero comenzó a ejercer sus funciones como flamante comandante del Batallón de Infantería Motorizado "Iquique" N° 31 de la 8va División de Infantería acantonado en el distrito de Lobitos, provincia de Talara, departamento de Piura, Región Militar del Norte.

Cuando este oficial se incorporó a la Unidad como Comandante de batallón, me encontró desempeñando la función de oficial de comunicaciones, jefe de almacén de comunicaciones, operador de comunicaciones y alternaba mis funciones de la especialidad con el puesto como administrador de cantina de Tropa del Batallón, función informal que desempeñé desde el año 1999; el mencionado comandante también me propuso para ser tesorero de la Unidad, al respecto me dijo lo siguiente: "Suboficial, por las buenas referencias que me han dado, usted va a continuar en el puesto de administrador de cantina de Tropa y también le nombraré como tesorero, pues yo no necesito dinero porque vengo del Frente Huallaga", a lo que acepté sin querer queriendo continuar en el puesto como administrador de la cantina de tropa, no acepté el puesto como tesorero. Cuando pasó un mes y medio de su incorporación, el comandante dando mal ejemplo a sus subordinados llegó al cuartel con su amante, una mujer joven de la Selva "charapita" de 25 años, con quien vivía en el alojamiento del personal de oficiales, siempre permanecía con ella, día y noche encerrado en el alojamiento, hacía mal uso del camión administrativo, se divertía a lo grande con la mujer en las zonas de Tumbes, Talara y Piura, etc. La "charapita" le sacaba mucho dinero para la diversión y caprichos propios de la mujer, tal es así que el mencionado comandante comenzó a chocar con el dinero de la cantina de Tropa y de la tesorería del Batallón, a mí me pedía dinero de la cantina todos los días, sobre todo en las horas de la noche para sus gastos nocturnos con la fémina, tal es así que comencé a tener problemas para pagar a los proveedores, principalmente a los proveedores de la ciudad de Talara; por ende, en la primera semana del mes de marzo renuncié el cargo, me suplicó para continuar en el puesto, pero de todas maneras renuncié porque me encontraba endeudado, tal es así que inmediatamente me relevó en el puesto el teniente de infantería Marco Vilela Seminario, quien también cumplía la función de tesorero del batallón, finalizado el relevo con el mencionado teniente salí debiendo a los proveedores, el comandante no quiso reconocer dicha deuda mas al contrario me amenaza con sancionarme; para no hacerme mas problemas, para regularizar esa deuda de la cantina el tesorero y oficial de cantina entrante el teniente Marco Vilela me descontó mi sueldo completo de un mes y medio, imagínense los abusos que se cometía en esos tiempos. El señor Teniente Coronel de infantería César Gálvez Bardales, era un oficial muy obeso, nunca salió a correr delante del personal de tropa bajo su mando, en todos los aspectos de la vida castrense era mal ejemplo para los subordinados, con este comandante el batallón perdió todo el prestigio que habíamos ganado en otros años.

En el mes de enero de 1990, Perú vivía la última etapa del nefasto gobierno del doctor Alan García Pérez, en los cuarteles había escasez de alimentos, las propinas del personal de tropa y los sueldos de los oficiales y suboficiales se encontraba muy devaluados. En el batallón reinaba la anarquía por mal ejemplo del comandante César Gálvez, el comandante comenzó a “chocar” con el dinero del rancho de Oficiales, Suboficiales y Tropa SMO. En los cuarteles a través de todos los tiempos el personal de Oficiales y Suboficiales pagamos mensualmente de nuestro sueldo para que nos den rancho preparado en la cocina de oficiales, ese dinero siempre lo manejaba el tesorero en coordinación con el Oficial de Rancho del batallón, supervisado por el Comandante de batallón. Pasaron pocos meses ya no preparaban rancho para nosotros (Oficiales y Suboficiales), cuando reclamamos nos decían que no hay plata, que no hay plata y todos los días comenzaron a trasladar la comida (rancho) de la Tropa hacia la cocina del personal de Oficiales y Suboficiales, nos servían el mismo rancho del personal de tropa; como consecuencia comenzó faltar rancho para el personal de Tropa Servicio Militar Obligatorio, y nadie daba cuenta de este problema al jefe de batallón. Lo que pasa en el Ejército de Perú, es imposible que un Oficial de menor jerarquía haga las observaciones, reclamos o fiscalice las labores de un superior, en este caso al comandante; para los Oficiales su mejor arma es NPT (no pelear con el tema) y viven feliz, en las peores situaciones ellos cierran el pico y no se hacen problemas y en caso de los Suboficiales es por la nota del fin de año y por sus familias, mis colegas de la misma jerarquía no se atrevían a dar cuenta de lo que sucedía con el rancho del personal.

