domingo, 22 de diciembre de 2019

EL FRACASO DEL CORONEL CHILENO MARTINIANO URRIOLA EXPEDICIÓN DENOMINADA DE LAS "BALAS FRÍAS" 1883

La última campaña de la resistencia, correspondiente al cuarto período de la Campaña de la Breña (03 de agosto de 1883 al 08 de agosto de 1884), según el General Cáceres, tuvo dos personajes históricos centrales: Uno el ejército chileno que comandaba el 3ro de Línea (batallón Maule), con una caballería fresca y en excelente estado, 4 piezas de artillería y 1,554 hombres perfectamente equipados, apoyados por espías ingleses, chilenos y peruanos partidarios del traidor Miguel Iglesias. Por el lado patriota, agrupaciones de guerrilleros, en base del cholo anónimo, indio de ojotas vestido de bayeta y "cordellate", con su rejón en ristre y honda (waraca) a la bandolera. Chuto salido de las altas cordilleras, de esa su jalca (puna) bravía; o el venido de las fragorosas quebradas de la región quechua de los ríos Cachi, el Opa Mayo, el Icho, el Vilca, del Urubamba; o del fosco y montubio runa llegado de las calientes y áridas honduras del Mantaro adentro. 

En aquellos tiempos difíciles para la patria, los emisarios de Cáceres conformado por pequeños comerciantes, campesinos ricos y curas de las parroquias recorrían los caseríos exhortando a los campesinos en español y en quechua para que se unan a la causa nacional organizados en guerrillas para la defensa nacional. Esta forma de organización y lucha lo emplearon los hombres del ande desde los tiempos ancestrales. El General Cáceres respetó esas estructuras tradicionales, y estableció formas duales de mando: uno formal, a cargo de militares de carrera, y otro informal a cargo de cabecillas locales organizados en guerrillas. Todos esos hombres atacaron incesantemente como atrevidas y ardorosas hormigas, indomables y valientes persistieron hasta el final, en actitud agresiva perenne contra el invasor araucano. Aquellos común runa con el solo apelativo genérico de sus ayllus lucharon sin descanso para arrojar al invasor que había osado permanecer en gran parte del Perú apoyado por los mestizos "mistis" traidores.

Pero Martiniano Urriola, el jefe invasor, no iba a enfrentarse a un ejército, solo iba a eludir a un pueblo declarado en guerra. A hombres, mujeres y niños alzados en armas que encendían el fuego de la sangre ancestral guerrera de los Waris. El pueblo organizado en guerrillas sabía que el enemigo no iba a respetarlo. El chileno no conocía el perdón, para el soldado araucano sólo existía la muerte. "Al indio se le liquida. No mas prisioneros, solo contamos a los muertos". Estas fueron las recomendaciones del jefe de la ocupación chilena Patricio Lynch, desde su cuartel general (palacio de gobierno, Lima), al coronel Urriola, con fecha 20 de agosto de 1883.

"Trasmitirá usted al coronel Gutierrez para que también las observe, las instrucciones que tiene usted respecto a conciliar la buena voluntad de los indígenas y de atraerlos por todos los medios posibles a fin de persuadirlos de las intensiones pacificas y benévolas que el gobierno de Chile y sus fuerzas armadas tienen con ellos. Si a pesar de estas sugestiones los indígenas no ceden, ni se convencen y por el contrario se manifiestan amenazadores sea a nuestras fuerzas, sea al gobierno del General Miguel Iglesias Pino, el jefe de la expedición deberá escarmentarlos con extrema dureza". El mismo Lynch reitera a Urriola, con fecha siete de setiembre de 1883. "Como ya se ha indicado, usted ordenará que se ataque eficazmente a las indiadas, si amenazan u hostilizan a nuestras fuerzas, sin escuchar las proposiciones conciliatorias que previamente se les hará".

Protestando por la conducta de las tropas chilenas con los guerrilleros, Sir Clements Markham escribe: Del repase de los heridos peruanos encargóse el afilado corvo araucano. Contiuando luego su retirada los invasores, manchados de tanta infame acción, evacuaron el Valle de Jauja, departamento de Junín".

