viernes, 6 de enero de 2023

LAS TROPAS CHILENAS EN HUARAZ 1883 : VERSION ORAL DEL SEÑOR VICTOR VALENZUELA GUARDIA (ALCALDE)

Permítanme señores, antes de empezar a contarles algunas anécdotas de la presencia de Cáceres u otro pasaje de la Guerra con Chile, expresar por vuestro intermedio mi saludo al Ejército Peruano, así como mi felicitación por el afán que los anima: rescatar la figura importante de la Guerra de 1879, el General Andrés Avelino Cáceres.

Voy a narrarle a Ud. un pasaje que me refirió mi padre, quien en esa época contaba con 11 ó 12 años de edad y fue testigo de las peripecias que pasaron su padre o sea mi abuelo, don Felipe Valenzuela, y mi abuela la señora Francisca Hinostroza de Valenzuela. Ocurrió que cuando el ejército chileno llegó a esta ciudad en persecución del "Brujo de los Andes") se estacionaron acá en Huaraz, y de inmediato iniciaron casa por casa el pedido de cupos.

Mi abuelo, que era un músico de renombre y dirigía por ello la Banda del Concejo Provincial de Huaraz, fue buscado por los jefes chilenos tanto por ello como porque por su apellido tenía ascendencia chilena. Él se hacía negar repetidamente hasta que un día llegó a la casa un oficial chileno que en forma prepotente quiso llevarlo al cuartel. El aceptó ir, pero le pidió al emisario que regresara el día siguiente, que lo disculpara y que tenía problemas familiares que atender. Según lo convenido, al día siguiente un oficial en compañía de dos guardias chilenos se acercó a la casa de mi abuelo Felipe Valenzuela para llevárselo. Para esto, él (mi abuelo), ya había acordado un plan con ni abuela: tan luego vinieran a buscarlo, ella debería fugar e irse a las alturas de Huaraz (Pucaventana), en donde ellos tenían una pequeña propiedad. Así fue que mi abuela escapó, y mi abuelo, con el pretexto de haberse olvidado de traer las llaves de la casa, consiguió volver a ella en compañía del oficial chileno y luego de arrebatarle la espada lo victimó, luego para reunirse con su esposa en Pucaventana.

Luego de unos días de intensa búsqueda por parte de la tropa chilena, hallaron el cadáver del oficial encerrado en casa de mis abuelos. Ellos (mis abuelos), al irse los chilenos, recién pudieron retornar a Huaraz.

CPHEP: ¿Qué otra versión nos podría relatar?

Además, mi padre me contaba que el coronel jefe de las fuerzas chilenas que estuvo por acá, que creo se apellidaba Arriagada, era un hombre enfermo, seguramente enfermo del estómago. Venía con dos mujeres de raza negra que le daban de lactar, una especie de nodrizas. Eso es todo que sé, referido por mis antepasados.


LAS TROPAS CHILENAS EN CHAVÍN DE HUÁNTAR HUARI 1883 : VERSION ORAL DEL SEÑOR MARTIN FLORES GARCÍA

Cuando vinieron los chilenos, las familias se retiraron a las alturas. Un familiar ya fallecido me contaba que los chilenos llegaron y cometieron, muchos abusos, entonces, los pobladores secretamente se reunieron de noche y planearon atacar a los chilenos en las afueras de la ciudad. Así fue que un día un alto jefe y dos soldados fueron emboscados y para no despertar sospechas varias de ellos tocaban sus cornetas y demás instrumentos para distraer la atención de los demás chilenos en la ciudad. Claro, este ataque y otros que se sucedieron trajeron como consecuencia actos de venganza.

CPHEP: ¿sobre la presencia de Cáceres, ¿Qué nos podría relatar?

Sé que por aquí pasó el Ejército; venía maltrecho luego de recorrer la ruta montañosa desde Taparaco. Pues, desfilaron, aquí se recibió al ejército con flores.

 

CPHEP: ¿Algo más señor Martín?

Sí, que tengo en mi poder uniformes y un revólver, que han pertenecido a algún oficial chileno de caballería, y que se lo facilito para fines necesarios.

LOS GUERRILLEROS PATRIOTAS SON PUESTOS AL MARGEN DE LA LEY 5 DE ENERO DE 1883

ACTIVA PROPAGANDA DERROTISTA EN TODO EL NORTE DEL PERÚ - CACERES ES DENOMINADO "JEFE COMUNERO”.

Poco tuvo que esperar Miguel Iglesias para ser reconocido por los chilenos como Jefe de Gobierno del Perú. En incalificable convivencia, derrotistas e invasores iniciaron conversaciones a fin de consolidar una alianza militar denominado “Ejército Pacificador del Perú” para combatir al General Cáceres y a las guerrillas patriotas. Cobraron entonces inusitado coraje los traidores, y su propaganda fue extendiéndose nefasta a todos los confines del país. El gobierno de Cajamarca se caracterizó por la celeridad con que perpetró sus actos. El 5 de enero de 1883, a cuatro días de instalado, declaró fuera de la ley los que persistieran en la resistencia contra el invasor extranjero, dictando medidas represivas de extremo rigor:


"Miguel Iglesias, Presidente Regenerador de la República.

