El
caserío de Chichucancha, es uno de los caseríos del distrito de Chavín de
Huántar, provincia de Huari, Ancash, ubicado a 4000 metros de altura sobre el nivel del mar, muy cerca
a los dominios del nevado jatum jirka Huantsán de 6395 metros de altura, que en el año de 1945 con su poder mágico evitó el traslado del Dios Lanzón del Monumento Arqueológico de Chavín a Lima.
Chichucancha,
es un caserío poblado por los mitimaes, grupos de personas de baja estatura de
origen cuzqueño que en idioma español significa grupo de personas
"desterrado" conocidos como "wichus", trasladados
a territorios conquistados posiblemente durante el reinado del Inca Túpac
Yupanqui, con la finalidad de enseñar el idioma, religión, difundir el trabajo
comunitario y las costumbres del imperio de los Incas.
El
camino ancestral pre inca (uné chakinaani) construido tal vez en la época del templo del Monumento Arqueológico de Chavín antiguo, es decir, anterior a la cultura Wari y del imperio de los Incas, une a los distritos de Chavín de Huántar con el
distrito de Olleros, provincia de Huaraz; este camino se prolonga por las inmediaciones de este hermoso y milenario caserío con dirección al paraje de la puna Shongu y la cordillera de Yanashallas punta, y baja al paraje de la puna Arhuacancha y el caserío de Huaripampa.
Antes de la existencia de carreteras en el departamento de Ancash, la ruta "chakinaani" que atraviesa este caserío fue muy transitado por los viajeros, arrieros y comerciantes que se trasladaban desde el Callejón de Huaylas al Callejón de Conchucos y zonas cocaleras del departamento de Huánuco; siempre fue una ruta muy difícil donde las mayores
dificultades fueron las inclemencias meteorológicas como el frío, las lluvias y el
nevado. En la actualidad este camino lleno de muchas historias y anécdotas se ha convertido, sobre todo para los jóvenes como el principal ruta de Trekking entre la ciudad de Huaraz, Olleros y el distrito de Chavín de Huántar.
Durante
el convulsionado mes de junio del año 1883, las tropas del ejército chileno de las tres armas (infantería, caballería y la artillería) comenzaron a transitar en las zonas del departamento de Ancash. En el caserío de Chichucancha, un día
del verano serrano, como de costumbre doña Eulogia se levantó muy temprano, abrió la
puerta de su choza y colocó en la parte más alta una pequeña bandera de lana
blanca de oveja que jugaba con el viento de la mañana y una pequeña antorcha
con las hojas secas de maíz, la bandera anunciaba la venta de pan elaborado
con harina de trigo y la antorcha anunciaba la venta de chicha de jora.
Muy temprano caminando sobre una gruesa capa de escarcha apareció la “wicha” Santosa, joven mujer con amplias polleras de saya negra. La joven pastora como de costumbre saludó como todas las mañanas a doña Eulogia, buenos días
doña Eulogia, saludó la noble pastora; buenos días Santosa, ¿Cómo has
amanecido?, contestó Santosa: "anoche he tenido un mal sueño, “yawar mayutami
sueñorgho, yawar mayutami sueñorgho, imarak pasangha, imarak pasangha,” (he soñado río de sangre,
he soñado río de sangre, no sé qué sucederá, no sé qué sucederá ), prosiguiendo dijo: "al despertarme me puse a cavilar
acompañado por una pena que me dio ganas de llorar, no he podido dormir".
Yo
tampoco he podido dormir, agregó doña Eulogia: " Los perros comenzaron aullar a la
media noche y no han parado hasta el amanecer, ¿Qué irá a suceder?". Hoy, tienes
que llevar los animales con mucho cuidado por las alturas de Jato, no muy lejos,
anda por Mitupampa, en esa pampa hay suficiente pasto verde y pozos
con mucha agua cristalina. Luego, regresas temprano. Contestó Santosa: " Está
bien doña Eulogia; si alguna cosa sucede yo vengo corriendo a avisarle, que diosito
nos cuide en todo momento".