En el Ejército para presentar un reclamo verbal o escrito primero se tiene que informar al Jefe de Sección, en seguida al jefe de Companía, todo es escalonado y con autorización, pero un día en mi condición de Oficial de Día saliente, estando en la retaguardia de mi capitán, sin pedir autorización a nadie levanté mi voz y comencé a reclamar, en ese momento mi capitán a quien le conocíamos con el apelativo de "Toro Sentado", volteó sorprendido y me decía lo siguiente: "Cállese la boca suboficial, cállese la boca suboficial, Cállese la boca suboficial", pero yo seguía dando mi informe verbal en voz alta, y dije lo siguiente: Mi comandante diariamente falta rancho para el personal de Tropa, los 50 últimos no reciben sus raciones de acuerdo al gramaje establecido por el Comando del Ejército, en vez de recibir arroz solo reciben el concolón quemado; así mismo le dije, que para el personal de oficiales y suboficiales empleaban el mismo rancho de la Tropa, ante esta queja, el mencionado comandante inmediatamente dio respuesta, responsabilizando de todo mal manejo al subteniente de infantería Marco Moran Gonzales, pero este oficial subalterno no se quedó callado, le replicó, diciendo lo siguiente: Dijo "mi Comandante usted se lo lleva todo el dinero del rancho del personal de oficiales y suboficiales para cubrir los gastos de su amante"; ante tal respuesta, el Comandante dio gritos al cielo, en el acto le ordenó al oficial de personal (S-1) para sancionarlo con cuatro (4) días de arresto simple al mencionado subteniente, el subteniente Moran fue relevado del puesto de oficial de rancho y enviado como castigo a la Guardia de Prevención en el PCA-1, puesto de control ubicado en la salida hacía la ciudad de Talara. A mi persona, como es normal por haber reclamado salvado el conducto regular, el capitán de mi companía me sancionó con 4 días de arresto simple y lo enviaron inmediatamente al G-1 de la Gran Unida de Combate para que lo remitan a la ciudad de Lima para que lo adjunten en mi LP N° 1 como antecedente para no ascender al grado inmediato superior, este hecho me indignó y me fui al Cuartel General de la 8va DI para presentar mi queja verbal, recuerdo que un día en horas de la mañana llegué a la Comandancia y toqué la puerta de la oficina del señor General Oscar Tramontana Monje, cuando lo abrió el clase plantón, me paré en la puerta respetando los protocolos del caso, en voz alta le dije: “permiso mi General para ingresar a su oficina”, me dijo: adelante, caminé de frente y me lo cuadré a seis pasos, el señor General estaba sentado, y comencé informarle verbalmente de todos los problemas de rancho que había en el Batallón de Infantería Motorizado “Iquique” N° 31. El señor General después de escuchar mi queja me envió con uno de sus plantones para apersonarme a la Inspectoría, en esta oficina todos me miraban como si fuera un bicho raro, ahí también con mucho porte me cuadré a seis pasos delante del Coronel Inspector y comencé dar mi informe verbal de lo que sucedía por problemas de rancho en mi Unidad, lo anotaron todo. Por este reclamó pensé salir victorioso, resulta que las verdades no siempre son valoradas en este mundo, mucho menos en los cuarteles del Perú. Al día siguiente la Inspectoría, mandó llamar a la Comandancia a todos los Oficiales, Suboficiales y sargentos reenganchados del Batallón de Infantería "Iquique" N° 31, donde en sus declaraciones testimoniales todos los llamados, absolutamente todos me dieron la contra, todos se negaron, todos dijeron que el racho estaba excelente para el personal de Oficiales y Suboficiales, y para el personal de Tropa SMO nunca faltaba rancho y se respetaba todo el gramaje ordenado por el Comando del Ejército. Finalizado la investigación la Inspectoría me hace llamar y cuando estuve a solas con el señor Coronel, me dijo: "Todos han declarado en contra tuya, todo lo que dices es una mentira, además me hace ver y me permite leerlo toda la declaración testimonial de cada uno de los Oficiales, Suboficiales y Tropa Reenganchado, en ese momento sentí total decepción por falta de hombría sobre todo de los suboficiales, salí de la oficina del señor Coronel con la ira incontenible, llegando al cuartel mandé llamar a todos los suboficiales menos antiguos y les llamé la atención por su falta de hombría por no actuar con la verdad, por haberme traicionado con sus mentiras en sus declaraciones, como respuesta todos me dijeron: “nosotros tenemos familia, no queremos tener problemas con el comando, nos pueden destacar a otros sitios perjudicando a nuestras familias, al final contradecir a los Oficiales es para salir perdiendo, ellos nos califican a fin de año, con ellos no se puede chocar”. Era cierto lo que me decían los suboficiales, en aquellos tiempos no se podía pasar por encima de los Oficiales, estábamos en manos de ellos, a fin de año ellos nos calificaban para el ascenso, ese era el miedo. A los sargentos reenganchados para que declaren en contra mía, les regalaron sus sacos de víveres, fracase en mi denuncia.

El día lunes 6 de agosto del año 1990, siendo las 02:00 horas, me encontraba de servicio en la Guardia de Prevención del batallón, en esas circunstancias la joven "charapita" posiblemente en estado de embriaguez, totalmente desnuda, pasa a toda velocidad por las inmediaciones de la guardia y tras ella apareció el Comandante Gálvez, también totalmente desnudo y sin zapatos, le alcanza a la fémina en la pista y lo coge del pelo, después de una ligera pelea retornan caminando a su alojamiento de siempre en el pabellón de oficiales, fue espectacular ver este triste acontecimiento, el personal de Tropa de servicio de guardia del segundo turno fue testigo de esta vergüenza.