Por cuanto: La Asamblea del Norte ha dado la ley siguiente:

La Soberana Asamblea del Norte: Considerando:

1° Que es indispensable poner pronto y eficaz término a la confusión y desorden en que ha estado la república, por la irregularidad en el régimen legal y la desmoralización que se ha introducido en los pueblos por los desastres sufridos en la guerra que sirve de pretexto para expoliarlos;

2° Que ciertos caudillos, sin más títulos que sus nefandas ambiciones, la codicia y las mezquinas venganzas, usurpan funciones públicas con escándalo de la sociedad y la ley, y que, por el contrario, los territorios en que pretenden enseñorearse los rechazan y solamente soportan su yugo por la fuerza de las armas en que se prevalecen;


3° Que las facciones conocidas comúnmente con el nombre de montoneras, no son en realidad otra cosa que cuadrillas de bandoleros que, amparándose con la idea de la defensa del país, se ejercitan únicamente en salteos, robos a mano armada e incendios en los campos y poblaciones que recorren;

 

4° Que es de derecho natural defenderse contra toda injusta agresión, oponiendo cuantos medios lícitos sean necesarios mientras dure el peligro,

Ha dado la ley siguiente:

Art. 1° En los departamentos del Norte del Perú no existen otras autoridades legales que las establecidas por la Soberana Asamblea y las que emanen de las facultades que por las leyes corresponden a éstas; las demás que existieron o pretendan existir sin reconocer este fundamento, usurpan funciones públicas. Como tal, nadie está obligado a reconocerlas, y por sus acciones son responsables civil y criminalmente, con sus propiedades y vidas, ante el tribunal respectivo.

Art. 2° Para los distritos, provincias y departamentos en que se subvierta el orden público, se autoriza al Supremo Gobierno a fin de que los declare en estado de sitio, imperando durante él las leyes militares; por manera que los comandantes de armas, en los distritos y provincias, y los en jefe de los departamentos que nombre el supremo poder ejecutivo para debelar la insurrección, estarán revestidos de todas las facultades que por las ordenanzas generales del ejército les corresponden, a cuyo efecto se declaran en vigor las antiguas ordenanzas españolas, que han regido y regirán en adelante, con la única restricción de respeto a la independencia nacional y la de consultar, en los casos dudosos y graves, a juicio de una junta de guerra, al Supremo Gobierno a fin de que resuelva lo conveniente.

Art. 3° Antes de la declaratoria a que se refiere el artículo anterior, el Supremo Gobierno hará un llamamiento, conminando a los trastornadores del orden a dispersarse y regresar a sus ocupaciones ordinarias, dándoles al efecto un plazo breve y perentorio. Si fuese obedecido, la responsabilidad se limitará a la de los daños que hubiesen causado; en caso contrario, llevará adelante el estado de sitio, que no podrá levantarse sino cuando el comandante en jefe en los departamentos, y los de armas en las provincias y distritos, hayan informado y dado cuenta de haber castigado a los rebeldes y de encontrarse pacificado el/ territorio de su mando; devolviendo entonces el Supremo gobierno las garantías individuales concedidas a los ciudadanos por las leyes de la república.

Art. 4° Las montoneras se declararán, para los efectos de la presente ley, como cuadrillas de bandoleros; todos los habitantes del territorios en que hagan depredaciones están en el derecho de resistirse por la fuerza de las armas y de negarles toda clase de auxilios, so pena de ser considerados como cómplices; y los que fueren capturados, serán inmediatamente sometidos a un consejo de guerra ordinario que pronunciará sentencia antes de las 24 horas, la misma que se ejecutará sin dilación con arreglo a ordenanza.

Art. 5° Los bienes de los cabecillas serán inmediatamente ocupados e intervenidos por funcionarios fiscales, y sus capitales y productos servirán para indemnizar al Fisco, o a los particulares, de los daños causados de la gente acaudillada.

Comuníquese al poder ejecutivo para que disponga lo necesario a su cumplimiento. Dado en la sala de sesiones de la Soberana Asamblea del Norte del Perú, en Cajamarca, a 5 de enero de 1883.

Por tanto: mando se imprima, publique y circule y se le dé el debido cumplimiento.

Dado en la casa de gobierno, en Cajamarca, a los 8 días del mes de enero de 1883.