Doña Eulogia era una mujer de baja estatura de amplias polleras de color negro, le dijo: "No te preocupes Santosa, mañana en la tarde deben regresar desde el distrito de Chavín,
Caurino y Viviano, con la venta de quesos y dos sacos de papa, traerán consigo las compras de tres onzas de coca, azúcar y sal para el mes, ya tendremos companía". Para su mirkapa de Santosa le
trajo en ghepina de tela blanca dos mates de garamphis con garán de jatun rahuash cuchi, aderezado con abundante chincho y cebolla, en otro ghepi huk puku de suculento
papa huayro con su rocoto molido. La noble pastora se levantó con su colorido jaku en la espalda, llevando consigo su alimento para el medio día y comenzó a caminar con pasos vacilantes, pues en su interior presagiaba malos augurios. Santosa se persignó y comenzó arriar sus ovejas, burros y vacas lecheras; junto
a ellos iba su inseparable perra yanaurko, madre de los perros muru pachu y yana cutus. Al
llegar a Mitupampa, los animales empezaron a comer el pasto fresco; los
perros descansaban bajo la sombra de pequeños árboles; la pastora muy contenta los observaba sentada entre los ichus del Jatun Jirkan que era un mirador muy estratégico. Al medio día, sentada en una lomada, siempre atenta, comió su rico mirkapa, luego permanecía muy pensativa contemplando a los cerros circundantes, Jatun Jirkas que viven y se comunican según la cosmovisión del hombre andino.
El día jueves 14 de junio, antes del medio día del verano serrano, la pastora Santosa
observó a lo lejos, en la parte baja del caserío de Chichucancha un grupo de personas con ropa de mismo
color, caminaban apresurados, aparentemente con dirección a ella. La pastora muy asustada corrió y se ocultó detrás de una piedra grande para ver desde ahí
quienes eran aquellas personas, el grupo se acercaba cada vez más y pudo
apreciar que algunos venían montados en caballos, también pudo notar que
portaban armas de fuego lo cual aumentó más su temor y preocupación, pero
además pudo observar la bandera peruana, los gorros de color rojo y uniforme de
bayeta blanca de la mayoría de los hombres, esto le dio un poco de
tranquilidad, ¡son nuestros soldados se dijo a sí misma!, seguramente continua la
guerra con Chile, en ese momento recordó el comentario de unos arrieros que
días antes pasaron por la casa de doña Eulogia. Ellos habían contado que la
guerra con Chile continuaba a nivel nacional y los soldados de ese país ya
habían ingresado al departamento de Ancash, venían buscando oro y plata en la
casa de los humildes campesinos y si estos no cumplían con sus requerimientos,
mataban todo lo que encontraba a su paso, sin importarle los niños, mujeres o
ancianos: pero lo más indignante y preocupante era que esos miserables hombres
antes de asesinar a las mujeres las violaban. Momentos en que los perros comenzaron
ladrar desesperados, muchos hombres estaban muy cerca de ella, de pronto
escucho una voz que le decía: ¡Hola!,
grito uno de los hombres, no te escondas, no tengas miedo, no te va a pasar
nada, solo dinos si hay una casa cerca, tenemos mucho hambre y hay soldados
enfermos. En ese momento la joven pastora temblaba, no sabía qué hacer,
nuevamente volvieron a su mente las palabras de los arrieros y se puso a
llorar.
Somos soldados del Ejército peruano, habló el jefe montado en un hermoso caballo negro de frente blanca, ayúdanos hija no tengas
temor, llevamos en nuestras venas la sangre incaica, la misma sangre que tu
llevas, somos peruanos, somos tus hermanos; momentos que la joven campesina no tuvo
otra alternativa y decidió dar la cara; se le acercaban cientos de soldados andinos con su vestimenta de bayeta de color blanco con
el rostro sudoroso, llevaban amarrados a la cintura el poncho de lana de oveja de color marrón claro, en su mayoría portaban fusiles viejos sin bayoneta. No
me hagan daño por favor, dijo la joven pastora con voz temblorosa. No te preocupes hermana, ¿Cuál es el camino a la ciudad de Huaraz?.
Por acá,
hacia arriba existe desde muchos siglos un camino muy antiguo, contestó Santosa. El oficial preguntó: ¿hay alguna casa cerca?. Si, la casa de mi
patrona queda acasito nomas, por ahí pasan los viajeros que van desde el Chavín de Huántar a la ciudad de Huaraz y también a otros lugares. En tono fraternal el jefe le dijo: "Vamos hija es importante hablar con ella".