El Comandante José Gálvez un día en la Lista de Diana, dijo lo siguiente: "Capitán S-1 (oficial de personal), a partir de la fecha 40 hombres de Tropa mensualmente saldrán de permiso, pero con la condición de que sus propinas queden en la tesorería, ese dinero los emplearemos para comprar repuestos para la reparación de todo los vehículos de apoyo de combate", pero este solo fue un argumento de engaño, pues el dinero recaudado se lo llevaba el Comandante Gálvez para los gastos de su joven amante "charapita" que siempre permanecía vestida con lo último de la moda. Pero también había otro grupo de personal de Tropa que necesitaba salir de permiso, solo por 15 días y otros por 20 días, a fin de no perder sus propinas del mes, como en el cuartel se vivía en total anarquía, cualquiera falsificaba la firma del comandante para el permiso del personal de tropa, hasta los mismos sargentos de semana lo falsificaban las firmas en las papeletas, en algunos casos la tropa llegaba a mi alojamiento y yo les daba permiso, también me atreví a falsificar la firma del Comandante en las papeletas por 15 días; un día en la hora de Lista de Diana le dieron cuenta que había 98 hombres de tropa con permiso y el comandante se quedó sorprendido y dijo "¿Tantas papeletas he firmado?". Todos los oficiales y suboficiales permanecimos en completo silencio.

Desde la última semana del mes de marzo, hasta el 31 de agosto del 1990, mi alojamiento lo había convertido en una cantina de Tropa informal, donde puse en venta todo tipo de artículos de consumo común para el personal de Tropa, principalmente plátanos, bizcochos, galletas, también vendía polos estampados, casacas, etc, prácticamente le hacía la competencia a la cantina del Batallón, en esta oportunidad administrado por el teniente Marcos Vilela; en la cantina del Comandante vendían 3 bizcochos por un sol, yo vendí 5 bizcochos por un sol, tal es así que ya nadie compraba en la cantina del Batallón, al final los soplones que nunca faltan le informaron al Comandante; por ende, como castigo, me destacó al Cuartelillo de la ciudad de Talara, desde fines de agosto de 1990 hasta 05 de enero del año 1991. El Cuartelillo de la ciudad de Talara se encontraba ubicado en las faldas del cerro que está en la parte posterior del Estadio Campeonísimo del club Atlético Torino, también cerca a la Clínica "El Pacifico". En este cuartelillo permanecí al mando de un subteniente de infantería, también había dos sargentos reenganchados y 40 hombres de Tropa destacado de diferentes batallones, cuidamos a los vehículos militares que los fines de la semana llegaban trasladando el personal de tropa de paseo desde el distrito de Lobitos a Talara, estos vehículos se quedaban para recoger a todo el personal el día domingo. En este cuartelillo durante los días de la semana permanecí junto con el personal de Tropa realizando trabajos en las chacras, regando y cultivando principalmente a las hortalizas como tomates, coliflor, camote, yuca, cebolla y otros, con estos productos se abastecía a los batallones acantonados en el distrito de Lobitos. Además, había muchas aves como pavos, gallinas, patos, pollos, etc. El comandante violando mi derecho laboral en mi especialidad en el campo de las comunicaciones me envió a un trabajo muy ajeno a mi formación profesional; ergo, me dediqué a las labores de crianza de animales y cultivo de hortalizas, me dediqué a estas labores cumpliendo las órdenes de un comandante que en nada le interesaba mi especialidad, como consecuencia en el batallón la Sección de Comunicaciones bajo mi comando se encontraba abandonado por falta de instrucción y los materiales de comunicaciones alámbrico e inalámbrico se encontraban abandonados por falta de mantenimiento, durante cinco meses no cumplí con el mantenimiento preventivo ordenado por el escalón superior. Oficiales de grado superior como el comandante José Gálvez, he visto en muchos cuarteles, inmoral por sus actos ante sus subordinados por dar el mal ejemplo, desleal con sus subordinados, pero el Comando del Ejército les nombra como comandantes de batallón de combate tipo BI.

Durante el mandato del teniente coronel de infantería José Gálvez, el mayor de infantería Pecho Farfán Valdivieso, se despeñó como oficial de instrucción (S-3) del Batallón de Infantería Motorizado "Iquique" N° 31, durante los años de 1990 y 1991.

En los años de la guerra contrasubversiva, (1988 y 1989), el mayor de infantería Pecho Farfán había prestado servicios en el Destacamento Leoncio Prado (Frente Huallaga) en el departamento de San Martín; por ende, el mencionado oficial se consideraba "comando" simplemente por haber laborado en una Gran Unidad Contrasubversivo, pero en la hora de los hechos simplemente fue un oficial del montón como muchos que abundan en los cuarteles del Perú, en el batallón él mostraba cierta altanería, a mi me miraba con menosprecio, por cualquier cosa siempre me buscaba la sinrazón, me decía: "machucado, por si acaso yo vengo del Frente Huallaga", machucado en el argot militar significa que siempre permaneces con descanso medico, me decía machucado porque permanecí durante un mes y medio con la pierna derecha enyesada por haber sufrido una fractura en el empeine del pie derecha, el caso mío fue algo pasajero. El mismo si era el "machucado" permanente porque después de una carrera paso lento junto con la tropa, al día siguiente caminaba cojeando y con dificultad.

