sábado, 29 de agosto de 2020

NICOLÁS DE PIÉROLA LA HISTORIA OCULTA DE LA TRAICIÓN AL PERÚ DURANTE LA GUERRA CON CHILE

La indignante historia del traidor Nicolás de Piérola y del General Mariano Ignacio Prado, historia de dos traidores a la patria que se encarnan en los gobernantes de los últimos tiempos. Este es la historia que nunca nos enseñaron en el colegio por conveniencia de los gobernantes traidores y corruptos. 

Durante el gobierno del General Prado corría un estribillo que decía “este jabón lava, pero nunca sacará la mancha” y todo aquel que lo decía o escribía terminaba en la cárcel, compatriotas no olvidemos la verdadera historia.

Seguramente Nicolás de Piérola debe ser uno de los personajes que más daño ha causado al Perú, y sin embargo a través del tiempo las autoridades le han mostrado admiración, como prueba de ello una de las avenidas de la ciudad de Lima, lleva su nombre. En las escuelas y colegios del país, nunca se narró la verdadera historia de este político que le tocó ser una figura preponderante en los funestos años de la guerra con Chile, por el contrario, se le menciona como el patriota que dio todo de sí por su patria, ni los conocidos historiadores como Jorge Basadre, Gustavo Pons Muzzo, ni otros se atrevieron a escribir la verdadera historia sobre Piérola, y no porque no supieran cual era lo cierto, sino porque siempre estos intelectuales han tenido miedo a la clases dominantes y poderosos del Perú; además sabiendo que pasando por encima las monstruosas verdades podrían sus libros ser aceptados por el Ministerio de Educación del Perú y por otro lado también serían reconocidos como hombres ilustres.

Ningún historiador dijo que en realidad que la guerra del año 1879 no fue con Chile, sino que fue contra un país muy poderoso, ese país fue Inglaterra, la primera potencia del mundo en esos años que usó a Chile como instrumento para arrebatarle a Perú y Bolivia sus riquezas que guardaban en sus suelos en Antofagasta y Tarapacá; riquezas, que finalizado la guerra, fueron a parar a las empresas inglesas, como una muestra de esto se puede señalar, que Chile por la compra de sus modernos blindados Cochrane y Blanco Encalada no pagó ni un solo peso a Inglaterra que los construyó, sin embargo es importante que la historia real se vaya abriendo campo para conocimiento de las futuras generaciones, pues como es de conocimiento general solo los pueblos que conocen y respetan su historia pueden aspirar a un futuro mejor.

8 de octubre de 1879, en la punta de Angamos, Mejillones, en aquellos tiempos mar boliviano, el Perú ya había perdido el monitor Huáscar y solo le quedaba un pequeño barco que era la corbeta Unión. El gobierno del traidor Mariano Ignacio Prado resolvió hacer una colecta nacional para comprar dos blindados que podían significar la salvación del Perú, esta se llevó a cabo en el último domingo del mes de noviembre del año en curso, cuentan los que vivieron en aquellos tiempos que todo el Perú había acudido a ese llamado, desde las esferas más acaudaladas hasta los más pobres, las mujeres entregaron sus joyas y los niños sus alcancías. Por los mismos días llegaba al puerto del Callao procedente de Santiago de Chile, don Nicolás de Piérola, país donde se encontraba exiliado con el amparo de la burguesía chileno que tenía el poder en esa nación. Apenas desembarcó comenzó a conspirar en la oscuridad contra el gobierno cosa que era costumbre en él, porque este fue el eterno revoltoso con sus montoneras y que siempre fueron derrotadas por el gobierno de turno.

