viernes, 6 de enero de 2023

LA DESPEDIDA DE LA SEÑORA ANTONIA MORENO LEYVA EN HUARAZ ANCASH 17 DE JUNIO DE 1883

En Huaraz se tardó mucho en obtener noticia cierta sobre el avance de las tropas chilenas, exploradores enviados hacia Recuay o no volvieron o regresaron con informes imprecisos. Apenas se pudo entender, por lo sucedido a la familia del General en el tránsito de Aguamiro a Recuay, que el enemigo seguía la ruta de Huallanca, provincia de Bolognesi. De cualquier forma, Cáceres entendió que estaba próximo el encuentro definitivo, y en vista de esta situación propuso a su esposa que pasase con sus hijas a lugar más seguro, Algunos oficiales recomendaron que marcharan al otro lado del Marañón, territorio aún virgen de la presencia chilena, pero doña Antonia Moreno solicitó viajar a la ciudad de Lima, aun a riesgo de caer en poder del enemigo. Cáceres fue respetuoso de esta decisión, y en la noche del 17 de junio se produjo la emotiva despedida:

"Salimos, pues, esa misma noche a las once, recordaría doña Antonia. Ya montadas a caballo, nos despedimos en la puerta de calle de la casa que ocupábamos, Cáceres y sus ayudantes permanecían de pie en el corredor de la entrada. Todos, muy emocionados, con las lágrimas en los ojos, nos dijeron: “¿A cuántos de nosotros no volverán a ver más?". El momento era terriblemente conmovedor. Habíamos seguido con el ejército al lado de Cáceres durante casi toda esa heroica campaña de La Breña, tan heroica como dolorosa, compartiendo todo género de privaciones y ansiedades, de frío, de hambre y también, a veces, de ráfagas de alegría; de pasos escabrosos por las montañas, por los bordes de los abismos, desafiando los precipicios, En fin, todo un conjunto de acechanzas y amarguras que nos ligaban más con esos valerosos muchachos que yo miraba como a hijos y mis pequeñas como a hermanos. Un rato duró la penosa despedida. Cáceres y sus acompañantes parecían el símbolo del dolor. De pie con sus largos cubrepolvos y sus kepís rojos, distintivo de los breñeros, nos miraban y hablaban con honda tristeza. Se acercaron a nosotras y nos abrazaron cariñosamente, Cáceres acarició a sus hijas, intensamente emocionado. Y partimos como almas en pena, llevando el corazón lacerado ante la perspectiva de que iban a una lucha sin cuartel. Para ellos y para nosotras, el instante fue desgarrador, como si mil puñales nos hubiesen atravesado el corazón. En Huaraz, con el alma crucificada, nos separamos de Cáceres, dejando también al querido ejército, leal y generoso. Ellos, los bravos y nobles hijos del Perú, marchaban al sacrificio, a derramar su sangre, a sufrir el desgarramiento de sus carnes, la mutilación y la muerte, por el ideal sublime: el honor, ¡nada más que el honor! porque la victoria era imposible, sin recursos económicos ni elementos guerreros. La campaña de la resistencia nacional fue la más elocuente expresión de la altivez del alma peruana, capaz de luchar y sufrir, sin humillarse jamás. Supo erguirse en desigual contienda, para forjar una epopeya gloriosa. Todas esas imágenes del holocausto de nuestros soldados nos acompañaban en la dolorosa jornada que seguimos, después de la trágica despedida". 

Desde la ciudad de Huaraz se desplazaron por la ruta de callan Punta, Pariacoto, Llautan, y Casma, en este puerto se embarcaron para traslado vía marítima con destino al Callao. Desde Huaraz lo escoltaron a la noble familia, el coronel Borgoño, el mayor Zapatel, el oficial Salinas, el español Alejandro Torres, ayudante de Cáceres, un piquete a caballo y los servidores Pineda, Gregorio, Valentín, Martina y Eloísa. Viajarían con grandes sobresaltos, disfrazándose a menudo y descansando en humildes chozas de campesinos. Durante el viaje doña Antonia enfermó de tifus, penoso mal que llevó a la tumba a la fiel Martina.

Hostigada incansablemente por los chilenos y pese a su estado febril, doña Antonia autorizó continuar la marcha a la Costa y tras otras varias peripecias llegó finalmente a la capital, asilándose bajo la bandera de España.

Aquella misma noche del 17 de junio, Cáceres obtuvo informe preciso sobre la concentración de las divisiones chilenas, cuyas vanguardias alcanzaban Olleros. Una junta de oficiales, convocada de urgencia, decidió entonces proseguir la retirada, hacia Carhuaz, fijándose para las 06:00 horas del 18 para reanudar la marcha. A efecto de dificultar el avance enemigo "se mandaron torpedistas que colocaron minas en el trayecto de Olleros a Huaraz.




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