sábado, 29 de agosto de 2020

MARAVILLOSOS RECUERDOS COMO TROPA SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO CUARNICIÓN DE CARAZ HUAYLAS 1977

El 3 de enero de 1977, 480 reclutas nos incorporamos al Batallón de Ingeniería de Combate "Huascarán" N° 112, con sede en el distrito de Caraz, Huaylas, departamento de Ancash. 

Recuerdo que en el patio de armas formamos los 480 jóvenes de todas las clase sociales, en su mayoría hijos de campesinos. De pronto aparecieron seis sargentos monitores con sus galones de metal en el pecho muy relucientes, quienes en todo momento nos hablaba en voz alta y nos obligaba a rugir a todo pulmón, algunos monitores aparecían con un puñado de tierra en sus manos para amedrentar a aquellos que no podían rugir así como ellos requerían, así pues algunos reclutas esa tarde probaron ese “azúcar dulce”, les ordenaban abrir la boca y con fuerza se lo aventaban el puñado de tierra hasta el fondo de la garganta, así nos recibieron desde el primer momento, permanecimos rugiendo en la posición de atención con la mirada hacia el infinito por lapso de tres horas aproximadamente. En esas circunstancias por las inmediaciones apareció un oficial de tez morena de 1.85 de estatura, era el capitán de ingeniería Víctor Valderrama Chávez oficial de personal (S-1) del batallón; quien, con palabras francas, sinceras y firmes nos dio la bienvenida, quien nos dijo: “Han ingresado a este batallón para ser combatientes de primera, para defender los sagrados intereses de la patria, aquí se come lo que se da y se hace lo que se ordena". En esos momentos de tensión para la gran mayoría, el capitán Valderrama salió al frente y con esa voz ronca que le caracterizaba, dijo: "Señores solamente necesitamos 180 reclutas, los que desean servir se quedan en su propio emplazamiento y los que no desean servir formen en la pista mirando hacia la guardia de prevención", para que les dijo esas palabras, pues la gran mayoría corrió hacia la pista, para sorpresa mía, solamente quedamos cuarenta voluntarios en nuestro propio emplazamiento, entonces el capitán reaccionó rápidamente y mandó volver a todo el personal que había culminado el 5º año de educación secundaria, yo solamente contaba con tercer año de secundaria, pese a ser voluntario en tiempos de leva forzada serví dos (2) años (1977 - 1978) y la gran mayoría de mi promoción que tenía secundaria completa se licenciaron en once (11) meses, el trato para el voluntario así como para el personal levado fue igual, de nada servía pues ser voluntario en aquellos tiempos.

Siendo las 17:00 horas, los 180 reclutas seleccionados seguíamos formado en el patio, en esas circunstancias el corneta de servicio tocó para rancho de la tarde, los sargentos monitores a todos nos pusieron en la posición de marcha de patos y así nos trasladaron desde el patio de armas hasta la emplanada del sector de rancho que se encontraba en las inmediaciones de la cocina, son 150 metros de distancia. La marcha del “pato”, era ponerse en cuclillas, con las manos en la cintura y así caminar imitando a los patos, gritando: ¡cua, cua, cua, cua!. Muchos de mis promocionales nunca habían hecho semejante ejercicio, sobre todo los que procedían del campo.

Después de 20 metros de marcha de patos ya sufríamos el dolor en las rodillas, ya nos quemaba los muslos y queríamos pararnos, pero los “monitores” eran implacables, no permitían que alguien hable en la formación, hasta nos preguntaban: “Perros” ¿Quema? y todos contestaban: ¡Síííííiii! a lo que ellos sarcásticamente contestaban: ¡soplen pues carajo!, aquel que por algún motivo se paraba para aflojar las piernas, lo llevaban a la retaguardia de todo el personal para que camine por más espacio en la posición de marcha de “pato”. Como sea llegamos a la emplanada para pasar rancho, donde nos reparten las bandejas, los tazones, los cubiertos. Comenzamos a experimentar que en el ejército todo tiene su momento, primero desfilaron por las pailas las cinco compañías del personal más antiguo, mientras nosotros los “perros” observamos atento todos los movimientos sobre todo cuando los sargentos de semana hablaban de racioneros y comisiones de servicios, se refieren a su personal que por algún motivo está fuera del cuartel, para estos tienen que guardar sus alimentos. 