Firmado: Miguel Iglesias Pino

                                               Firmado: Lorenzo Iglesias Pino


GUERRA CON CHILE: LA ASAMBLEA DE CAJAMARCA 25 DE DICIEMBRE DE 1882

El 25 de diciembre de 1882, la llamada Asamblea Soberana de los Pueblos del Norte de la República se instaló con toda solemnidad, bajo la presidencia de Vidal García y García, diputado por Moyobamba. Concurrieron al acto los siguientes representantes: Marino Castro Saldívar y Manuel Francisco Burga por Cajamarca, Mariano Burga por Celendín, Roberto Osores por Chota, Cruz J. Novoa por Hualgayoc, Jerónimo Zevallos por Jaén y Francisco Plasencia por Contumazá. Asimismo, asistieron: Santiago Rodríguez y Carlos G. Chocano por chachapoyas, Adolfo Salmón por el Bajo Amazonas, Juan M. Tirado por el Alto Amazonas, Segundo Bringas por Luya, Juan Bautista Cacho por Moyobamba y Pedro P. Urrunaga por San Martín. También lo hicieron José Seijas por Huamachuco, Julián Rojas por Otuzco, Gabriel Muñoz por Pacasmayo, Leopoldo Santolalla por Tumbes, Julio S. Hernández por Piura, Antonio Espinoza por Huancabamba, Santiago Vásquez y Manuel Revilla por Chiclayo, Manuel F. Pastor y Salomón Rodríguez por Trujillo, Francisco E. Posada por Pataz y Clemente Arana por Pallasca. Completaron la asistencia Lorenzo Iglesias por Huari, José Silva Santisteban por Huaraz, José A. Urteaga por Santa, Manuel Julio de la Ribera Pomabamba, Dositeo Villanueva por Huaylas y Luis Salazar por Cajatambo.

Era una representación espuria, un conglomerado de incondicionales del traidor Iglesias nombrados a dedo por los grupos de poder económico, principalmente terratenientes, grandes comerciantes y mineros, pues muchas de las provincias supuestamente representadas habían manifestado su rechazo a la traición del Norte y su consiguiente apoyo a la resistencia patriota. Resultaba verdaderamente escandaloso ver a diputados que se arrogaban, por citar los casos más notorios, la representación de Huaraz, Huamachuco, Chota, Hualgayoc y Cajatambo, pueblos notoriamente opuestos a la política iglesista, como prueban las numerosas referencias documentadas que presentamos en el anterior capítulo.

A toda luz, esos diputados, que contaron empero con el aval de los grupos de poder económico de sus respectivas provincias, se presentaron en la ciudad de Cajamarca para pronunciar en las sesiones de la Asamblea un libreto aprendido con bastante anticipación, consumando una farsa cuyo único propósito fue el de otorgar un manto pretendidamente legal a los actos del gobierno de Miguel Iglesias. Así, las deliberaciones se celebraron con la máxima celeridad del caso, discutiéndose en contadas horas gravísimos asuntos que concernían a la integridad territorial del país.

Como era de esperarse, la Asamblea reafirmó el nombramiento, e decisión sobre la negativa de Iglesias. Así las cosas, éste no tuvo más alternativa que aceptar el cargo, jurándolo solemnemente e; 1° de enero de 1883:

"Yo, Miguel Iglesias, juro por Dios y estos santos evangelios, cumplir fiel y lealmente los deberes de Presidente Regenerador de la República que la Soberana Asamblea del Norte del Perú, en nombre de los pueblos, me ha Conferido, y obedecer las leyes que ha dictado y dictare, para alcanzar la paz externa y el engrandecimiento interior".

García y García fue el encargado de ceñirle la banda presidencial, de pronunciar un encendido discurso comparándolo con el romano Octavio". Y acorde con las circunstancias, para no cortar el hilo de citas a grandes personajes, Iglesias aclaró que no era Cristo, aunque a él encomendaba el éxito de su causa.

En la sesión de apertura se dio lectura a un mensaje de Miguel Iglesias documento que no fue nada más que la apología de su conducta. En un alarde de demagogia, el caudillo derrotista consideró un error histórico no haber consolidado la alianza peruano chilena que se planteó en 1866, cuando fue necesario ese frente para derrotar a la España imperialista. Calificó al país del Sur como "pueblo unido, sensato y fuerte", al tiempo que deploró nuestra alianza con Bolivia y la política estatista de Manuel Pardo y Lavalle; respecto a las salitreras de Tarapacá, que señaló como causas de la guerra. Continuó con un dramático análisis de las derrotas en las campañas marítimas, del Sur y de Lima, como preámbulo para exponer las "razones" que lo motivaron a iniciar su campaña por la paz. El, que fuera calificado de héroe por su actuación en la batalla del 13 de enero de 1881, mencionó en este discurso que ya por entonces estaba convencido de nuestra derrota: "La guerra, desde febrero de 1880, no se hacía a Chile, sino a nuestros desventurados pueblos". Había pues, asistido a los campos de San Juan y Chorrillos con la convicción derrotista que se formó aún antes de que el Ejército del Sur diera las batallas de Tacna y Arica. Decía ahora todo esto para que no señalara contradicción en su sinuosa actuación.

Se autocalificó luego como "hombre de bastante grandeza de alma", de "corazón bastante abnegado" y promotor de obras santas por encabezar lo que denominó "movimiento nacional regenerador", nuevo título para su acción chilenófila. Y finalizó el mensaje anunciando que se desprendía de toda autoridad para convertirse en simple ciudadano, a la espera de las decisiones del Congreso".