La huida de Prado significó el momento preciso que buscaba Piérola para hacerse del poder y así al frente de una montonera entró a la ciudad de Lima para derrocar al gobierno que estaba a cargo del vicepresidente General La Puerta, un hombre enfermo y de poco carácter que no puso mayor resistencia, además las tropas acantonadas en la ciudad de Lima a través de sus jefes anunciaron que no se enfrentaría entre peruanos en un momento tal difícil para la patria por lo que aceptaron el gobierno del traidor Piérola para no causar más males a la nación. A penas Piérola asumió el cargo como presidente dictador, inició el monstruoso plan contra su propio país, para hacerse fuerte en el poder nombró como Ministro de Guerra a otro traidor General Miguel Iglesias Pino de Arce, quien se había desplazado desde Cajamarca al mando de 3000 hombres. Este hombre por demás conocido como vanidoso, engreído y egocentrista comenzó a dar los primeros pasos para hundir el Perú. Está claro todo lo que hizo fue cumpliendo las consignas de sus amos chilenos de quien él fue siempre un especial huésped. Lo primero que hizo como presidente fue cortar todo tipo de apoyo y abastecimiento al Ejército del Sur acantonado en Tacna y Arica, sitio donde se llevó a cabo la segunda etapa de la campaña terrestre contra las tropas chilenas- inglesas. 

Al mando del Ejército del Sur estaba el contralmirante Lizardo Montero, hombre que había combatido y derrotado a Piérola años antes en uno de tantos levantamientos que éste levanto, por lo tanto, lo tenía como enemigo político y sentía celos de él porque si tenía éxitos en la Campaña del Sur podría ser bien visto por el pueblo peruano y podría arrebatarle el cargo de la presidencia, pesando de esa forma mezquina abandonó a las fuerzas peruanas en momentos que se jugaba el destino del país. El pueblo peruano al notar esta actitud por demás reprochable del dictador salió a las calles en ruidosas manifestaciones, pidiendo que se envié socorro a los Defensores del Sur que sufrían por escasez de alimentos, municiones, armas, vestuario y refuerzos necesarios para enfrentar al fuerte y numeroso ejército chileno- ingles que empezaba a desembrar en Ilo en ese tiempo llamado Pacocha. 

En Lima, en ese momento había dos divisiones de 8,000 soldados que había formado el General Lacotera por orden del gobierno anterior y que permanecían inmóviles en sus cuarteles, Piérola para acallar las protestas ordenó enviar cargamento secreto hacia Arica con la corbeta Unión, así fueron embarcadas con mucha fanfarria un cargamento que se suponía iba para la salvación del Ejército del Sur, la misión era muy difícil porque el puerto de Arica estaba bloqueado por la escuadra chilena. El contralmirante Manuel Villavicencio, marino hábil e inteligente fue el encargado de llevar a la Unión a su destino. Transcurrían los últimos días del mes de febrero de 1880, la corbeta Unión se acercó al puerto de Arica en la madrugada del 26 de ese mes, y empleando buenos movimientos pasó en la oscuridad entre los buques chilenos y ancló en el muelle del puerto peruano, e inmediatamente comenzó con la labor de descarga, sin ocuparse de contestar al cañoneo de la escuadra chilena. El monitor Huáscar que ya estaba al servicio de la escuadra chilena, intentó espolonear a la Unión, pero un certero cañonazo de una batería de tierra impidió el accionar enemigo y además causó la muerte de su comandante de apellido Thomson. Siendo las 16:00 horas, la faena había terminado y sin perder tiempo aun cuando el sol no se perdía en el horizonte, la Unión con una hábil maniobra logra romper el cerco de la poderosa escuadra chilena. La Unión llegó al puerto del Callao sana y salva. Pasado la euforia los peruanos en Arica comenzaron a desempacar el cargamento que fue trasladado en cajas herméticamente cerradas y se dieron con la triste sorpresa de que solo le había enviado montones de tela blanca y dos ametralladoras malogradas e inservibles. Una vez más Piérola se había burlado de los combatientes del Sur y del pueblo peruano en la forma más cruel que se le pudo ocurrir. Este hecho que había levantado la moral peruana en un principio significó un terrible golpe al animo a los defensores del Perú. Respecto a esto el famoso historiador chileno Vicuña Mackenna dice: “Este hecho trajo total desazón en los espíritus de la oficialidad y tropas peruanas. Con esta demostración del traidor Piérola ya sabían los defensores del Ejército del Sur que estaban abandonados a su suerte y que no recibirían nada de su propio gobierno. El dictador estaba cumpliendo su cometido, con facilitar la derrota del Perú. 