Pero, desgraciadamente, el peor enemigo de los guerrilleros no fue el invasor chileno, sino los propios mestizos (mistis) peruanos traidores que apoyaban al traidor de Cajamarca Miguel Iglesias Pino y su cobarde Grito de Montán del 31 de agosto de 1882, el cual era un llamado para firmar la paz bajo las condiciones que impusiera el invasor chileno. Y el hecho doloroso de la paz lograda en el Tratado de Ancón se "consumó en los últimos días de esta campaña. Los verdaderos peruanos, esos indios iletrados sólo tenían un credo profundo en esta aciaga hora de la patria: Su amor profundo a la tierra de sus ancestros, tierra que les vio nacer".

Objetivos y desarrollo de las Balas Frías.- El objetivo de la campaña lo describe con precisión militar el jefe de la ocupación Patricio Lynch, en su comunicación del 28 de agosto a Urriola: " El objetivo principal de esta expedición es destruir a los guerrilleros del General Dávila y estorbar que Cáceres pueda reorganizar con auxilio de los pueblos de ese departamento nuevos grupos guerrilleros y por último interceptar un crecido número de armas que según se dice, vienen en camino de Arequipa a Ayacucho.

Urriola no alcanzó ninguno de los dichos objetivos. Antes bien exacerbó más los ánimos de la población y activó la mejor organización de ejército de Cáceres en Andahuylas. En términos militares, pues, la Campaña de las Balas Frías fue un rotundo fracaso y termino con una vergonzosa retirada de los soldados chilenos que en la huida habían perdido hasta sus botas. Urriola salió de Huancayo el 13 de setiembre de 1883. Su viaje duró dos días hasta llegar a Izcuchaca, donde encontró tenaz resistencia de los guerrilleros que defendían el puente. Antes, en Acostambo y Ñahuimpuquio, como otras veces, se produjeron duros enfrentamientos y escaramuzas con muchos muertos en las filas de los invasores.

Al mismo tiempo el coronel chileno Gutierrez, a fin de distraer la acción de los guerrilleros en Izcuchaca, inició su recorrido por Chongos, Colca, y bajó hacía Vilcapampa. La resistencia de los guerrilleros le causaron muchas bajas a las tropas chilenas, como represalia procedieron incendiar las casas en Vilcapampa y marcharon a Moya, donde cometieron diversas atrocidades, sembrando muerte en la indefensa población civil que se había organizado en cuerpos de resistencia guerrillera, armados solo con hondas, machetes y rejones.

El 15 de setiembre, los chilenos tomaron definitivamente el puente de Izcuchaca, quebrando la resistencia guerrillera. Allí, Urriola se unió con las tropas del coronel Gutierrez, que habían arribado a Izcuchaca luego de saquear, después de Moya, a las comunidades de Pilchaca, Cuenca y Conaica, pueblos que demostrando valentía especial, se enfrentaron con sus primitivas armas contra las tropas de Chile, muy superior en cuanto a pertrechos. Gutierrez volvió a Huancayo y Urriola prosiguió su marcha hacía el sur, a Huancavelica. 

EL jefe araucano dispuso incendiar el poblado de Huando (Huañucc Huantu), pueblo bravo de origen anccara. Cuenta la tradición que los huantus se embriagaban tomando chicha en la calavera del enemigo, la que antes había sido expuesta en la punta de las lanzas durante cinco días. Y así lo habían hecho con los cráneos de dos soldados chilenos. Sabedor Urriola de este sacrificio, el 16 de setiembre ordenó el incendio de Huando en castigo de "tamaña barbarie". El 17 Los chilenos llegaron a Huancavelica. La capital se había declarado "ciudad abierta", pues no tenía ningún cuerpo armado que la defendiera. La mayoría de los residentes pudientes se había retirado a sus haciendas, a Castrovirreyna y en gran parte a Villa de Arma.

Martiniano Urriola en la ciudad de Huancavelica: La fuerza de ocupación se quedó algo menos de una semana. En este lapso las tropas chilenas, perfectamente informados por un sistema de quintacolumna bien montado (se habla de un cuerpo bien organizado de espías ingleses y viajeros chilenos, que años antes habían llegado al país a recoger toda información posible. Este es el caso de Max Siebert, ingeniero ingles que había estado antes en Huancavelica, quien llegó con Urriola como consejero de apoyo del ejército chileno. 