La parodia se prolongaría cinco días antes de consumarse el propósito para lo que fue preparada. En ese lapso se escucharon ampulosos discursos que sólo diferían en la forma, pues eran similares en cuanto a contenido.

Tal vez la más importante de las sesiones fue la del 29 de diciembre, que juzgamos necesario reseñar para ilustrar nuestros asertos.

Se leyó en ella el dictamen de la Comisión de Legislación, cuyas principales líneas fueron dedicadas a lanzar ataques a los que sostenían la resistencia:

"El Perú — se decía — ha combatido a la faz del mundo hasta donde le ha sido humanamente posible; y sobre los intereses de momento e impulsos de soberbia están los grandes intereses del porvenir y los dictados de la sana razón… La guerra defensiva, de resistencia, de inercia, no es guerra. El incomprensible patriotismo de los que la proclaman, como quien pone el cuerpo de un agonizante a la furia de un robusto gladiador, no puede conducirnos a mejor extremo que al de un estúpido sacrificio”.

Firmaron dicho documento los señores Julio S. Hernández, Jerónimo Zeballos. Francisco E. Posada. La mayoría de los diputados era gente ajena a la guerra, que no había participado en ninguna batalla. De allí que escuchara con entusiasmo al señor Urteaga, aquel que gustaba de llamar a Cajamarca pueblo mártir y último centinela de la guerra del norte, quien trayendo a colación citas filosóficas arribó a esta conclusión: "Son preferibles en todo caso los discursos a las proclamas, los comicios a las barricadas, los votos a las balas y las elecciones a las revoluciones. . . La guerra de exterminio indefinidamente mantenida no puede ser un estado natural, no puede ser un estado racional, no puede ser un estado legal.

Este representante pretendió fundamentar sus opiniones con “¡un estudio filosófico histórico de nuestra educación colonial!", prosiguiendo su argumentación con "un cuadro ligero de nuestra historia política desde los primeros días de nuestra emancipación ". En un confuso panorama mezcló incas con atenienses de la decadencia, pretorianos de Roma, sarracenos invasores de España; dichos de Séneca, pinturas de Zurbarán y Murillo y obras literarias de Cervantes, Lope de Vega y Calderón de la Barca. Todo ese pandemónium con intento de justificar el primer artículo del dictamen presentado por la comisión que presidía, cuyo texto que era lo único interesante, decía a la letra:

"La Asamblea del Norte se decide por la paz inmediata con la República de Chile, siempre que las condiciones impuestas por el vencedor no sean tales que amenacen la independencia nacional ni cieguen en lo absoluto las fuentes de su regeneración”.

Así de curiosas fueron las disertaciones de aquel infausto día. Pero por si hubiesen sido pocas las altisonancias del señor Urteaga, replicó inmediatamente el señor Hernández, cuyas expresiones fueron verdaderos exabruptos: "No necesitamos remontarnos a la imbecilidad de San Martín ni al cesarismo de Bolívar para encontrar las causas verdaderas, inmediatas de la guerra y consiguientes de nuestras derrotas, humillación y miserias". Descargó furibundos ataques contra Manuel Pardo por haber provocado la enemistad de Chile que hasta 1872 — precisó — nuestro aliado: Y como si no fuera bastante esperar el peligro como un idiota - continuó refiriéndose al presidente estatista —, hirió de muerte a la industria chilena en Tarapacá. . . El gobierno del 72—76 fue el que colocó al Perú sobre un volcán, cuya lava nos envuelve. Este señor Hernández fue de los primeros seguidores del traidor Miguel Iglesias; pues apareció en marzo de 1882 como firmante del documento derrotista que se hizo circular en Cajamarca.

Se alzó luego la voz del diputado Novoa, que exhortó a sus colegas a volver sobre el tema principal de la agenda. Su opinión puede bien resumirse en este párrafo: "La continuación de una guerra en el estado amargo en que colocado la desgracia. . . es una locura, es una farsa, es un delirio sin esperanzas de lucidez.

A esas alturas, la presidencia declaró la sesión permanente, continua y no interrumpida. Tímidamente el diputado Osores, algo avergonzado por la ausencia de una voz discrepante en el cónclave, trajo a colación que la España de 1808 había resistido con sacrificios y ejemplos de abnegación a los invasores franceses. Provocó con ello la inmediata y airada réplica de Hernández (diputado por Piura), quien fue tajante al negar la posibilidad de establecer un paralelo, porque a España — según dijo "le sobraron soldados enardecidos de patriotismo, armas suministrados por Inglaterra y colectividades heroicas". De esa manera, el diputado por Piurano desconoció absolutamente el valor del ejército peruano, que al lado de las comunidades heroicas del Mantaro había obtenido resonantes triunfos sobre el invasor; tampoco valía para él la terca lucha de resistencia patriota que presentaban otros numerosos pueblos en todas las latitudes del territorio. Porque ofuscado por sude derrotismo negó la existencia en el Perú de "soldados enardecidos de patriotismo y colectividades heroicas". El fin justifica los medios pareció ser el lema de los iglesistas, y así fueron utilizadas toda clase de falsedades como la que comentamos.