El 20 de agosto de 1990, siendo las 07:00 horas, el Batallón iniciaba el desplazamiento de marcha de campaña para vivaquear en el sector de la quebrada Pariñas, en esas circunstancias en mi condición de Oficial de Comunicaciones del Batallón instalé equipos de radio en un vehículo Unimog, de esta manera organizando el Centro de Comunicaciones N° 1 con equipos de radio de Alta Frecuencia HF/BLU Thomson TRC 372 y Muy Alta Frecuencia VHF/FM AN/VRC-64 para satisfacer los medios de comunicaciones en Red Interna y Red Externa, así mismo preparé los equipos de radio portátil AN/PRC 77 tipo (B/P-FM) para todas las Companías de fusileros, companía morteros y la companía Comando y Servicios. El grueso del Batallón de 600 hombres, con 120 hombres de Tropa por cada companía ya había abandonado el cuartel, se dirigían a Pariñas, pero el mayor de infantería Guido Farfán Valdivia a propósito me había esperado en la Guardia de Prevención, cuando ya me encontraba para salir a pie junto con cinco hombres de Tropa ayudantes de operador de comunicaciones, el oficial me intercepta en las inmediaciones de la Guardia y me obliga para cargar un equipo de radio tipo tropa (radio AN/PRC - 77), que por reglamento y según el cuadro orgánico el uso le corresponde al personal de tropa operador de comunicaciones; el oficial de manera prepotente, obviamente aprovechando su grado me decía: "suboficial cargue un equipo de radio, suboficial cargue un equipo de radio" y como es normal inicialmente con todo el respeto le dije: " mi mayor no me corresponde cargar este tipo de radio, porque es un radio tipo Tropa, además soy oficial de comunicaciones, por el puesto que desempeño no me corresponde cargar ningún tipo de radio", pero el mencionado mayor insistía con más prepotencia, como le desobedecía, se puso más terco que una "mula" y llegamos al intercambio de palabras, no me dejaba avanzar bajo amenaza de sanción con arresto de rigor, me decía lo siguiente: "si no cargas el equipo de radio, te sancionaré con arresto de rigor y quedaras depositado" en ese momento yo ya había perdido todo la cordura y como me encontraba armado con la ametralladora UZI de calibre 9 mm con cacerina abastecida, cargué el arma y salté sobre él, en cuestión de milésimas de segundos le coloqué el cañón del arma sobre la cien encina de la oreja derecha del oficial y le dije, ¿a quién le vas a sancionar con arresto de rigor, habla antes que te dispare? ante mi reacción el mencionado oficial se quedó en silencio total, después de algunos minutos me dijo lo siguiente: "Suboficial, tengo mis hijos y hay testigos" a lo que le contesté con algo de sarcasmo, le dije, ah tienes tus hijitos, pobrecito, felizmente has permanecido calladito, caso contrario te hubiera disparado en el acto, en ese momento a balazos pensé hacerlo ranear y rampar, pero decliné, el oficial se fue del cuartel a paso largo con dirección a la quebrada Pariñas a donde había llegado muy asustado. El mayor Farfán llegando a la quebrada de Pariñas, delante de todo el personal de oficiales y suboficiales le había informado al comandante de Unidad, Teniente Coronel de Infantería César Gálvez, manifestando lo siguiente: "Mi comandante casi me ha matado el cholo, mi comandante casi me ha matado el cholo, mi comandante casi me ha matado el cholo" y el comandante algo sorprendido le había preguntado ¿Quién es el cholo que te quiere matar?, "mi comandante, el cholo Pineda, el cholo Pineda, el cholo Pineda es mi comandante" en ese momento todos se habían reído. Yo, después de larga marcha llegué con mi personal al sector asignado para el PC del Batallón, donde comencé a camuflar el vehículo Unimog con ramas y mallas, en todo momento actué como si nada hubiera sucedido, en ese momento el comandante no me dijo nada, solamente el suboficial chinchano, el negro, Cueto Flores Paulino, se reía a carcajadas, y me preguntaba con palabras como este: ¿mi suboficial que le has hecho al mayor Farfán, él está totalmente asustado?. 

El día sábado 25 de agosto, siendo las 15 horas, retornamos del vivac al cuartel, pero ocurre un hecho, formado todo el personal en el patio de armas con sus fusiles y mochilas, exactamente frente al almacén del material de comunicaciones, en ese preciso momento el mayor Farfán en presencia de todo el personal de Oficiales, Suboficiales y Tropa, saca su pistola Browning de calibre 9 mm de dotación y me apunta con dirección a mi cabeza a una distancia de 10 metros aproximadamente y me ordena para ir a la chanchería que se encontraba ubicado en la falda del cerro en lado Este del cuartel, ubicado en las inmediaciones de la bola metálica, me ordena para averiguar si el personal de Tropa que cumplía la función como "chanchero" había recibido sus prendas de dotación y sus propinas, en ese momento que me apuntaba con la pistola yo no sentí miedo ni susto, más al contrario la actitud del mencionado oficial me causaba risa, a quien le dije: "para ordenar a un subordinado no se necesita hacer uso del arma", ante mis palabras, por ahí él también pronunció algunas palabras, me dijo "yo si te puedo volar la cabeza", en ese momento para no hacerme más problemas salí del cuartel y me dirigí hacia el cerro y retorné con los dos soldado chancheros y se lo entregué al mencionado mayor, los chancheros querían conversar con su jefe de sección y jefe de la Companía "C", subunidad a que pertenecían. Con esta orden el mayor Farfán adrede me buscó la sinrazón, sabiendo que estos soldados no pertenecían a la sección bajo mi comando, ni a la Companía Comando Servicios, subunidad que yo pertenecí en aquellos tiempos, los "chancheros tenían su jefe de sección de fusileros. Eran dos solados analfabetos de apellido Chiroque, de Catacaos, bajo Piura, cumplían la función de chanchero del batallón, les nombraron para esta función porque no entendían nada en las horas instrucción.