Los invasores conocedores de los lugares importantes de la ciudad a través de la información confidencial de los lugareños y personajes notables de Huancavelica, comenzaron su labor de rapiña, tan luego tomaron alojamiento en edificios y lugares públicos y particulares, elegidos con anterioridad. Robaron joyas y cuadros coloniales de todas las iglesias. Cuenta la tradición, que es tomada por Víctor Pacheco Beramendi, sobre el hallazgo por los chilenos de un zurrón envuelto en redecillas de cuero de res en el templo de San Francisco. Otros expresan que fue una petaca, especie de baúl de cuero de res, en la que se habían guardado las joyas más valiosas de los santos, así como copones y joyas litúrgicas pertenecientes a la antigua orden franciscana que había residido en el convento de San Francisco, todas las joyas terminaron en las manos de los invasores. 

Lo cierto es que los chilenos se dedicaron a buscar "tapados" y tesoros ocultos, destruyendo altares y pisos de los templos, así como pasajes secretos existentes entre los templos de San Francisco, Santo Domingo y la Catedral. por estos hechos la población mantuvo un encendido ambiente de hostilidad, pese a la colaboración de un buen número de autoridades y mestizos "mistis" pro iglesistas, grupúsculos traidores. Los indios de Chaccllatacana, Huaylacucho y Santa Bárbara, combatieron con sus primitivas armas contra la incursión de patrullas montadas chilenas que iban a requisar animales, alimentos y forrajes.

La tropa chilena llegó a Acobamba en la madrugada del día 24 de setiembre, sin encontrar el apoyo esperado de la gente, que había huido al campo. Luego de descansar, prosiguió viaje a Caja Espíritu por un camino ancho y plano, hasta alcanzar Marcas, un pequeño poblado que está al borde de la gran depresión que forma el Valle de Huanta. Los chilenos iniciaron el descenso hacía el valle el 27 de setiembre, fecha que marca la continuación de los ataques de los guerrilleros. Desde Marcas se podía apreciar el inmenso valle de Huanta y al fondo los blancos reflejos de Huamanga. Muy temprano Urriola inició el camino de bajada.

En las alturas de Omaconga, los campesinos de la región, bajo el llamado de los "pututos" se agrupaban en son de guerra. Desde este lugar, se podía apreciar que desde los lejanos cerros de Julcamarca, Huanca Huanca y Acobamba, bajaban densas masas humanas, entre polvo y humo. Seña de un extraordinario movimiento de personas que se daban cita para el combate. Los miles de campesinos congregados en Omaconga, tocando sus huacra pucus, esperaba la llegada de los rejoneadores de Congalla y Parisa. Allí estaban ya los comuneros de Ccehuar y Anccara de Caja Espiritu, hablando del legendario comandante general de toda esa masa humana, don Manuel Vargas, que siendo de Secclla encabezaba a todos sus comuneros y a los de Pata. El comandante Santa cruz de la Vega, oriundo de Marcas, luego de consultar con los "principales" decidió el ataque masivo contra las tropas del coronel chileno Martiniano Urriola, quien pugnaba por acelerar la marcha de bajada para alcanzar el puente de Huarpa, dejando así el territorio huancavelicano. Pero ese mismo día y desde los anteriores, en Huanta, los iquichanos, huarpas y los campesinos de la región Rasuhuillca, se habían dedicado a saquear la ciudad, dando muerte a los meztisos "mistis" y blancos que apoyaban al traidor de Cajamarca Miguel Iglesias Pino. 