En seguida volvió a pedir la palabra el señor Urteaga, para citar sin ninguna congruencia a normandos, ingleses, españoles, sarracenos y franceses de VI, VII y XVI. Su intención, al parecer, fue la de calmar los ánimos. Y lo siguió en la tribuna el diputado Urrunaga, que volviendo la discusión al siglo XIX exigió un pronunciamiento definitivo sobre el dilema de ajustar la paz o continuar la guerra, manifestándose a título personal partidario de lo primero

Se sometió entonces a votación nominal la cuestión y la totalidad de presentes se pronunció por la paz. Ellos fueron los señores García y García' Arana, Bringas, Rodríguez, M.F. Burga, M. Castro Saldívar, Burga, Campos, Chocano, Arana, Aduvire, Espinoza, Osores, Hernández, Rojas, Salomón Rodríguez, Salazar, Posada, Seijas; Santolalla, Silva Santistevan, Santillán, Urteaga, Urrunaga, Muñoz, Novoa, Ribera, Zeballos, Villanueva, Revilla, Rodríguez, Vásquez, Tirado, Cacho e Iglesias.

De más está reseñar las exposiciones de algunos diputados fundamentando sus votos con extensos e intrascendentes discursos. Bastará con señalar que repitieron las citas a M. Thiers, la mujer de Asdrúbal, los Pelayos, Lord Byron y otros varios personajes exóticos, en extraña confusión con Gálvez, Grau y Bolognesi.

Se aprobaron a continuación otros tres artículos del proyecto de ley, sin discusión, remitiéndolo a la Comisión de Redacción. Escasa media hora demoró ésta en su tarea, facilitando la inmediata promulgación de la ley, cuyo texto decía a la letra.

"Vidal García y García, Vice Presidente de la Soberana Asamblea del Norte del Perú”

Por cuanto:

La Asamblea ha dado la ley siguiente: La Soberana Asamblea del Norte.

Considerando:

1° Que la fuerza material no es decisiva en asuntos de honor, ni en el éxito de los campos de batalla puede amenguar el de la nación vencida.

2° Que el Perú ha combatido a la faz del mundo, defendiendo sus derechos hasta donde le ha sido humanamente posible.

3° Que sobre los intereses de actualidad y los impulsos del orgullo están los grandes intereses del porvenir y los dictados de la sana razón.

4° Que la república no cuenta absolutamente con recursos de inmediato aprovechamiento para continuar la guerra activa a Chile.

5° Que la guerra de resistencia o pasiva, sin otra esperanza, es aún más desastrosa que la activa, por lo irreparable des sus consecuencias, que, en último resultado, traerían la muerte de nuestra nacionalidad; y

6° Que el pueblo peruano necesita de la paz externa inmediata, para convalecer de la postración a que lo han traído tres años y medio de cruda campaña,

Resuelve:

1° La Soberana Asamblea del Norte se decide por la paz inmediata con la república de Chile, siempre que las condiciones impuestas por el vencedor no sean tales que amenacen la independencia nacional, ni cieguen en lo absoluto las fuentes de nuestra regeneración y progreso.

2° Para la celebración de la paz, la Asamblea trasmite al supremo poder ejecutivo las mismas amplias y extraordinarias facultades de que se halla investida por los pueblos que representa.

3° Se faculta igualmente al supremo gobierno para que al llevar a la práctica los tratados de paz con Chile, obre de acuerdo con la aliada república de Bolivia, o separadamente, según conviniere.

4° La Asamblea del Norte, por medio de un Manifiesto expondrá a la nación los poderosos motivos en que funda para decidirse por la paz posible.

Por tanto:

Habiendo asumido la Soberana Asamblea la plenitud de los poderes públicos; mando de imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento.

Dado en la sala de sesiones de la Soberana Asamblea del Norte del Perú, en Cajamarca, a los 29 días del mes de diciembre del año de 1882.- VIDAL GARCIA Y GARCIA. — Segundo Bringas, Diputado Secretario. - Santiago Rodríguez, Diputado Secretario”.

Sin dilaciones, Se redactó luego el Manifiesto al que hacía referencia la ley, aprobándosele al filo de la medianoche. Copiamos sus principales párrafos.

"Manifiesto de la Asamblea del Norte a los demás pueblos de la República Peruana.