En el mes de octubre del año 1990 llegó a la guarnición del distrito de Lobitos el equipo de inspectores de la Primera Región Militar, procedentes del Cuartel General de Piura. Cuando llegaron los Inspectores al Batallón de Infantería Motorizado "Iquique" N° 31, ordenaron formar a todo el personal del batallón en el patio de armas del cuartel, los oficiales del equipo de inspectores en su mayoría del grado de coronel caminaban haciendo preguntas entre las columnas del personal de Tropa y uno de ellos después de observarlo detenidamente le pregunto al soldado Mauro Chiroque ( uno de los chancheros del batallón), a quién le dijo ¿soldado usted no vive la situación?, y este con su dejo norteño le contestó "¡que viva, que viva mi coronel, bienvenido a mi cuartel!" y el coronel comenzó a reír, muy sorprendido por la respuesta se fue riendo, pasando a otra companía de fusileros.

En el cuartel había una cancha de tierra para mini futbol detrás de la comandancia, al frente de la cuadra de tropa de la Companía Comando y Servicios, en esta canchita en horas de deporte se jugaba grandes partidos inter Companías; un día miércoles del mes de junio de 1991 en horas de la tarde jugando futbol me fracturé el empeine del pie derecho, mi pie inmediatamente se hincho y el dolor era insoportable, así en esas condiciones pase la noche en el cuartel, al día siguiente por mis propios medios viajé hasta la ciudad de Talara, mandé sacar una placa radiográfica en la parte afectada detectaron la fractura, regresé al cuartel con la pierna enyesada, me enyesaron hasta la altura de la rodilla para permanecer con el yeso por lapso de tres meses con descanso médico; no cumplí ni 15 días con descanso médico, me obligaron a salir para pasar lista, como es normal el mayor Farfán fue el que me obligó para estar presente en todas las listas. Casi a fines de julio llegó la inspección de la 8va División de Infantería, me ordenaron para colocar los radios en los vehículos Unimog, los vehículos de CC N° 1 y CC N° 2 se encontraban cuadrados al frente del almacén de comunicaciones, cojeando y con dolor subí a la plataforma de estos vehículos para colocar los radios, cables y antenas vehiculares, como sea tenía que cumplir la orden, en esas circunstancias los inspectores ya habían ingresado al cuartel y comenzaron su recorrido empezando la verificación por los galpones, y aparece desesperado por la esquina de la sala de conferencias el comandante César Gálvez, quien me gritaba para saltar del vehículo con la finalidad de esconder los cables vehiculares, las monturas y otros componentes que se encontraba en el piso, no quería que lo vean los del equipo de inspectores, yo no podía saltar ni bajar por el dolor en mi pie, si apenas había subido con la ayuda de los soldados, el comandante seguía gritándome hasta con insultos de todo los calibres; ergo, cometiendo abuso psicológico contra mi persona, a quien le dije que no podía bajar y seguí trabajando, no bajé; y los oficiales inspectores aparecieron, uno de los comandantes inspectores se me acercó y me dijo ¿ funcionan los radios o no? a quien le dije: "por su puesto mi comandante 5 por 5, a las pruebas me remito". Los oficiales inspectores me vieron trabajando, luego se fueron a verificar las cuadras de tropa y yo seguía en mis labores dando los últimos toques y pruebas de transmisión y recepción. Cuando cumplí un mes y medio con mi pierna derecha enyesada el mayor Farfán me obligó para retirar el yeso, me dijo: "Ya mucho tiempo estas cabreado con esa cochinada en la pierna, mañana pasas lista normal, bajo responsabilidad uniformado y puesto los borceguíes; cumpliendo órdenes abusivas del mencionado oficial cometí un error muy grave, a la fuerza me coloqué los borceguíes, mi pie nuevamente se hinchó, el dolor continuaba, así en esas condiciones cojeando por más de cinco meses permanecí en mis actividades de siempre, con total normalidad comencé a cumplir con los servicios de Oficial de Día y Oficial de Guardia en la puerta principal, no podía colocarme en la posición de ranas ni correr; como es normal las secuelas de esta fractura mal curada está presente en mi vida, hasta el día de hoy está presente, con este pie no puedo patear con fuerza, hay cierta limitación funcional.

El 12 de setiembre de 1991, el mayor de infantería Pecho Farfán, de sorpresa ingresó a la sala del oficial de guardia y me encontró con el pasquín del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), creo que se llamaba "El Diario", además con la obra del patriota Carlos Malpica Silva (Los dueños del Perú), obras de José Carlos Mariategui (Peruanicemos al Perú), la obra Horas de Lucha de Gonzales Prada y la obra de José María Arguedas (Todas las Sangres), todo puesto en la mesa del oficial de guardia. Los caducos reglamentos copiados de los manuales del Ejército de Estados Unidos, como el Servicio Interior, Servicio en Guarnición, Código de Justicia Militar y otros los tenía en un cajón solo para mostrarlos a los jefes de ronda y jefes de seguridad, sobre todo durante la verificación del servicio en horas de la noche, los contenidos en los párrafos de los reglamentos me lo sabían de memoria. Aquel día el mencionado oficial, mostrando total prepotencia y arrogancia trató de conminarme e intentó incautar dichas obras literarias, a lo que me opuse tenazmente; por ende, se origina una fuerte discusión, en ese momento él me decía: "¿suboficial por qué tienes esas cochinadas en la mesa de la guardia de prevención en vez de tener los reglamentos?", ante sus requerimientos inmediatamente saqué los reglamentos que se encontraban bien guardados en un pequeño cajón y se las mostré en el acto, a quien le dije: Mi mayor los reglamentos no son para ser estudiarlos. Ante mi resistencia, dijo: "ah muy bien y se fue", al día siguiente finalizado mi servicio me encontraba en mi alojamiento realizando un ligero higiene bucal, en esas circunstancias mi alojamiento fue allanado, de sorpresa tocan la puerta y era el oficial de Inteligencia (S-2) quien al ingresar verificó mi alojamiento de rincón a rincón y encontró todo el material bibliográfico en mi poder como (libros, revistas, periódicos, etc); anotaron todo como si fuera levantamiento de un inventario, pasaron los meses algunos oficiales ya me miraban con otros ojos, inclusive el capitán Pinedo (oficial de reserva) del Batallón de Infantería Motorizado "Glorioso Ayacucho" N° 3, un día me dijo "cómo estas terruquito", a este oficial también le puse en su sitio como debe ser, cosas así sucedieron contra mi persona, hubo abusos, hubo discriminación que en aquellos tiempos era muy común. En conclusión, el problema se origina por asuntos de lectura, yo he leído todo tipo de obras literarias, libros de historia, periódicos y revistas. El mayor Farfán se chocó con un suboficial que no se comportó como un ignorante doméstico, mi actitud le causó mucha ira; por ende, como es normal sacó a la luz su prepotencia, tratando de buscar y encontrar la sinrazón por mínimo que sea para sancionarme por cualquier falta insignificante. Así transcurrían los meses en el batallón, al final se vengaron con la nota del fin de año.