El ataque guerrillero en la bajada de Marcas conjugo extraordinarios hechos de valentía y audacia increíble. La configuración del terreno era favorable para soltar grandes rocas y piedras contra las columnas del ejército chileno. Para ello había que elegir los lugares apropiados y esto también estaba en las provisiones de defensa de los araucanos, los que tomaron extremas precauciones, para "limpiar" de indios las zonas de peligro. Y toda saliente o recodo sospechoso era revisado minuciosamente por la caballería y por patrullas armadas con fusiles de largo alcance y de gran precisión, produciéndose en muchos casos enfrentamientos con muchos muertos. Pero las balas frías lanzadas por los guerrilleros con ferocidad seguían hiriendo a los combatientes araucanos. Estos, por su lado también destruían, violaban mujeres, arrancaban las cabezas de los capturados, es decir mataban sin piedad. Era dos modos, dos estilos en un solo enfrentamiento a muerte. Según el cronista chileno, las guerras siempre fueron ganadas por el bando con armamento más poderoso y moderno. Esta vez, tal vez no. Relacionado a estos combates escribió el corresponsal chileno: " Desde Marcas caminando 2 leguas se encuentra el río Huarpa. Habíamos marchado la mitad de este trecho cuando ya empezaron los montoneros a hacernos fuego. Pasar el puente es como bailar en la cuerda; se va uno cimbreando como un payaso y sólo puede avanzar pausadamente. Por este motivo el paso de la división demoró algunas horas. Mientras tanto, las fuerzas de infantería y caballería que habían pasado el río por el vado seguían avanzando haciendo retroceder a los montoneros que en grueso numero y armados de fusiles, hondas y lanzas pretendían estorbarnos el paso, a muchos de ellos les costó la vida su atrevimiento. Días antes los huantinos enviaron una nota al coronel Urriola que eran partidarios de la paz y que no harían ninguna resistencia a la pasada de las tropas chilenas. Los indios de los alrededores instigados por un partidario del General Cáceres declararon a los huantinos mestizos de argollistas, pro iglesistas y chilenosos y en número de 3 a 4 mil se dejaron caer sobre la ciudad de Huanta. Los vecinos resintieron armados de unos 25 fusiles, resistieron hasta que se les acabó la munición. Entonces fueron a refugiarse a la iglesia. Teniendo ya los indios libre el paso, empezaron el saqueo más prolijo. Arriaron con todo lo que era útil para lo cual previsoramente habían traído sus mulas aparejados, como es de suponerse se entregaron a mil depravaciones. Hubo muchos asesinatos y escenas repugnantes como el descuartizamiento de personas y cabezas humanas paseadas en las puntas de las lazas. Este estado duró hasta la llegada de nuestras fuerzas, dos días después. En vista de estos bárbaros hechos, los huantinos recibieron a los chilenos los enemigos de su patria como a sus salvadores. No es la primera vez que esto sucede, pues los verdaderos enemigos de la gente honrada y pacifica de la sierra son los que ostentando un falso patriotismo se hacen montoneros y como premio van quitando todo lo que tiene a esa pobre gente sobre todo sus animales y alimentos, que es cuanto tienen. La división permaneció en Huanta hasta el 30 de setiembre de 1883". Cuando el corresponsal chileno dice que los huantinos enviaron una nota al coronel chileno Martiniano Urriola como partidarios de la paz; se refiere a los serranos mestizos (mistis) y blancos de Huanta, que en su gran mayoría residían en la ciudad, conformado por hacendados, terratenientes y grandes comerciantes, quienes siempre simpatizaban con el traidor Miguel Iglesias. En esta etapa de la guerra los campesinos "indios" vieron como sus enemigos a los chilenos así como a los blancos y mestizos del Perú. El corresponsal chileno dice: Los vecinos resintieron armados de unos 25 fusiles, pues se refiere a los mestizos que en esta etapa de la guerra se pasaron al bando enemigo, es decir chilenos y peruanos formaron el Ejército Pacificador del Perú. 

Los chilenos salidos de Huanta, llegaron a Ayacucho donde permanecieron hasta el 13 de noviembre de 1883, fecha en que inicia el descalabrado retorno a Lima, sin haber logrado ninguno de sus objetivos. Y con gran suerte, porque si se hubiesen encontrado con el General Cáceres, que ya había salido de Andahuaylas, habrían sido derrotados en su totalidad.

El ejército chileno al mando del coronel Martiniano Urriola pasando el puente de Huarpa vuelve al territorio huancavelicano. Al jefe chileno se le presentó la gran alternativa de volver a Lima por el camino de Acobamba e Izcuchaca, o proseguir por Mayocc y vadear el río Mantaro, cuyo caudal estaba todavía muy bajo y era posible cruzarlo, ya que el puente, según noticias, había sido cortado por los guerrilleros. Urriola eligió el camino para Tayacaja, pese a los inconvenientes de cruzar con el ejército el río Mantaro. Pero la subida a Marcas, la vuelta a Acobamba y luego a Izcuchaca, se había tornado en una peligrosa aventura, pues los miles de guerrilleros apostados a lo largo y ancho de la bajada aguardaban para repetir los combates tal como lo habían hecho sólo hacía mes y medio. 