“La continuación de la guerra, es una resistencia inerte, sin otros resultados que la destrucción de nuestras ciudades y campiñas por el saqueo y por las llamas, el sacrificio estéril de nuestros hermanos, y la prolongada ocupación enemiga de nuestra hermosa capital y otros territorios de importancia… esta región privilegiada del Norte, llena de opulencia antes de ahora, por su comercio, minería y agricultura, ha soportado y sufrido, a la vez que otros pueblos, pérdidas de grave consideración, hasta el extremo de haber casi desaparecido esas fuentes de riqueza en que tenía esperanzas fundadas para llegar a mayor progreso, a un porvenir grandioso; y comprendiendo que sería segura y completa su ruina, agotándosele todos sus elementos productivos con la continuación de hostilidades absolutamente infructuosas, no ha vacilado un momento en buscar un medio adecuado para la cesación del peligro”

Era el punto de vista de los grupos de poder económico norteños, que antes que ver perjudicados sus intereses económicos optaron por la paz a cualquier costa. Su pretendida justificación fue simple demagogia, pues el proclamado mayor progreso o porvenir grandioso era pensado en interés exclusivo de terratenientes y capitalistas. Precisamente Cajamarca fue el bastión norteño del Perú feudal, escenario de la más considerable opresión de la más condenable opresión de las mayorías nativas.

A las 02:00 horas del 30 de diciembre de 1882 se suspendió aquella memorable sesión. El paréntesis fue breve, pues se reanudó al cabo de pocas horas. Había que delegar el mando en el predestinado, y sin discusión se aprobó la ley correspondiente.

"Vidal García y García, Vice Presidente de la Soberna Asamblea del Norte del Perú"

Por cuanto:

Lo Soberana Asamblea ha dado la ley siguiente:

"La Soberana Asamblea del Norte, atendiendo a la honorabilidad y virtudes cívicas del esclarecido ciudadano don Migue Iglesias Pino, a la confianza que ha sabido inspirar a sus conciudadanos y a los relevantes méritos que ha contraído para con la patria en la actual guerra con Chile, lo elige para presidente Regenerador de la Republica, conforme a la ley sancionada en la fecha.

Por tanto; mando se imprima, publique y circule y se le dé el debido cumplimiento.

Dado en la sala de sesiones de la Soberano Asamblea del Norte del Perú, en Cajamarca, a los 30 días del mes de diciembre de 1882.- VIDAL GARCÍA Y GARCÍA. -Segundo Bringas. - José A. Urteaga.

EL GRITO DE MONTAN EN CAJAMARCA 31 DE AGOSTO DE 1882

Miguel Iglesias no llegaría a su hacienda Udima. Antes, a punto de ser alcanzado por las tropas chilenas, termino deteniéndose en la hacienda Montán, donde para evitar la represalia decretada contra él y consecuente con su proclama de abril, hizo público su tristemente célebre Manifiesto, el 31 agosto de agosto de 1882, se decidió por la rendición absoluta y el ajuste de la paz bajo las condiciones que el enemigo impusiera, comprometiéndose a servir en ese propósito arrogándose impropiamente la representación de todo el Perú.

Ese Manifiesto, mejor conocido como el Grito de Montán, detuvo también la persecución, pues de lo contrario fácilmente habría sido cogido. Existieron, al parecer, instrucciones del jefe de la ocupación chilena Patricio Lynch al coronel Carvallo Orrego en el sentido de proceder con cautela con respecto a Iglesias, pues nada había podido explicar que el líder de los pacifistas apoyase la resistencia de julio en San Pablo. Y la rendición de agosto volvió a la normalidad las relaciones entre Miguel Iglesias y los chilenos, momentáneamente entorpecidas por los resultados en la Batalla de San Pablo, por lo que el traidor llamó desgraciada exaltación del pueblo inexperto.

 

Para quien haya seguido con detalle la actuación de Miguel Iglesias, provoca repulsa la demagogia de que hizo gala en el documento de rendición incondicional, porque no sólo pretendió una apología de su incalificable conducta, sino que dirigió los más duros ataques a los que defendían la causa de la resistencia nacional, ignorando burdamente sus patrioteras proclamas de julio.

 

Tras haber impedido la menor resistencia en Cajamarca, no obstante contar con una fuerza que bien pudo haber sostenido la guerra de guerrillas que prometía buenos resultados, al extremo de que el comando chileno ordenaba actuar a la defensiva, Iglesias no tuvo escrúpulo alguno para eximirse de responsabilidad y culpar a Montero, el vicepresidente que estando en Huaraz nada había tenido que ver en los vergonzosos sucesos:

 

Los pocos abnegados voluntarios que me acompañan — escribió —, no son, ni con mucho, bastantes para oponer seria resistencia a las formidables fuerzas invasoras que asolan en estos momentos, ansiosos de venganza y exterminio, el noble departamento de Cajamarca. . . Esta es la condición a que se ven reducidos los departamentos del Norte y su gobernante, por consecuencia de los errores, de la falta de energía, de constancia y de levantado espíritu en el caudillo que va a probar fortuna dentro de los muros de Arequipa.

 

Y dirigió a Cáceres y a los valientes de La Breña, los más cobardes ataques, pretendiendo ridiculizar la noble causa que impulsaba el general de Ayacucho:


Creo que han perdido al Perú los engaños de que constantemente le han hecho víctima sus hombres públicos. Con seguridades, siempre fallidas al día siguiente, le han mantenido la fiebre de una guerra activa, o la esperanza de una paz ventajosa, imposibles de todo punto, después de nuestros repetidos descalabros.