Llegó el mes de diciembre de los años 1990 y 1991. Los que me conocen saben que yo no soy ningún mediocre, en mi especialidad he sido eficiente, he sido atleta de los buenos en la 8va División de Infantería y uno de los mejores en la Primera Región Militar, soy apto para trabajar en cualquier guarnición. En el Ejército del Perú, el mes de diciembre es el mes de las calificaciones, en aquellos tiempos yo fui el peor calificado de todos los suboficiales, con la nota de 92:00 puntos en el año 1990 y con la nota de 91.500 puntos en el año 1991, con esas notas nadie asciende al grado inmediato superior; por ende, como se dice en el ámbito militar me quedé marcando el paso como Suboficial de Segunda por muchos años, mi delito siempre fue decir la verdad, por reclamar mis derechos, por reclamar los derechos del personal de tropa y por no permitir que me pisen el poncho, ese es el precio que uno gana por hacerse respetar. Muchos mediocres, inaptos e ineptos que existen en el Ejercito del Perú, en los meses de diciembre son bien calificados, porque a lo largo de los meses se comportan como domésticos, siempre agachando la cabeza, permitiendo abusos de racismo, humillaciones, discriminación, marginación, insultos, etc, y sobre todo por guardar silencio del robo que cometen los comandantes de Unidad. Los testigos son, los suboficiales Paulino Cueto Flores, Mejía Sánchez Adelicio, Víctor Ordoñez Vidal, José Rengifo Corcuera, García Chapiama y Odón Flores.