Al respecto el corresponsal chileno escribió: " Nuestras fuerzas se vieron obligados a tomar la ruta de Churcampa de los dos caminos que hay a Huancayo, Jauja y Lima, porque en la cuesta de Marcas, famosa por su extensión y por la altura a la que se asciende por ella, se habían apostado miles de guerrilleros que tiraban galgas y hondazos encabezados por basilio Santa Cruz de la Vega y el comandante de los indígenas Villantoy, que hizo retroceder a nuestras fuerzas con numerosas pérdidas". 

La descripción del paso por el río Mantaro, la hace el mismo corresponsal de "El Mercurio" de Valparaiso: "Entonces principiamos a bajar y subir cuestas y más cuestas hasta que ya llegamos al ya citado puente Huarpa. La caballería y tropa del 3ro de Línea avanzaron hasta tomar el puente Mayocc sobre el río La Oroya (Mantaro). Este río se une con el Huarpa y forman el famoso río Mantaro, afluente del río Marañon. La 2da companía tomó el morro y Barahona pasó el río y colocó su tropa al otro lado para proteger la división que aun se encontraba lejos porque los guerrilleros la venían molestando con disparos". 

El paso del río Mantaro, es descrito por el mismo corresponsal de la siguiente manera: "La caballería comenzó a pasar el río cargando a los soldados de la infantería a la grupa; en el segundo grupo pasó la tropa de la artillería con sus bagajes, parque y ambulancia. Los arrieros peruanos leales al general Miguel Iglesias prestaron importantes servicios. A las 10 de la noche quedaba pasar por el río sólo el 3ro de Línea, pues se ordenó fuese el último para proteger la retirada.

sábado, 14 de diciembre de 2019

OCUPACIÓN CHILENA DE CAJAMARCA Y CHOTA FUGA DE MIGUEL IGLESIAS Y DISPERSIÓN DEL EJÉRCITO DEL NORTE

Las fuerzas chilenas impresionados por el resultado de la batalla de San Pablo, ocurrido el día jueves 13 de julio de 1882; ergo, pensando en la traición del General Miguel Iglesias a quien le consideraban como aliado, ordenan desatar en el Norte del Perú la guerra de arrasamiento a sangre y fuego, similar a la que ocurrió en el Centro del Perú durante la resistencia de Cáceres.  

El 3 de agosto de 1882, la división chilena al mando del Coronel Demetrio Carvallo Orrego emprendió la marcha desde San Pedro de Lloc, la otra división chilena a mando del Coronel Silva Vergara emprendió la marcha desde Guadalupe, ambas divisiones se desplazaron desde la zona Costa del departamento de La Libertad para unirse en San Pablo, Cajamarca. Los pueblos del tránsito, Yanan, Yayan y San Luis, fueron completamente destruidos, porque a juicio del invasor chileno habían proporcionado hombres, víveres, armas y toda clase de elementos a Miguel Iglesias. Como lo habían previsto, el día 5 ambas divisiones bien pertrechados convergieron en San Pablo, lugar donde acamparon hasta el día siguiente. Al mismo tiempo, el traidor Miguel Iglesias procedía a evacuar la ciudad de Cajamarca, dejando clara huella de que abandonaba por completo la posibilidad de intentar la resistencia. Al respecto el corresponsal de guerra chileno escribió lo siguiente: "Había ordenado enterrar los cañones y gran cantidad de municiones en una hacienda situada a cuatro leguas de la ciudad, luego había huido con dirección al interior". Además antes de la huida Miguel Iglesias dejó libre en la ciudad de Cajamarca a doce chilenos que cayeron prisioneros en la batalla de San Pablo, entre ellos el teniente Salgado. Tal actitud hizo presagiar en Carvallo la posible rendición de Iglesias, quien además había ordenado la dispersión de su ejército sin disparar un solo tiro. El día 7, al tiempo que las fuerzas chilenas salían de San Pablo, Miguel iglesias marchaba a toda prisa con rumbo al fundo Combayo, situado a diez leguas de la ciudad de Cajamarca.