Durante este escenario se dio la batalla de Tacna o del Alto de la Alianza el 26 de mayo de 1880. Los chilenos-ingleses avanzaron desde el Norte (Moquegua) con 18 mil solados bien apertrechados con armas de última tecnología, con 1200 hombres de caballería y con numerosa artillería manejada magistralmente por los artilleros ingleses. Las fuerzas peruanas que estaban aliados con las fuerzas bolivianas para este enfrentamiento se presentaron con 6500 peruanos y 3000 bolivianos, sin caballería y 12 piezas de artillería. El llamado ejército de Arequipa que había salido hacia dos meses antes al mando del coronel Segundo Leyva con 3000 mil hombres para unirse al Ejercito de Tacna, jamás llegó, avanzó tan lentamente que el día 26 mayo, día de la batalla se encontraba descansando en la ruta hacia Tacna, a 130 kilómetros del lugar del combate, de donde regresó a Arequipa por orden de Piérola, este coronel también fue un traidor, amigo y paisano del dictador. A pesar de la tremenda diferencia de fuerzas el encuentro fue muy parejo, sobresaliendo el batallón Zepita al mando del coronel Cáceres y por el lado boliviano los colorados hicieron su fama de aguerridos, ante el tremendo coraje y empuje del ejercito aliado, las fuerzas chilenas comenzaron a retroceder y parecía que la victoria sería de las fuerzas patriotas (peruano – boliviano), los batallones chilenos retrocedían y estaban a punto de entrar en pánico. Sobre este momento el historiador Vicuña, escribe: “Los batallones chilenos retrocedían y parecían que iban a entrar en pánico, en ese momento la suerte de Chile pendía de un hilo” y lo que decía este historiador era cierto porque Chile había invertido todo lo que tenía en esta batalla, si la perdía simplemente perdía la guerra, porque les hubiera sido imposible volver a formar otro ejercito poderoso, pero fue en esas circunstancias que se detuvo el avance peruano, lo que había sucedido era que se habían agotado las municiones, entonces los chilenos volvieron a la carga y a nuestros compatriotas no les quedó más que batirse a bayonetas, se perdió la batalla y con ello la oportunidad de salvar a la nación, todo este revés sufrido por nuestras fuerzas fue por la traición de un cucufato que se cría superdotado y que por lo bajo servía a los intereses chilenos. 

La derrota del Ejército de Tacna agobio al pueblo peruano y muchas lágrimas corrieron cuando se difundió la noticia de la derrota, sin embargo, en el palacio de gobierno en la ciudad de Lima, hubo fiesta. El 28 de mayo de ese mismo año, dos días después de la batalla se publicó en el diario oficial de Piérola, llamado “La Patria” un editorial que iniciaba con las siguientes palabras: “Hace dos días atrás fue destruido en Tacna el último reducto del corrupto régimen anterior”, se refería a los mártires del Alto de la Alianza, que todo el Perú lloraba, a ese punto llegó la insania mental de este dictador al servicio de Chile. Pasaron los meses el ejército invasor comenzó a desembarcar en las cercanías al sur de Lima. Todos los militares conocedores de su oficio, le recomendaban salir al encuentro de esas tropas invasoras para batirlas por separado, impidiendo que puedan concentrarse. El diario el Comercio en sus artículos y editoriales también exigía eso, sin embargo, el dictador reacio a todo consejo permaneció inmóvil permitiendo que los chilenos tranquilamente se desembarcaran y se trasladaran a Lurin, en el fondo no quería delegar a nadie el mando del Ejército, tampoco quería dejar el palacio de gobierno, por eso decidió esperar al ejército invasor en las puertas de la ciudad de Lima. Así llego el 13 de enero de 1881, en San Juan se dio la primera batalla ante un compacto ejército invasor apoyado por su escuadra contra un ejército peruano totalmente mal dirigido por un miserable traidor como como era Piérola. Naturalmente el resultado no pudo ser bueno para la débil fuerza peruana conformado por civiles en su mayoría armados con fusiles muy anticuados y que tenían que retroceder a la segunda línea de defensa colocada en Miraflores. 