Para nosotros (reclutas recién incorporados) la hora de la cena es una prueba de valor de la resistencia para dominar el apetito pues el paso por las pailas es lento, se aprende el uso de las” gemelas”, y dentro del comedor la forma de sentarse y comer en escuadra, de conversar siempre con el prevocativo”mi sargento, mi cabo, mi antiguo”…que expresa subordinación, el tuteo estaba prohibido, el mando es vertical: “las ordenes se cumplen sin dudas ni murmuraciones, el superior que las imparte es el único responsable de la orden impartida”. 

En las pailas a todos nos sirven casi por igual, pero en el comedor no todos comen por igual, porque no faltan sargentos abusivos cual ave de rapiña se lo lleva tus panes y los plátanos; sino comiste menestras en tu casa tienes que hacerlo, es tu nuevo estilo de vida, está prohibido salir del comedor con remanentes de comida. En el cuartel se debe comer en “escuadra”, es decir, llevar la cuchara en forma vertical hasta la altura de la boca y luego en forma horizontal hasta la misma y viceversa. Algunos, con los nervios o el miedo, derramaban algunas gotas de sopa y eso era fatal, ya no comían nada porque, según los monitores, se estaba desperdiciando tanta comida que pudieran darle a tanta gente pobre y que un; “perro miserable” adrede está derramando la sopa en el comedor del cuartel. 

En la primera cena los “perros” habíamos probado un poco de todo, pero no toda la comida. Cuando estamos a punto de comer el camote un sargento ordenó: “dejen el camote y a la cuenta de tres se lo han comido la cáscara: uno, dos, tres” y comimos la cáscara del camote. 

De pronto, el oficial de día que se paseaba por las inmediaciones, ordenó: ¡Perros…Atención! a esa voz todos nos pusimos de pie, pero como se hizo mucho ruido con las bandejas, tazones y las cucharas, dijo: ¡sentarse!... ¡carajo, esto es un escándalo, en el comedor está prohibido los escándalos!, repitió, ¡de pie!, ¡sentarse!, ¡de pie!, hasta que no hubo ningún ruido. Era para el brindis de bienvenida. Todo había estado preparado. Un sargento más antiguo entre los monitores pronunció un breve discurso dando la bienvenida a los “perros” de mi promoción, quien dijo: "¡Brindemos por los 180 reclutas del primer contingente enero 1977, quienes tienen el honor de pertenecer a las filas del glorioso ejército del Perú! ¡Salud, señores!", todos a una sola voz contestaron: ¡Salud!, en ese momento el que menos pensó que era vino de los buenos, pero no; era una mezcla de los desperdicios de la ensalada, con azúcar, ají, sal, vinagre, limón, pimienta y quién sabe qué cosas más. Como teníamos mucha sed lo bebimos, así fue el bautizo.

El teniente de ingeniería Roberto Hurtado Jiménez. Este oficial en las horas de rancho era muy especial, con él como capitán de día sobre todo los 20 últimos teníamos que pasar rancho en menos de un minuto y algunas veces sobre la marcha. Durante el rancho, sus oficiales de día se encontraban parados en la puerta principal del comedor, cuando salía el personal ellos pasaban revista, todos teníamos que salir con la bandeja vacía, es decir, sin los remanentes de comida, salir del comedor con un grano de fréjol en la bandeja, como sanción equivalía a 300 ranas y salir con un grano de arroz en la bandeja equivalía a 100 ranas, sanción que ordenaban cumplir en el acto. 

Este oficial era muy serio, no se reía, también era muy exigente durante el servicio; cuando este oficial se encontraba de servicio de capitán de día, el personal de oficiales de día de las diferentes Companías se esmeraban en la puntualidad y sobre todo en la limpieza de sus sectores de responsabilidad, los sargentos de semana durante el día nos alerta diciendo: "por si a caso el teniente Hurtado está de capitán día, en los toques de corneta tienen que ser rapido, sus sectores de limpieza tiene que estar presentable, etc; con este oficial, los castigados en las noches salían del calabozo y amanecían de plantón toda la noche parados al frente de la guardia de prevención, bajo el control del oficial de guardia, para los indisciplinados amanecer parado en el intenso frió era una tortura; muchos de ellos se encontraban depositados por pasar mala revista de prendas, por llegar borracho finalizado el paseo del fin de semana, otros por pelear, algunos por perder sus prendas de dotación, ect. 

Al toque de corneta para rancho salíamos corriendo a toda velocidad hacia el patio de armas, donde el personal formaba en orden y en silencio, como es normal los sargentos de semana anotaban a los diez últimos por cada Companía, en toda la formación siempre anotaban a los diez últimos; luego, por lento a los últimos le sancionaban con ranas, planchas y polichinelas, y después del rancho como castigo nos enviaban a limpiar los malacates (SSHH) del personal de tropa. 