La ciudad de Cajamarca fue capturada por las fuerzas chilenas en la tarde del 8 de agosto de 1882A tres días de consumada la victoria peruana en la batalla de San Pablo, el General Jefe del Ejército del Norte, Miguel Iglesias Pino, emite un proclama saludando a los vencedores, cosa que no fue del agrado de Patricio Lynch, jefe de la ocupación chilena instalado cómodamente en el palacio de gobierno en la ciudad de Lima. Patricio Lynch, adopta una acción ofensiva para vengar el revés sufrido en la batalla de San Pablo, enviando una fuerza de 1200 hombres bien armados sobre Cajamarca al mando del coronel Demetrio Carvallo Orrego y que posteriormente fue reforzada con el batallón Coquimbo de 600 hombres. El General Miguel Iglesias enterado de la decisión y acción del mando chileno decide retirarse de la ciudad escoltado por unos cuantos hombres de su entera confianza con rumbo a la ciudad de Chota. En esas circunstancias sin la menor oposición de las fuerzas peruanas, las tropas chilenas ocupan la ciudad, al respecto el corresponsal chileno relataría lo siguiente: "Entramos tranquilos por las calles de Cajamarca, alegres, porque al fin íbamos a tener algunos días de descanso en una ciudad rica y populosa; pero entristecidos por la fuga del enemigo cobarde, que contando con mayor numero de tropas que las nuestras, y tropas descansadas y bien comidas, no tuvo el valor o la dignidad suficiente para esperarnos". Al mismo tiempo el Coronel Carvallo, muy envalentonado por el inesperado suceso, escribió en el parte a Patricio Lynch, Jefe de la ocupación, lo siguiente: "A nuestra aproximación, Iglesias huyó y sus tropas se han dispersado casi en su totalidad. La ciudad está casi abandonada por completo. Las familias todas han salido a los alrededores, hay un pánico terrible en la población. Iglesias se desplaza con dirección a la ciudad de Chota, procederé actuar contra estos pueblos como vuestra excelencia me lo ha indicado. Pienso exigir de Cajamarca un cupo de guerra de 50,000 pesos y 500 rifles; en caso que no se cumplan, impondré severo castigo a la ciudad. Las propiedades de Miguel Iglesias las arrasaré".

Como queda demostrado con la simple aproximación de las divisiones chilenas hacía la ciudad de Cajamarca provocó en el traidor Miguel Iglesias la renuncia inmediata a la guerra de resistencia que había prometido cumplir quince días antes de este acontecimiento. Ordenó la dispersión de sus tropas y así se disolvió el llamado Ejército del Norte, sin presentar combate al invasor. Ante un jefe tan cobarde, no cabe duda que se desmoronó la moral de los soldados, y apenas un centenar de ellos permaneció a su lado, como  escolta del grupo de pacifistas traidores que había decidido la rendición incondicional. Hubo, al parecer, opinión de un sector de la oficialidad para efectuar una retirada en orden a Chachapoyas, pero el proyecto fue desechado por Miguel Iglesias.

En Chota, mientras tanto, Miguel Iglesias dejaba libre a los pocos prisioneros de la batalla de San Pablo que aún conservaba, entre ellos al capitán Mesa. Y continuó huyendo, ahora con destino a su hacienda Udina, al tiempo que un emisario de su confianza entraba en la ciudad de Lima en conversaciones con las autoridades chilenas. En su persecución del traidor marchaban un regimiento de granaderos a caballo y un batallón de zapadores, y luego lo siguió el propio Carvallo, desde el 27, con otro batallón de zapadores, 100 granaderos y dos piezas de artillería, quedando en Cajamarca una fuerte guarnición al mando del mayor Saldes.