Terminada la batalla de San Juan la tropa chilena se desbandó y comenzaron a saquear las residencias de Chorrillos y alrededores donde había mucho comercio de licores de vino y otros licores, productos que los soldados chilenos comenzaron a beber en forma desenfrenada, mientras incendiaban todas las viviendas. Preocupado por los actos reprochables de sus tropas el General Baquedano (jefe máximo del ejército chileno) pidió una tregua al presidente Piérola, pedido que éste acepto inmediatamente, naturalmente tenía que ser así. Piérola no podía permitir el fracaso del ejército chileno; en la noche, mientras el fuego consumía las casas y residencias, las tropas chilenas se mataban entre si y otros dormían totalmente embriagos en las calles y otros deambulaban sin control por las calles, en esas circunstancias se presentó ante el dictador el coronel Cáceres para pedirle permiso y atacar con su batallón de 2000 hombres a los chilenos en la absoluta convicción que con esa acción terminaría con el ejército invasor cuyas tropas se hallaba desbandado sin control de sus oficiales, naturalmente Piérola le negó el permiso, aduciendo que le había dado su palabra al comandante en jefe del ejército chileno, de que no atacaría por ningún motivo ni circunstancia. Una prueba más que este miserable traidor servía a los intereses chilenos. 

Cuando a las tropas chilenas se les paso la borrachera, se reagruparon, se olvidaron de la tregua y empezaron el ataque contra la segunda línea defensiva que estaba en Miraflores, esto ocurrió al medio día del 15 de enero de 1881. Las mal distribuidas fuerzas peruanas no resistieron, a Piérola en su condición de comandante en jefe no se le vio dar ni una sola orden y ya cuando todo estaba consumado se retiró del campo de batalla hacia la ciudad de Lima y para no dejar inconclusa su obra contra la patria, Piérola ordenó a todos los batallones a depositar sus armas en el cuartel Santa Catalina, por esta acción los chilenos cuando ocuparon la ciudad de Lima encontraron 15000  fusiles almacenados en el mencionado cuartel. Como es de conocimiento general, Piérola después de haber dado esta orden huyó a la sierra central donde permaneció escondido, en el año de 1882 de manera clandestina se escapó hacía Europa, pero después de algunos años como si nada hubiera pasado con la patria, volvió a la escena política siempre apoyado por sus montoneras, y como es normal el mal de ignorancia en el grueso de la población peruana y por la amnesia de otros, fue presidente nuevamente en el periodo de: (8 de setiembre de 1895 al 8 de setiembre de 1899). Este es la verdadera historia del traidor miserable en la etapa de la guerra con Chile.                                                                                                                                      

MARAVILLOSOS RECUERDOS COMO TROPA SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO CUARNICIÓN DE CARAZ HUAYLAS 1977

El 3 de enero de 1977, 480 reclutas nos incorporamos al Batallón de Ingeniería de Combate "Huascarán" N° 112, con sede en el distrito de Caraz, Huaylas, departamento de Ancash. 