En aquellos tiempos este batallón contaba con 480 hombres. Formados las Companías, el teniente decía lo siguiente: "Darse frente" y procedía a pasar revista de útiles de racho, las manos y las uñas, los que pasaban mala revista ya iban saliendo a un costado y formaban otro grupo, que, luego se desplazaban a la retaguardia del grueso del batallón, pero en la posición de marcha de "pato" con sus bandejas de acero sobre la nuca, desde el patio de armas hasta a zona de rancho había más o menos 150 metros de distancia. 

El personal de las Companías que pasaban buena revista se desplazaban marchando y cantando hacia la zona de rancho para recibir sus alimentos, en el trayecto el teniente nos iba observando y al lado nuestro los oficiales de día caminaban exhortándonos a la disciplina y marcialidad. Ocupado nuestro emplazamiento, el oficial colocándose al frente en voz alta decía lo siguiente: "Batallón, batallón, no puedo ordenar el alto porque el personal no levantan la rodilla", a esa voz aún más levantábamos las rodillas, él insistía "no puedo hacer el alto" y nosotros ya con el rostro sudoroso nos esforzábamos al máximo, concluía diciendo: "No me ha gustado el desplazamiento del personal, ha sido cualquier cosa, menos una marcha" y nos ordenaba para ponernos en la posición de rana. Comenzaba, "para ranas un, dos, cien ranas, mejor doscientas, mejor trescientas, mejor ciento cincuenta, a principiar", en ese momento todos cantando a todo pulmón rebotábamos en el suelo sin abrir las rodillas, como es normal en ese momento todos en su mundo interior ya rogaban para que el teniente se apiade de nosotros porque las rodillas ya no resistían. Como para aflojar las piernas ordenaba "uno, dos, nadie se mueve", después de un pequeño intervalo como buscado la sinrazón nuevamente decía: "Se movieron, se movieron, para ranas un, dos, ciento cincuenta ranas a principiar", en estas situaciones un soldado fuerte normalmente ejecutando ciento cincuenta ranas bien hechas ya sientes fuerte dolor en la parte posterior de la rodilla, pero sin la orden del oficial nadie se ponía de pie, así pasaban los minutos, nos dejaba en esta posición y ordenaba diciendo: "La primera companía de pie, adelante"; a esa voz el personal comenzaba a desfilar por las pailas, en ese momento muchos en nuestro interior decíamos: "que suerte de ellos que ya se pusieron de pie", así el personal iba avanzando lentamente recibiendo sus alimentos en su bandeja de acero y tazón de acero, mientras para otros la espera en la posición de rana era una verdadera tortura. 

El personal de la última mesa, después de permanecer largo rato en la posición de ranas nos levantábamos, algunos minutos no se podía caminar con normalidad por el fuerte dolor entre las zonas de la rodilla, sobre todo en la parte posterior; después de larga espera nos llegaba el turno para pasar por las pailas. Desde la zona de rancho hasta el comedor había una distancia aproximado de 60 metros, nosotros ya sabíamos que este oficial cuando ingresaba el último soldado al comedor inmediatamente ordenaba ponerse de pie, diciendo: "Todo el personal de pie, nadie come, salir en orden y silencio"; por ende, los 20 últimos en recibir sus alimentos pasaban rancho sobre la marcha, es decir en el trayecto de la zona de rancho al comedor. En este tipo de situaciones uno tenía que ser rápido. Muchos por lentos en comer se quedaban sin desayuno, sin cena, sin almuerzo, con el dolor de su corazón todo la comida lo vaciaban en el cilindro donde recogían los desperdicios para alimentar a los chanchos.

En una oportunidad fui el último de todos en recibir mis alimentos, conociendo la actitud del teniente Hurtado tenía que ser rápido para pasar mis alimentos, después de recibir mi rancho en mi bandeja y tazón caminando hacia el comedor a paso moderado llegué con la bandeja vacía, de un solo bocado me lo pasé toda la sopa, en cinco a ocho cucharadas terminé el segundo, la carne de res me lo pasé de un solo bocado, el plátano y el pan en tres a cuatro bocados y el refresco me lo tomé como si nada, en tiempo récord de un minuto y 10 segundos terminé toda la comida y ya estaba saliendo a formar para no ser anotado entre los tres últimos.

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