Después de la batalla de San Pablo que fue victoria peruana en Cajamarca, Demetrio Carvallo envió una fuerza de caballería e infantería con dirección a Chota con la finalidad de acabar con la resistencia guerrillera. Chota fue el lugar donde se elaboró el Plan de Operaciones y de aquí el General Iglesias dictó órdenes precisas para atacar a los chilenos en San Pablo, pero él no participó en la batalla, responsabilidad que recayó en el coronel Lorenzo Iglesias, su hermano. Hermanados por la causa de la patria los pueblos de Cajamarca, Bambamarca, Chota, Llapa, San Miguel, San Pablo y otros, hicieron morder el polvo de la derrota a los chilenos que finalmente, humillados y rendidos, tuvieron que escapar de la bravura del soldado peruano. En Chota les fue muy mal a los invasores chilenos. Enterado de la aproximación de una fuerza chilena con dirección a Chota, el Coronel Manuel Becerra partió junto con 200 guerrilleros bien armados con fusiles y machetes al encuentro de 400 invasores enviados por Carvallo desde la ciudad de Cajamarca. En esta zona existe un profundo cañón denominado el Cárcamo, los guerrilleros chotanos se parapetaron en estos desfiladeros, un grupo de ellos fue a provocar a la columna invasora, se menciona que llevaron yeguas en celo para atraer a los caballos, los de la vanguardia chilena salió en persecución de los chotanos y entraron a dicho cañón, allí fueron emboscados y abatidos con certeros tiros de fusilería y a machetazo limpio, resultado del enfrentamiento murieron 200 chilenos y muchos escaparon heridos. Por la emboscada las tropas chilenas quedaron asombrados y muy nerviosos, pero por la superioridad en armas se repusieron rápidamente y emprendieron el contraataque. En este contraataque perdieron la vida algunos guerrilleros del coronel Becerra, pero el coronel y su Estado Mayor lograron replegarse a las partes altas para organizar nuevos ataques. La superioridad numérica y de equipamiento de los chilenos fue motivo para que la resistencia peruana no durara más de 5 horas, pero, dio a conocer que la moral del combatiente peruano estaba bien en alto y fue una llamada de alerta al Comando Chileno.

Chota cayó en poder de las fuerzas chilenas el 29 de agosto de 1882, después del efímero triunfo en el cañón del Cárcamo, ante la poderosa fuerza invasora los guerrilleros chotanos al mando del coronel Manuel José Becerra Silva, se retiraron a las partes altas. Los chilenos ocuparon la plaza de armas y ordenaron el saqueo de la ciudad comenzando por los templos cuyas imágenes fueron sacadas a la plaza y cuyos mantos, ricamente bordados en oro, sirvieron para las monturas de los jefes chilenos. En la tarde de aquel día, Carvallo, molesto por la muerte de sus hombres y por no haber encontrado en Chota la acogida como en otras ciudades del Perú, ordenó que su ejército se trasladara a las orillas del río Chotano y que grupos de sus soldados incendiarán las casas de la ciudad y de las campiñas, hasta una legua de distancia del pueblo. Tres días duró el incendio, solo quedaron en pie parte del Colegio San Juan, la cárcel, la casa de don Lorenzo Regalado y la Escuela tomada como cuartel. En tanto, el Concejo de Chota, en su sesión del 28 de setiembre de 1882, señala tres causas para el incendio de Chota: El abandono de la ciudad y por consiguiente la no entrega de los cupos de guerra; la escasez de agua y el hecho de haber muerto varios soldados chilenos con el agua envenenado; y por las trincheras que los chilenos encontraron y la breve resistencia del 29 de agosto donde también murieron muchos soldados chilenos. Demetrio Carvallo, aduciendo que esta provincia era la principal base del coronel chotano Manuel José Becerra Silva, ejerció sobre ella una venganza total, al respecto el jefe chileno dijo lo siguiente: "Los pobladores de esta ciudad lanzaron gritos de guerra contra nuestras fuerzas procedentes de la Costa, los mismos que también nos atacaron". Ordené su completa destrucción.

Miguel Iglesias no llegaría a la hacienda Udima. Antes, apunto de ser capturado, terminó deteniéndose en la hacienda Montán, donde para evitar la represalia decretada contra él y consecuente con su proclama del mes de abril, hizo público su tristemente célebre Manifiesto del 31 de agosto de 1882. Se decidió por la rendición absoluta y el ajuste de la paz bajo las condiciones que el enemigo impusiera, comprometiéndose a servir en ese propósito arrogándose impropiamente la representación de todo el Perú.  

Ese manifestó, conocido como el Grito de Montán, detuvo también la persecución de las fuerzas chilenas, pues de lo contrario Iglesias habría sido capturado. Existieron, al parecer, instrucciones de Patricio Lynch a Carvallo en el sentido de proceder con mucha cautela respecto a la situación de Iglesias, pues nada había podido explicar que el líder de los derrotistas apoyase la resistencia del mes de julio, Y la rendición de agosto volvió a la normalidad las relaciones entre el traidor Iglesias y el mando chileno, momentáneamente entorpecidas por lo que el traidor llamó "desgraciada exaltación del pueblo inexperto", relacionado a los resultados de la batalla de San Pablo.