Recuerdo que en el patio de armas formamos los 480 jóvenes de todas las clase sociales, en su mayoría hijos de campesinos. De pronto aparecieron seis sargentos monitores con sus galones de metal en el pecho muy relucientes, quienes en todo momento nos hablaba en voz alta y nos obligaba a rugir a todo pulmón, algunos monitores aparecían con un puñado de tierra en sus manos para amedrentar a aquellos que no podían rugir así como ellos requerían, así pues algunos reclutas esa tarde probaron ese “azúcar dulce”, les ordenaban abrir la boca y con fuerza se lo aventaban el puñado de tierra hasta el fondo de la garganta, así nos recibieron desde el primer momento, permanecimos rugiendo en la posición de atención con la mirada hacia el infinito por lapso de tres horas aproximadamente. En esas circunstancias por las inmediaciones apareció un oficial de tez morena de 1.85 de estatura, era el capitán de ingeniería Víctor Valderrama Chávez oficial de personal (S-1) del batallón; quien, con palabras francas, sinceras y firmes nos dio la bienvenida, quien nos dijo: “Han ingresado a este batallón para ser combatientes de primera, para defender los sagrados intereses de la patria, aquí se come lo que se da y se hace lo que se ordena". En esos momentos de tensión para la gran mayoría, el capitán Valderrama salió al frente y con esa voz ronca que le caracterizaba, dijo: "Señores solamente necesitamos 180 reclutas, los que desean servir se quedan en su propio emplazamiento y los que no desean servir formen en la pista mirando hacia la guardia de prevención", para que les dijo esas palabras, pues la gran mayoría corrió hacia la pista, para sorpresa mía, solamente quedamos cuarenta voluntarios en nuestro propio emplazamiento, entonces el capitán reaccionó rápidamente y mandó volver a todo el personal que había culminado el 5º año de educación secundaria, yo solamente contaba con tercer año de secundaria, pese a ser voluntario en tiempos de leva forzada serví dos (2) años (1977 - 1978) y la gran mayoría de mi promoción que tenía secundaria completa se licenciaron en once (11) meses, el trato para el voluntario así como para el personal levado fue igual, de nada servía pues ser voluntario en aquellos tiempos.

Siendo las 17:00 horas, los 180 reclutas seleccionados seguíamos formado en el patio, en esas circunstancias el corneta de servicio tocó para rancho de la tarde, los sargentos monitores a todos nos pusieron en la posición de marcha de patos y así nos trasladaron desde el patio de armas hasta la emplanada del sector de rancho que se encontraba en las inmediaciones de la cocina, son 150 metros de distancia. La marcha del “pato”, era ponerse en cuclillas, con las manos en la cintura y así caminar imitando a los patos, gritando: ¡cua, cua, cua, cua!. Muchos de mis promocionales nunca habían hecho semejante ejercicio, sobre todo los que procedían del campo.

Después de 20 metros de marcha de patos ya sufríamos el dolor en las rodillas, ya nos quemaba los muslos y queríamos pararnos, pero los “monitores” eran implacables, no permitían que alguien hable en la formación, hasta nos preguntaban: “Perros” ¿Quema? y todos contestaban: ¡Síííííiii! a lo que ellos sarcásticamente contestaban: ¡soplen pues carajo!, aquel que por algún motivo se paraba para aflojar las piernas, lo llevaban a la retaguardia de todo el personal para que camine por más espacio en la posición de marcha de “pato”. Como sea llegamos a la emplanada para pasar rancho, donde nos reparten las bandejas, los tazones, los cubiertos. Comenzamos a experimentar que en el ejército todo tiene su momento, primero desfilaron por las pailas las cinco compañías del personal más antiguo, mientras nosotros los “perros” observamos atento todos los movimientos sobre todo cuando los sargentos de semana hablaban de racioneros y comisiones de servicios, se refieren a su personal que por algún motivo está fuera del cuartel, para estos tienen que guardar sus alimentos. 

Para nosotros (reclutas recién incorporados) la hora de la cena es una prueba de valor de la resistencia para dominar el apetito pues el paso por las pailas es lento, se aprende el uso de las” gemelas”, y dentro del comedor la forma de sentarse y comer en escuadra, de conversar siempre con el prevocativo”mi sargento, mi cabo, mi antiguo”…que expresa subordinación, el tuteo estaba prohibido, el mando es vertical: “las ordenes se cumplen sin dudas ni murmuraciones, el superior que las imparte es el único responsable de la orden impartida”. 

En las pailas a todos nos sirven casi por igual, pero en el comedor no todos comen por igual, porque no faltan sargentos abusivos cual ave de rapiña se lo lleva tus panes y los plátanos; sino comiste menestras en tu casa tienes que hacerlo, es tu nuevo estilo de vida, está prohibido salir del comedor con remanentes de comida. En el cuartel se debe comer en “escuadra”, es decir, llevar la cuchara en forma vertical hasta la altura de la boca y luego en forma horizontal hasta la misma y viceversa. Algunos, con los nervios o el miedo, derramaban algunas gotas de sopa y eso era fatal, ya no comían nada porque, según los monitores, se estaba desperdiciando tanta comida que pudieran darle a tanta gente pobre y que un; “perro miserable” adrede está derramando la sopa en el comedor del cuartel. 