Santosa,
ya un poco más tranquila, caminó junto al oficial al mando, indicándoles el
camino a seguir; al cabo de quince minutos llegaron al pequeño caserío de
Chichucancha de la etnia “wichu”. Doña Eulogia al ver a los soldados se sorprendió y
corrió apresurada a su casa, la pastora entro y contó todo a su patrona que
estaba muy asustada, ella entendió que era importante su apoyo en este momento,
salió e hizo pasar a los jefes de los batallones, la casa era pequeña por lo que el personal de tropa ocupó los amplios corrales de piedra. Después que los
jefes de la tropa explicaron a Eulogia el problema que estaba atravesando
nuestra patria, la mujer sirvió leche, pan serrano y cancha para todos los soldados. En esos momentos también, bajo un cobertizo con techo de paja de cebada, Santosa colaboraba con el personal de tropa, a cada uno de ellos les recomendaba para que no dejen de chacchar la sagrada hoja de coca para contrarrestar los efectos de la altura, sobre todo para saciar el hambre; les dijo: "en esta larga marcha sin las hojas de coca no podrán sobrevivir". La pastora de un momento a otro se había convertido en experta enfermera, quien viendo a muchos soldados con los pies ulcerados por la larga caminata desde la ciudad de Tarma, Junín, les ordenó que se sacaran las ojotas y las heridas de los pies les lavó con agua de rayan, congona mezclado con sal, las heridas muy pronto se cicatrizaron, a cada uno le hizo beber una taza de agua de coca caliente y todo el malestar desapareció, después de un breve descanso los soldados andinos se pusieron de pie aptos para la marcha.
Cuando finalizo todo, dando las muestras de agradecimiento el soldado Lorenzo Yupanqui Berrios del Batallón Concepción le dijo: "Joven Santosa, usted es muy buena, eres
ágil y muy inteligente, mucha gracias; el enemigo que nos persigue está muy cerca, las heridas se cicatrizaran sobre la marcha, el hambre pasará, nosotros proseguiremos la marcha hasta el paraje de Arhuaycancha, lugar donde
pasaremos la noche". Las tropas porcedente de la ciudad de Tarma, Junín prosiguieron su marcha por la ruta de la puna Shongu, y por la ruta del cruce de Yanashallas punta sobre los 4700 metros de altura sobrel el nivel del mar.
Cuando
se fueron los soldados peruanos las mujeres se quedaron muy preocupadas e
intranquilas, a cada momento salían al gran mirador Jatun Jirkan para observar
quien se acercaba o por que los perros ladraban, transcurrió la tarde y
afortunadamente no pasó nada.
Doña Eulogia le habló a Santosa, prende una vela, vamos a rezar a la virgen Carmelita de Chavín de Huántar antes de
acostarnos, pero también se encomendaron a los cerros tutelares de la zona Pogoc, Huacac y Huantsán; dijeron mirando hacía el cielo con la palma de las manos juntas: "Señor todo poderoso te lo pedimos por nuestras familias, por nuestros
soldados, por nuestra patria y por la paz".
Ambas
habían acordado pasar la noche juntas para hacerse compañía y apoyarse en caso
pasara algo, la noche aparentemente estuvo tranquila, no pudieron dormir
pensando en que cualquier momento llegarían los soldados chilenos que le
perseguían al General Cáceres y sus harapientos tropas de 2240 hombres que se desplazaban a pie desde la ciudad de Tarma, Junín con destino al distrito de Huamachuco, provincia José Faustino Sánchez Carrión.
El día lunes 18 de junio en horas de la mañana los perros empezaron a ladrar
desesperadamente, entonces se escucharon a lo lejos tres disparos de fusil, las mujeres
un tanto confundidas y llenas de miedo corrieron hacía Jatun Jirkan (mirador ubicado
al frente del paraje de Jato), desde el mirador observaron que se acercaba hombres
montados en caballo y a pie con trajes militares de pantalón rojo y polaca azul, eran
sin duda los soldados de Chile. Momentos que las mujeres corrieron a sus chozas
a fin de evitar el robo de sus animales y cosechas. De pronto se apersonaron y una
voz fuerte y desagradable, dijo: "Todos
los que están dentro, salgan con las manos en alto, si obedecen no les va a
pasar nada"; las mujeres no sabían que hacer, si salir o tratar de escapar por
la parte posterior de la choza, hacia el cerro Condorsharinan, pero más el
fervor patriótico de doña Eulogia salió a relucir.