Con la derrota de la fuerzas peruanas en la batalla de Huamachuco el 10 de julio de 1883, el traidor Miguel Iglesias quedó libre para dirigirse a la ciudad de Lima, en efecto el 22 de agosto de 1883 parte con destino a la ciudad de Lima, pero antes de abandonar la ciudad de Cajamarca dirigió a sus conterréneos un manifiesto, en términos cargados de mucha pasión y que en nada contribuían a la concordia entre los peruanos. Sus expresiones estuvieron fuera de lugar y el tiempo se ha encargado de confirmarlo, porque así era imposible poder hallar alguna forma de entendimiento con los patriotas breñeros.

Leamos lo que dijo: "Elegido por la confianza pública para devolver a mi patria la paz, que los errores del pasado le arrancaron y vacilaciones del presente no podían darle, marcho por el camino más recto al cumplimiento de la voluntad nacional. Mientras el empecinamiento de caudillos desgraciados mantuvo a los pueblos del Centro y Sur en aparente actitud guerrera, no quise intentar imponerles mis creencias y mi política. He esperado, pues en Cajamarca, el desarrollo de los acontecimientos, fuerte nada más que por la honradez de mis propósitos, hasta que la voluntad expresa de una gran mayoría de la república me ha impuesto la misión de representarla para ajustar con el enemigo victorioso los preliminares de su liberación". 

En otro párrafo sostenía: "Cajamarquinos, no renuncies jamás a la gloria de haber sido conmigo, los fundadores de la segunda independencia del Perú".

El 2 de setiembre de 1883, el traidor Iglesias arribó a la ciudad de Trujillo, en su ruta hacía nuestra capital. Fue recibido con gran alborozo e incluso hubo un extenso programa de diversos festejos por su presencia, si nos atenemos a lo que apareció en las páginas del diario "La Regeneración", vocero oficial del traidor: " A las 09:30 horas las autoridades, corporaciones y demás ciudadanos notables, invitados, acompañando al delegado del gobierno reunidos provisionalmente en el palacio de gobierno, luego pasaron a la estación del ferrocarril a recibir al General Miguel Iglesias. De la estación, la comitiva acompaño a pie al General Iglesias a la catedral donde se celebró un tedeúm y un discurso político religioso que pronunció el presbítero Novoa. Siendo las 18:30 horas empezó el gran banquete oficial en honor al traidor y sus principales colaboradores. Por la noche, gran función en el teatro con la representación de un drama de la actualidad escrito expresamente por las señoras Rebaza y Sandoval. Es necesario mencionar que después de la ceremonia hubo fuegos artificiales, los repiques de campanas, la formación del personal de tropa y embanderamiento de todas las casas y locales públicos".  

Todo esto sucedía durante la Cuarta Etapa de la Campaña de la Breña, cuando el General Cáceres y sus harapientos guerrilleros caminaban en los andes de Andahuaylas y Ayacucho prosiguiendo la guerra de resistencia contra el invasor, a pesar de la hecatombe de Huamachuco. Es increíble, pero así es la historia, en el Norte del Perú los traidores celebraban; en el Centro del Perú Cáceres y sus guerrilleros no sabían de banquetes, noches de esparcimientos en el teatro, de fuegos artificiales y mucho menos de fiestas con bandas de músicos.

El 15 de octubre el traidor Miguel Iglesias llegó a la ciudad de Chimbote y un día después desembarcó en el puerto de Ancón. Hasta allí el jefe de la ocupación le hizo llegar, desde la capital, el 17, el siguiente telegrama: "El vicealmirante Patricio Lynch saluda al señor general Iglesias y le congratula por su feliz arribo a Ancón". El traidor Miguel Iglesias le respondió con otro telegrama que decía: "Saludo afectuosamente al señor vicealmirante y recibo con mucho reconocimiento la felicitación que me hace por mi arribo a este puerto"¿Cómo un hombre que ve a su país avallado por el enemigo, desangrado y quebrado en mil pedazos, puede saludar afectuosamente a quien precisamente había dirigido y ordenado saqueos, incendios, robos, fusilamientos a civiles, repase de prisioneros, violación sexual a mujeres.