 

Para Iglesias, corifeo de los chilenos, descalabros habían sido los triunfos patriotas que obligaron al enemigo a una precipitada fuga desde Marcavalle hasta Chosica, o las acciones guerrilleras que motivaron el repliegue del enemigo en la costa Sur y la retirada hacia contadas posiciones en la costa Norte, o la total desocupación de la Sierra, ordenada por Patricio Lynch, Jefe Supremo del ejército invasor.

 

Utilizando la más condenable demagogia, Iglesias ensartó mentira tras mentiras como no lo hubiese hecho mejor el más hábil propagandista chileno. ganábamos la guerra en esos meses, pero para Iglesias no había ninguna posibilidad de triunfo, ni siquiera de aquel que buscaba amenguar las humillantes exigencias del enemigo para negociar la paz:

 

"Se habla de una especie de honor — decía — que impide los arreglos pacíficos cediendo un pedazo de terreno que representa un puñado de oro, fuente de nuestra pasada corrupción, y por no ceder ese pedazo de terreno permitimos que el pabellón enemigo se levante indefinidamente… por mantener ese falso honor, el látigo chileno alcanza a nuestros hermanos inermes”

 

Un pedazo de terreno, ¡sólo un pedazo de terreno! era Tarapacá, Arica y Tacna para el traidor Miguel Iglesias. Y el hecho de luchar y morir por la intangibilidad de esa heredad nacional, para él no representaba sino la puja de un falso honor. Así, ninguna sorpresa puede causar que terminara su Manifiesto llamando a Cáceres y a los Héroes de la Breña ¡guerreros de gabinete, patriotas de taberna, zurcidores de intrigas infernales, cobardes, mil veces cobardes, autores de la catástrofe nacional!

 

Con tales hechos y palabras, Miguel Iglesias ganó inmortalidad en la historia… de la infamia.

 

Miguel Iglesias segregó el Perú, tomando para sí la autoridad del Norte del Perú y precisando que sólo mantendría relaciones con el Centro y Sur si esas regiones imitaban su ejemplo. El 16 de setiembre convocó por decreto a una asamblea de representantes provinciales de los departamentos donde decía ejercer mando, Piura, Cajamarca, Amazonas, Loreto, Lambayeque, La Libertad y Ancash, indicando en su primer considerando que el “gobierno supremo aceptado por el país había roto sus relaciones con la región del Norte”.

 

Se refería al establecido en Arequipa por Lizardo Montero, desconociendo aún que en el Centro el Grito de Montán provocaba en los pueblos y el ejército la más dura condena.

 

Se programaron las elecciones para el 20 de octubre y la instalación de la Asamblea para el 25 de noviembre.

 

Gran alegría provocó en los chilenos la decisión de Iglesias impartiéndose las órdenes necesarias a fin de no obstaculizar su labor pacifista e incluso para apoyarlo militarmente si fuese necesario. Carvallo Orrego de momento, ordenó la retirada de sus tropas hacia las posiciones costeras, pero con encargo de castigar en el trayecto a las poblaciones que se considerasen focos de resistencia patriota, imponiendo cupos en dinero y especies y además fusilando a todos los que se sindicasen como guerrilleros. Obtuvieron en total un botín de S/ 45,620 soles de plata y 250 mulas.

 

En Cajamarca se fusiló a cinco patriotas y el pueblo de San Luis fue completamente arrasado por ser el punto donde constantemente se reunían guerrilleros que bajaban a la costa. Las fuerzas chilenas fueron convenientemente reforzadas, las guarnicione costeras de Trujillo, Salaverry, Chiclayo, Eten, San Pedro y Pacasmayo, cuyos gastos sufragaron los pobladores de la zona: "Las tropas de ocupación de los departamentos de La Libertad y Lambayeque — escribía Lynch — se mantienen con lo que proporcionan vecinos y propietarios de las mencionadas localidades.

 

Entre tanto, en Lima se consolidaban las buenas relaciones entre el general en jefe chileno y los agentes del traidor Miguel Iglesias:

 

"Después de lo que tengo relatado — diría el mismo Lynch — tuve ocasión de ponerme al habla con dos señores de prestigio en el interior, que podían servir de mucho para destruir a Cáceres. Uno de ellos tomó a su cargo la tarea de buscar adeptos al general Iglesias, que ya había dado a luz su Manifiesto de paz dirigido a los pueblos del Perú. Estos trabajos iniciados en el cuartel general, y secundados eficazmente más tarde por el delegado del señor Iglesias y otras personas de cierta importancia, dieron por resultado la fundación de un órgano de publicidad y fueron abriendo camino a la idea de la paz, proclamada en la hacienda de Montán, como único recurso de salvación para esta república, por el caudillo del Norte.

 

La traición de Miguel Iglesias fue un duro golpe para la causa de la resistencia nacional, ejecutado en el momento en que Chile requería con mayor necesidad que nunca recuperar sus posiciones pérdidas; El Grito de Montán estabilizó nuevamente al enemigo, le devolvió la moral y orgullo y marcó el camino hacia la humillación de Ancón.