¡Vamos
Santosa! En nombre de Dios del cielo y por nuestra patria salgamos, tenemos que
cumplir con el pacto que hemos hecho con nuestro glorioso ejército; las dos
mujeres con las manos en alto salieron a la puerta de la choza.
¿Y los demás por que no salen? reclamó el jefe
con tono energético, ¿dónde están los varones de esta casa?. No hay nadie más
señor, estamos solas, contesto Eulogia. ¿Cómo que están solas?, el jefe inmediatamente
les ordenó a sus soldados buscar hasta el último rincón. Los soldados
ingresaron a las casas y buscaron en todos los rincones además de romper las
cosas que encontraban en el camino, no hay nadie más jefe, informó uno de los
soldados.
Seguramente
han huido los cobardes, a propósito ¿a qué hora pasó la tropa de soldados
peruanos por este lugar?. Pasaron el día 14 al medio día, señor; han pasado en
las horas cuando hemos permanecido pastando nuestros animales por Inca Cancha
que está al frente, señor, respondió Eulogia, recordando las recomendaciones
del jefe peruano, les engañó a los chilenos.
El jefe chileno dijo: "Las huellas aún están frescas, estarán posiblemente en Arhuaycancha o Huaripampa, no hay por qué apresurarse, tenemos que alimentarnos
bien para soportar la larga caminata hasta el caserío de Huaripampa", especificando todo los detalles, el mando chileno ordenó descansar a sus tropas y procedió bajar de su cabalgadura.
¿Hay
algo que comer acá?, preguntó un soldado Araucano, armado con un fusil casi nuevo puesto la bayoneta de hoja larga, quien además portaba en la cintura un cuchillo corvo en estuche de cuero. Eulogia contestó, jefe solamente tenemos pan
serrano de trigo y chicha de jora.
¿Y
esas vacas, no dan leche?, si no dan leche que den carne, habló uno de los oficiales
de abundante barba. No se preocupen jefes, tenemos abundante leche, respondió doña
Eulogia, solamente falta hervirla. El mando dijo qué esperan?, la tropa tiene
hambre y sed.
Las
mujeres se dirigieron rápidamente a la cocina para hacer fuego y hervir la
leche, mientras tanto los militares chilenos se dirigieron hacía el corral
donde estaban las vacas lecheras y las mataron a balazos, luego con sus puñales
corbo a tres de los animales los desangraron, desgarraron el cuero y dejaron
lista la carne para ser sazonada, inmediatamente ordenaron a las campesinas
preparar una res para la tropa, las demás las llevarían como provisión para su
viaje. Las mujeres al ver a sus animales asesinados, se les desgarraban el alma
y empezaron a llorar, sentían la más profunda tristeza e ira y al mismo tiempo
la impotencia de no poder reclamar nada, pues los soldados chilenos estaban
dispuestos a todo. En todo momento con total sumisión obedecieron a los uniformados, pues sus
movimientos eran controlados por los soldados hambrientos. Cada vez que podían,
las mujeres hablaban en silencio recordaban el plan acordado con el General
peruano, para envenenar a las hambrientas tropas chilenas, pero no había vidrio
molido para darles en mazamorra, no había yeso para darles en mazamorra ¿qué
hacemos dijeron secretamente mientras cocinaban?. Los soldados hambrientos
devoraron los panes en un dos por tres, terminaron la leche caliente y también tomaban
la chicha de jora y estaban en espera que las campesinas terminen de cocinar la
carne de res. Después de algunas horas de espera las mujeres comenzaron a
servir el rico potaje, que en esa oportunidad tenía bastante ají, por lo cual
los soldados chilenos pedían cada vez más y más chicha de jora que estaba muy
agradable y sobre todo dulce, pero en esta ocasión aquella bebida peruana tenía
un ingrediente muy especial y particular. Los soldados quedaron complacidos con
la abundante comida que aquellas mujeres prepararon demostrando tener sazón y
gusto con las hierbas del campo como el orégano, chincho y el huacatay, después
del gran festín los infelices aún pedían más chica. El ingrediente que se colocó en los alimentos
de los soldados chilenos era un veneno incoloro, inodoro e insípido, por lo
cual los soldados no sintieron nada en especial al momento de ingerirlos (Según
narra la gente antigua de estas zonas el veneno que Eulogia utilizó le fue dado
por dos brujas que vivían en la puna del cerro Chichucancha el cual fue
preparado en base a hierbas de ese lugar). Los enemigos terminaron de comer y totalmente
satisfechos iniciaron la caminata persiguiendo a las tropas del Perú, pero a
poca distancia del lugar de los hechos comenzaron caer como moscas por el
efecto del veneno que fue fulminante, todos murieron.