LA HISTORIA DEL COMANDANTE JOSÉ GALVEZ Y EL SUBTENIENTE ENRIQUE BRAVO

En el mes de enero de 1991 llegó al Batallón de Infantería Motorizado "Iquique" N° 31 de la 8va División de Infantería, el subteniente Enrique Bravo, él era un moreno fornido y de gran estatura, decían que había sido integrante de la selección de básquet de la Escuela Militar de Chorrillos, desde su llegada en poco tiempo este subteniente se convirtió en el dolor de cabeza para el Comandante José Gálvez, resulta que este oficial subalterno fumaba cocaína, él se negaba ir al servicio de guardia en el polvorín y al Puesto de Control N° 1, siempre aducida sufrir de hemorroides crónico, cuando salía de paseo a la ciudad de Talara, peleaba con el personal de la Policía Nacional del Perú, un día había masacrado a un capitán y a dos suboficiales de esta Institución.  Los malos antecedentes de este oficial se incrementaba en las zonas de Talara, El Alto y alrededores, en estos lugares se había convertido como el terror de los restaurantes y transportistas, tal es así que comenzaron a llegar muchas quejas de todo sitio, al respecto el sargento 1° reenganchado Richard Castro Vásquez, me narró lo siguiente, dijo: "Mi suboficial, el subteniente Bravo llega a los restaurantes y pide todo tipo de comida, come a lo grande, luego como si fuera arte de magia se desaparece, en otros casos aduce tener dinero en la mochila o cualquier astucia le sale y desaparece sin pagar". Así pasaban los meses, en esas circunstancias, una madrugada cuando me encontraba de oficial de guardia del Batallón, la policía de la ciudad de Talara le había capturado al mencionado Oficial totalmente drogado, quien había estado asaltando a los transeúntes cerca al campo ferial de la ciudad y le hicieron llegar en un vehículo de la Patrulla policial, él estaba completamente tapado la cabeza y engrilletado. Ante las constantes indisciplinas de este subteniente un día en la hora de Lista de Diana, el Comandante de Unidad le llamó la atención delante de todo el personal, recuerdo muy bien que el subteniente no se dejó intimidar y también comenzó a cuestionarle al Comandante, por ende el Comandante Gálvez desenfundó su pistola plateada de calibre 9 mm, cargó y le apuntó en la cabeza al subteniente, a una distancia de 10 metros aproximadamente, dijo: "Te voy a matar miserable de mierda" en ese instante también el subteniente reaccionó y sacó su pistola, ambos quedaron frente a frente con la pistola listo para ser empleado, en ese momento el subteniente se llenó de valor y le decía al Comandante "dispara miserable, dispara ¿Qué esperas? dispara", como es normal hubo momentos de mucha tensión, los oficiales, y suboficiales y el personal de Tropa SMO permanecimos observando todo el peligro, en total silencio; luego ambos declinan y guardan sus armas. El subteniente Bravo procede a abandonar el cuartel junto con su Tropa y se dirigen con destino a la Comandancia General de la 8va División de Infantería, donde el oficial fue capturado por la Policía Militar y el personal de Tropa fue conminado a retornar al cuartel. El subteniente Bravo durante 24 horas permaneció depositado en el calabozo de la Policía Militar, en horas de la noche fue trasladado al cuartel, donde fue depositado en el calabozo especialmente acondicionado en el alojamiento de oficiales, donde permaneció depositado e incomunicado por lapso de un mes completo, por ende también el servicio de guardia se incrementó día y noche, para él dispusieron un servicio de guardia muy especial, no salió para nada durante 30 días, recibía sus alimentos dentro del recinto (calabozo), desde su cautiverio, con los sargentos que les custodiaba comenzó enviar unos papelitos con mensajes breves de manera secreta, cuyo destinatario eran todos los oficiales y suboficiales, a quienes él nos consideraba como sus amigos y de las "fuerzas leales" el texto de uno de sus mensajes decía: "Suboficial Pineda, averigua bien mi situación administrativa, me dijeron que el parte ya estaba listo para ser enviado a Piura, espero respuesta de este asunto y otros, firma el subteniente Bravo". Mi almacén de Comunicaciones quedada al costado de la sala de operaciones, solamente lo separaba una división de madera con tablones contrachapado, un día llegó al batallón el señor General Oscar Tramontana Comandante General de la 8va División de Infantería y reunió a todo el personal de oficiales en la mencionada sala y yo que me encontraba en el almacén escuché con claridad toda la conversación del General con los oficiales del Batallón de Infantería Motorizado "Iquique" N° 31; el detenido ya había cumplido un mes en el calabozo, al respecto el señor General dijo: Autorizó para el subteniente salga a distraerse, y salió en horas de la tarde, a quien le dije: "mi subteniente hay que jugar fulbito en la canchita de tierra de la Companía Comando y Servicios, así fue, todas las tardes jugamos fulbito hasta anochecer, mientras los cinco hombres que les custodiaba permanecían como espectadores, la rutina de todos los días distrajo a los custodios, pero un día finalizado el partido me dijo lo siguiente: "Suboficial Pineda, muchas gracias por todo, hoy día me voy del cuartel y nunca más me verán, me despido de todos ustedes", un oficial que también fue uno de sus amigos y/o de las fuerzas leales, en ese momento distrajo al personal de tropa de seguridad que en total eran cinco efectivos, nadie lo vio, ¿Cómo salió del calabozo?, ni por donde salió del cuartel. Desde la ciudad de Talara, siendo las 23:00 horas aproximadamente, llega el Comandante José Gálvez  y manda llamar al capitán de día, a quien le dice lo siguiente: "Creo que le visto al negro en Talara o me equivoco, verifiquen el calabozo" efectivamente el subteniente se había escapado, en ese momento el personal de seguridad le buscó por todo lado, el resultado fue negativo, efectivamente el subteniente conocido como el "negro" se fue del cuartel y del Ejército para siempre, le formularon su parte de abandono de destino adjuntando todo sus antecedentes y todos se limpiaron la mano, especialmente el Oficial de Inteligencia el (S-2) de la Unidad. Si la justicia llegara para todos por igual en este caso el que tenía que irse del Ejército también era el Comandante José Gálvez, por su condición de inmoral y por dar mal ejemplo al personal bajo su mando, pero no, él se quedó gracias al apoyo de General de Brigada Comandante General de la 8va División de Infantería el tristemente célebre, General de Brigada Oscar Tramontana Monge.

ESTAFA A LOS SOCIOS EN EL BATALLÓN DE INFANTERÍA MOTORIZADO “IQUIQUE” N° 31

El 31 de diciembre de 1991 se consumó la estafa; ergo, en los primeros días del mes de enero de 1992 me apersoné al Cuartel General de la 8va División de Infantería, presenté mi denuncia por escrito a la Inspectoría, se negaron a recibirlo, me dijeron que toda denuncia o queja es por conducto regular, recuerdo todo lo que viví en aquellos años como si fuera hoy, todos los oficiales de la Comandancia General hicieron el espíritu de cuerpo, todos a una sola voz me dieron la espalda, me miraban como si fuera un bicho raro, en aquellos tiempos el suboficial era visto como un paria, nadie me hablaba. Regresando al cuartel no podía creer lo que me sucedía, pues yo fui el mayor aportante a la Cooperativa interna del batallón, mi sueldo del mes y mis ahorros de muchos años lo reuní y aporté.