En la primera cena los “perros” habíamos probado un poco de todo, pero no toda la comida. Cuando estamos a punto de comer el camote un sargento ordenó: “dejen el camote y a la cuenta de tres se lo han comido la cáscara: uno, dos, tres” y comimos la cáscara del camote. 

De pronto, el oficial de día que se paseaba por las inmediaciones, ordenó: ¡Perros…Atención! a esa voz todos nos pusimos de pie, pero como se hizo mucho ruido con las bandejas, tazones y las cucharas, dijo: ¡sentarse!... ¡carajo, esto es un escándalo, en el comedor está prohibido los escándalos!, repitió, ¡de pie!, ¡sentarse!, ¡de pie!, hasta que no hubo ningún ruido. Era para el brindis de bienvenida. Todo había estado preparado. Un sargento más antiguo entre los monitores pronunció un breve discurso dando la bienvenida a los “perros” de mi promoción, quien dijo: "¡Brindemos por los 180 reclutas del primer contingente enero 1977, quienes tienen el honor de pertenecer a las filas del glorioso ejército del Perú! ¡Salud, señores!", todos a una sola voz contestaron: ¡Salud!, en ese momento el que menos pensó que era vino de los buenos, pero no; era una mezcla de los desperdicios de la ensalada, con azúcar, ají, sal, vinagre, limón, pimienta y quién sabe qué cosas más. Como teníamos mucha sed lo bebimos, así fue el bautizo.

El teniente de ingeniería Roberto Hurtado Jiménez. Este oficial en las horas de rancho era muy especial, con él como capitán de día sobre todo los 20 últimos teníamos que pasar rancho en menos de un minuto y algunas veces sobre la marcha. Durante el rancho, sus oficiales de día se encontraban parados en la puerta principal del comedor, cuando salía el personal ellos pasaban revista, todos teníamos que salir con la bandeja vacía, es decir, sin los remanentes de comida, salir del comedor con un grano de fréjol en la bandeja, como sanción equivalía a 300 ranas y salir con un grano de arroz en la bandeja equivalía a 100 ranas, sanción que ordenaban cumplir en el acto. 

Este oficial era muy serio, no se reía, también era muy exigente durante el servicio; cuando este oficial se encontraba de servicio de capitán de día, el personal de oficiales de día de las diferentes Companías se esmeraban en la puntualidad y sobre todo en la limpieza de sus sectores de responsabilidad, los sargentos de semana durante el día nos alerta diciendo: "por si a caso el teniente Hurtado está de capitán día, en los toques de corneta tienen que ser rapido, sus sectores de limpieza tiene que estar presentable, etc; con este oficial, los castigados en las noches salían del calabozo y amanecían de plantón toda la noche parados al frente de la guardia de prevención, bajo el control del oficial de guardia, para los indisciplinados amanecer parado en el intenso frió era una tortura; muchos de ellos se encontraban depositados por pasar mala revista de prendas, por llegar borracho finalizado el paseo del fin de semana, otros por pelear, algunos por perder sus prendas de dotación, ect. 

Al toque de corneta para rancho salíamos corriendo a toda velocidad hacia el patio de armas, donde el personal formaba en orden y en silencio, como es normal los sargentos de semana anotaban a los diez últimos por cada Companía, en toda la formación siempre anotaban a los diez últimos; luego, por lento a los últimos le sancionaban con ranas, planchas y polichinelas, y después del rancho como castigo nos enviaban a limpiar los malacates (SSHH) del personal de tropa. 