Pero no por ello Cajamarca mereció escarnio ni se doblegó la causa patriota, pues como apuntara el historiador chileno Gonzalo Bulnes, tal manifiesto fue recibido en todo el Perú con una protesta general, casi unánime.   

LA DESPEDIDA DE LA SEÑORA ANTONIA MORENO LEYVA EN HUARAZ ANCASH 17 DE JUNIO DE 1883

En Huaraz se tardó mucho en obtener noticia cierta sobre el avance de las tropas chilenas, exploradores enviados hacia Recuay o no volvieron o regresaron con informes imprecisos. Apenas se pudo entender, por lo sucedido a la familia del General en el tránsito de Aguamiro a Recuay, que el enemigo seguía la ruta de Huallanca, provincia de Bolognesi. De cualquier forma, Cáceres entendió que estaba próximo el encuentro definitivo, y en vista de esta situación propuso a su esposa que pasase con sus hijas a lugar más seguro, Algunos oficiales recomendaron que marcharan al otro lado del Marañón, territorio aún virgen de la presencia chilena, pero doña Antonia Moreno solicitó viajar a la ciudad de Lima, aun a riesgo de caer en poder del enemigo. Cáceres fue respetuoso de esta decisión, y en la noche del 17 de junio se produjo la emotiva despedida:

"Salimos, pues, esa misma noche a las once, recordaría doña Antonia. Ya montadas a caballo, nos despedimos en la puerta de calle de la casa que ocupábamos, Cáceres y sus ayudantes permanecían de pie en el corredor de la entrada. Todos, muy emocionados, con las lágrimas en los ojos, nos dijeron: “¿A cuántos de nosotros no volverán a ver más?". El momento era terriblemente conmovedor. Habíamos seguido con el ejército al lado de Cáceres durante casi toda esa heroica campaña de La Breña, tan heroica como dolorosa, compartiendo todo género de privaciones y ansiedades, de frío, de hambre y también, a veces, de ráfagas de alegría; de pasos escabrosos por las montañas, por los bordes de los abismos, desafiando los precipicios, En fin, todo un conjunto de acechanzas y amarguras que nos ligaban más con esos valerosos muchachos que yo miraba como a hijos y mis pequeñas como a hermanos. Un rato duró la penosa despedida. Cáceres y sus acompañantes parecían el símbolo del dolor. De pie con sus largos cubrepolvos y sus kepís rojos, distintivo de los breñeros, nos miraban y hablaban con honda tristeza. Se acercaron a nosotras y nos abrazaron cariñosamente, Cáceres acarició a sus hijas, intensamente emocionado. Y partimos como almas en pena, llevando el corazón lacerado ante la perspectiva de que iban a una lucha sin cuartel. Para ellos y para nosotras, el instante fue desgarrador, como si mil puñales nos hubiesen atravesado el corazón. En Huaraz, con el alma crucificada, nos separamos de Cáceres, dejando también al querido ejército, leal y generoso. Ellos, los bravos y nobles hijos del Perú, marchaban al sacrificio, a derramar su sangre, a sufrir el desgarramiento de sus carnes, la mutilación y la muerte, por el ideal sublime: el honor, ¡nada más que el honor! porque la victoria era imposible, sin recursos económicos ni elementos guerreros. La campaña de la resistencia nacional fue la más elocuente expresión de la altivez del alma peruana, capaz de luchar y sufrir, sin humillarse jamás. Supo erguirse en desigual contienda, para forjar una epopeya gloriosa. Todas esas imágenes del holocausto de nuestros soldados nos acompañaban en la dolorosa jornada que seguimos, después de la trágica despedida". 

Desde la ciudad de Huaraz se desplazaron por la ruta de callan Punta, Pariacoto, Llautan, y Casma, en este puerto se embarcaron para traslado vía marítima con destino al Callao. Desde Huaraz lo escoltaron a la noble familia, el coronel Borgoño, el mayor Zapatel, el oficial Salinas, el español Alejandro Torres, ayudante de Cáceres, un piquete a caballo y los servidores Pineda, Gregorio, Valentín, Martina y Eloísa. Viajarían con grandes sobresaltos, disfrazándose a menudo y descansando en humildes chozas de campesinos. Durante el viaje doña Antonia enfermó de tifus, penoso mal que llevó a la tumba a la fiel Martina.

Hostigada incansablemente por los chilenos y pese a su estado febril, doña Antonia autorizó continuar la marcha a la Costa y tras otras varias peripecias llegó finalmente a la capital, asilándose bajo la bandera de España.

Aquella misma noche del 17 de junio, Cáceres obtuvo informe preciso sobre la concentración de las divisiones chilenas, cuyas vanguardias alcanzaban Olleros. Una junta de oficiales, convocada de urgencia, decidió entonces proseguir la retirada, hacia Carhuaz, fijándose para las 06:00 horas del 18 para reanudar la marcha. A efecto de dificultar el avance enemigo "se mandaron torpedistas que colocaron minas en el trayecto de Olleros a Huaraz.