En las primeras semanas del mes de enero del año 1990, el Teniente Coronel de Infantería José Gálvez  crea una "Cooperativa interna" dentro del Batallón de Infantería Motorizado "Iquique" N° 31, donde participaron todo el personal de oficiales, y suboficiales, con diferentes cantidades de acciones. Reunido el dinero se compró una pequeña embarcación para la pesca, donde laboró a tiempo completo e la pesca el suboficial de 1ra instructor militar Aurelio Herrera Cáceres, partiendo desde el muelle de la ciudad de Talara el suboficial al mando de cinco soldados; luego tomó el mando el suboficial de 2da enfermero militar García Chapiama, quien también laboró a tiempo completo al mando de cinco soldados, como es normal hubo buena ganancia en dos años. Llegó el 31 de diciembre de 1991, con este dinero el comandante José Gálvez nos estafó a todos, se fue del batallón, a nadie le devolvieron ni un solo céntimo, por la mayor cantidad de mis aportes yo fui el gran perjudicado, el mencionado comandante se fue del batallón pasando a laborar en el año 1992 en la comandancia de la 8va División de Infantería bajo el amparo de su amigo el General de Brigada Oscar Tramontana Monge, su protector. Cuando todos los aportantes se habían acobardado por miedo al castigo; en mi condición de mayor aportante, en el mes de febrero de 1992 presenté Mi Informe N° 001/MPR dirigido al señor Teniente Coronel de Infantería José Aliaga Chávez (Comandante de Batallón para el año 1992), este Informe se remitió mediante Oficio N° 042 S-1/BIM 31, con fecha de 25 de febrero de 1992 para el señor General Oscar Tramontana Monje (Comandante General de la 8va División de Infantería). En mi condición de mayor aportante con diez acciones, en aquellos tiempos equivalente a setecientos $750 dólares americanos, no me crucé los brazos y continué luchando a fin de recuperar por lo menos mi aporte (capital), luché sin el apoyo de los demás aportantes para que los aportes sean devueltos a cada uno, nadie me apoyó, como es normal en estas situaciones la Inspectoría de la 8va División de Infantería ni siquiera tomo interés para investigar este caso, más al contrario el General de Brigada Oscar Tramontana Monge me sancionó con ocho (8) días de arresto de simple, cuya papeleta les muestro como medio probatorio. Está totalmente comprobado cuando se trata de dinero los Oficiales cierran filas, y las Inspectorías también son cómplices, definitivamente en aquellos tiempos fue muy difícil encontrar justicia.

Cuando un suboficial actúa como un doméstico, te dicen "eres buen cholo ", si por ahí levantas la cabeza y reclamas tus derechos te dicen "cholo de mierda" o "serrano de mierda quiere levantar la cabeza porque ha leído algo", este tipo de tratos recibí bajo el comando de algunos oficiales superiores. Relacionado a mi reclamo que presenté en la 8va División de Infantería (Inspectoría) para la devolución de mi aporte, más los intereses de los años de 1990 y 1991, al respecto no encontré justicia, más al contrario ya me habían amenazado que me iban a sancionar y cumplieron con la amenaza y me sancionaron, los papeles siempre seguirán hablando como medio probatorio del gran daño psicológico que cometieron contra mi persona. Cuando ya no había justicia en el Cuartel General de la 8va División de Infantería del distrito de Lobitos, yo proseguí con mi reclamo, un día viajé a la ciudad de Piura y me presenté en la Inspectoría de la Primera Región Militar, ya no respeté el conducto regular, pero en esta dependencia también me dijeron que mi queja o reclamo tenía que seguir su curso regular con elevación desde la Inspectoría de la 8va División de Infantería. Relacionado a mis reclamos ya habrían coordinado entre Generales y Coroneles, pues de ellos siempre ha sido el Ejército, ellos son los dueños del Ejército, ellos mandan, ellos coordinan luego te difaman y te calumnian, inventan motivos para la sanción; la queja de un suboficial por más razón que tengas contra ellos no implica nada, se reclama para salir perdiendo, pero en el camino pierdes la batalla, pero no la guerra. En la (Inspectoría) del Cuartel General de Piura me escucharon mis reclamos pero me dijeron que actuarían si mi expediente llega por vía conducto regular, entonces procedía así como ellos me ordenaron, pero mis papeles nunca llegó a su destino, es decir a Piura. El mismo día en el Cuartel General de Piura me entregaron un sobre dirigido al G-1 de la 8va División de Infantería y grande fue mi sorpresa pues contenía mi destaque a la Primera División de Caballería en la ciudad de Sullana, me cambiaron de batallón de un momento a otro, me destacaron al Regimiento de Servicios N° 51, este cambio repentino sin goce de viáticos para mi persona fue un golpe muy fuerte en lo anímico, pero tenía que cumplirlo como soldado. Retorné al Batallón de Infantería Motorizado "Iquique" N° 31 de Lobitos con el documento de destaque a la primera División de Caballería de la ciudad  Sullana, este tipo de destaque significa que uno labora en otro sitio, pero sigues perteneciendo a tu Unidad de origen, en este caso yo seguía perteneciendo a la 8va División de Infantería, siendo mi batallón el Batallón de Infantería Motorizado "Iquique" N° 31 con sede en el distrito de Lobitos; ergo, cada fin de mes tenía que regresar desde Sullana a Lobitos para cobrar mi sueldo. En Sullana permanecí solamente cuatro (4) meses, pues con fecha uno (1) de julio me cambian a la 32a Brigada de Infantería con sede en la ciudad de Trujillo, y de Trujillo llegué para trabajar en el Batallón Contrasubversivo N° 323 con sede en el distrito de Huamachuco, provincia José Faustino Sánchez Carrión, La Libertad; como queda demostrado, para no seguir "jodiendo" me cambiaron de guarnición a guarnición, todo este movimiento ocurrió en el año de 1992, pasaron los meses y los años nunca recibí respuesta de mis reclamos para la devolución de mis aportes. Lo que si me gané fue sanciones de arresto simple de doce días, firmado nada más ni nada menos por el amigo íntimo del comandante Cesar Gálvez, el señor General de Brigada Oscar Tramontana Monje, Comandante General de la 8va División de Infantería con sede en el distrito de Lobitos, Talara, 1992.

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