En aquellos tiempos este batallón contaba con 480 hombres. Formados las Companías, el teniente decía lo siguiente: "Darse frente" y procedía a pasar revista de útiles de racho, las manos y las uñas, los que pasaban mala revista ya iban saliendo a un costado y formaban otro grupo, que, luego se desplazaban a la retaguardia del grueso del batallón, pero en la posición de marcha de "pato" con sus bandejas de acero sobre la nuca, desde el patio de armas hasta a zona de rancho había más o menos 150 metros de distancia. 

El personal de las Companías que pasaban buena revista se desplazaban marchando y cantando hacia la zona de rancho para recibir sus alimentos, en el trayecto el teniente nos iba observando y al lado nuestro los oficiales de día caminaban exhortándonos a la disciplina y marcialidad. Ocupado nuestro emplazamiento, el oficial colocándose al frente en voz alta decía lo siguiente: "Batallón, batallón, no puedo ordenar el alto porque el personal no levantan la rodilla", a esa voz aún más levantábamos las rodillas, él insistía "no puedo hacer el alto" y nosotros ya con el rostro sudoroso nos esforzábamos al máximo, concluía diciendo: "No me ha gustado el desplazamiento del personal, ha sido cualquier cosa, menos una marcha" y nos ordenaba para ponernos en la posición de rana. Comenzaba, "para ranas un, dos, cien ranas, mejor doscientas, mejor trescientas, mejor ciento cincuenta, a principiar", en ese momento todos cantando a todo pulmón rebotábamos en el suelo sin abrir las rodillas, como es normal en ese momento todos en su mundo interior ya rogaban para que el teniente se apiade de nosotros porque las rodillas ya no resistían. Como para aflojar las piernas ordenaba "uno, dos, nadie se mueve", después de un pequeño intervalo como buscado la sinrazón nuevamente decía: "Se movieron, se movieron, para ranas un, dos, ciento cincuenta ranas a principiar", en estas situaciones un soldado fuerte normalmente ejecutando ciento cincuenta ranas bien hechas ya sientes fuerte dolor en la parte posterior de la rodilla, pero sin la orden del oficial nadie se ponía de pie, así pasaban los minutos, nos dejaba en esta posición y ordenaba diciendo: "La primera companía de pie, adelante"; a esa voz el personal comenzaba a desfilar por las pailas, en ese momento muchos en nuestro interior decíamos: "que suerte de ellos que ya se pusieron de pie", así el personal iba avanzando lentamente recibiendo sus alimentos en su bandeja de acero y tazón de acero, mientras para otros la espera en la posición de rana era una verdadera tortura. 

El personal de la última mesa, después de permanecer largo rato en la posición de ranas nos levantábamos, algunos minutos no se podía caminar con normalidad por el fuerte dolor entre las zonas de la rodilla, sobre todo en la parte posterior; después de larga espera nos llegaba el turno para pasar por las pailas. Desde la zona de rancho hasta el comedor había una distancia aproximado de 60 metros, nosotros ya sabíamos que este oficial cuando ingresaba el último soldado al comedor inmediatamente ordenaba ponerse de pie, diciendo: "Todo el personal de pie, nadie come, salir en orden y silencio"; por ende, los 20 últimos en recibir sus alimentos pasaban rancho sobre la marcha, es decir en el trayecto de la zona de rancho al comedor. En este tipo de situaciones uno tenía que ser rápido. Muchos por lentos en comer se quedaban sin desayuno, sin cena, sin almuerzo, con el dolor de su corazón todo la comida lo vaciaban en el cilindro donde recogían los desperdicios para alimentar a los chanchos.

En una oportunidad fui el último de todos en recibir mis alimentos, conociendo la actitud del teniente Hurtado tenía que ser rápido para pasar mis alimentos, después de recibir mi rancho en mi bandeja y tazón caminando hacia el comedor a paso moderado llegué con la bandeja vacía, de un solo bocado me lo pasé toda la sopa, en cinco a ocho cucharadas terminé el segundo, la carne de res me lo pasé de un solo bocado, el plátano y el pan en tres a cuatro bocados y el refresco me lo tomé como si nada, en tiempo récord de un minuto y 10 segundos terminé toda la comida y ya estaba saliendo a formar para no ser anotado entre los tres últimos.