Cuando
las mujeres celebraban el éxito de sus propósitos contra los enemigos que
habían matado sus vacas lecheras, al cabo de una hora y media aproximadamente
se escuchó nuevamente el estruendo de tres balas de fusil, en esos momentos las
campesinas nuevamente corrieron hacia Jatun Jirkan (mirador) y vieron
asombradas que venían más soldados chilenos por las rutas del caserío de Nunupata y caserío de Lanchan, era una inmensa fila de más de mil hombres de caballería e infantería, ellas muy asustadas se
encomendaron a Dios todo poderoso, dijeron: ¿ahora, que hacemos, no podemos
escapar?.
Era
el grueso del Ejército chileno que estaba subiendo desde el distrito de Chavín de Huántar al mando del coronel Juan León García guiado por el coronel peruano huancayino (traidor) Luis Milon Duarte,
quien se había pasado al bando enemigo convirtiéndose como traidor a la patria. Cuando estos llegan, en las
inmediaciones del camino encontraron más de 50 soldados muertos, los mismos
que habían sido la vanguardia de los invasores. El jefe chileno un barbudo de
tez blanca, dijo: ¿Qué les ha dado de
comer a mis compañeros, mujeres de mierda? Y uno de ellas contestó, jefe ellos
desde Chavín ya han venido enfermos, aquí solo han comido un poco de pan
serrano. No mierdas, ustedes han envenenado a varios de mis compañeros de la vanguardia, el jefe y la tropa, todos han muerto.
Yo no sé de qué habla señor, no les hemos dado
nada de malo, Santosa con total serenidad les dijo que ellos ya habían llegado
enfermos desde Chavín. ¿Cómo que llegaron
enfermos india de mierda?, mentirosa de mierda diciendo le disparo una bala en
la sien, Eulogia vio cómo su amiga cayó al piso, sintió inmensa rabia, pena y
todos los sentimientos encontrados, recordó cómo conoció a Santosa desde
pequeña, como cantaba cuando pasteaba a sus ovejas en las laderas del frente,
su bella sonrisa, las lágrimas mojaron sus mejillas, pero en ese instante el
corazón se le agrando y comenzó a gritar cual mujer loca de patriotismo y
recordando la promesa que le hizo a los soldados del ejército peruano. ¡Viva el
Perú!, ¡mátenme si quieren!, yo he envenenado a esos perros abusivos de sus
compañeros.
La
mujer con las manos juntas, mirando hacia el cielo parecía pedir perdón a Dios.
¡Maldita india hasta acá llegaste, te llegó tu hora final!, haber mujercita valiente
ahora que dices?. Eulogia tenía un pañuelo rojo y blanco en la mano derecha la
cual levantó lo más alto que pudo y sacando fuerzas de lo más profundo de su
ser gritó con todas sus fuerzas ¡Viva el Perú¡!!!!!!!!!!!!!!!
¡Cállate india de mierda!, le grito el jefe chileno,
dándole un fuerte culatazo con el fusil. La mujer se retorcía de dolor,
cogiéndose el estómago. Vamos a ver si eres tan valiente como dices, el abusivo
le propino dos patadas, ¡Párate!, la tomó de los pelos, la arrastró y la
levantó, ¡Párate! vas a morir como cualquier cosa india de mierda. El jefe se
retiró a unos cuantos metros de la mujer y llamo a tres soldados. Vengan, a mi
voz van a fusilar a esta mierda, a la voz de uno, dos, tres. Sonaron los
disparos y todo se quedó en total silencio.
Momentos
en que el nevado Huantsán se enfureció, se cubrió de una densa neblina negra y
el tormento de lluvias y trueno comenzó, la neblina como un manto negro de luto
se colgaba por los cerros de Chichucancha y los perros aullaban en dirección a
los cuatro puntos cardinales.