domingo, 12 de mayo de 2019

CUEVA DONDE FUE CAPTURADO EL CORONEL LEONCIO PRADO GUTIÉRREZ, CASERÍO DE CUSHURO 13 JULIO 1883

El día martes 10 de julio de 1883, en la batalla de Huamachuco, e
l coronel Leoncio Prado Gutiérrez monta un caballo moro, viste dormán negro y pantalón piamontés, sobre su rostro quemado brilla la blancura de su frente y cabellos en desorden. En el fragor del combate, Prado se multiplicaba, haciéndose presente en los lugares de mayor peligro, se le veía disparando personalmente los cañones emplazados en la loma del cerro Santa Ursula. 

Con la espada en alto se abre paso entre una masa de soldados. Su voz ronca a fuerza de dar voces de mando y de aliento a los suyos, está afónica, apenas se le oye. Y avanza impertérrito entre las balas del enemigo que parecen respetar tanta bravura, sorteando la muerte y jugándose la vida. De pronto tiembla el suelo, ascuas de fuego centelleante se levanta y un golpe seco se deja oír. ¡Ha estallado una granada a corta distancia del combatiente, cuando se disipa la nube de polvo que ha levantado la granada al explotar, todos se dan cuenta de que el coronel Prado está tendido en tierra pugnando por levantarse. Sus fieles asistentes que jadeantes corrían siempre detrás de él, levantan su cuerpo exánime, y el héroe sólo atina a exclamar: "Mi caballo, mi caballo", todo parce estar perdido, Prado tiene heridas y fractura grave en la pierna izquierda. En esas circunstancias con infinito cuidado sus soldados le cabalgan sobre el noble "moro", uno de sus asistentes le sostiene montado en la grupa del caballo, y salen lentamente del campo de batalla por la ruta del camino Inca "La Escalerilla" con destino al caserío de Cushuro.

Al caer la tarde, tarde muy triste, enlutada, el héroe y sus dos ayudantes ascendían penosamente por el camino Inca "La Escalerilla" con destino al caserío de Cushuro; el soplo helado del viento de la puna mitigaba el dolor en la pierna izquierda con heridas y fracturada del combatiente, de cuyos labios no se escuchó ni un gemido, ni una queja de dolor ni arrepentimiento. De pronto aparecieron un grupo de oficiales a caballo y personal de tropa a pie, se acorta la distancia; llegan. Es el general Cáceres, acompañado por pocos ayudantes que han sobrevivido y también de algunos jefes. Al preguntar quien era el herido, escucha la respuesta: "Mi general: Soy el coronel Leoncio Prado. He cumplido con mi deber". Y enmudeció la montaña. En ese momento todos unidos en el infortunio, solo se comprendía el lenguaje del silencio. La comitiva continuó y el coronel herido ascendía muy lentamente por esos caminos empeñados sobre los 4000 metros de altura sobre el nivel del mar. Según el testimonio del coronel Samuel Alcazar, testigo presencial de esos momentos de dolor, la pierna fracturada del herido colgado, "se movía como el badajo de una campana al vaivén del animal".   
    
Las sombras de la noche cerraron el difícil camino Inca "La Escalerilla"; no era posible continuar más con el herido y entonces sus abnegados soldados trasladaron el cuerpo hacía una cueva ubicado en la parte alta del cerro Huaylillas en la cabecera de la laguna Cushuro. Ahí quedó tendido el héroe sobre pellejos de carnero, cubierto con una manta. En aquel desolado paraje, soportando el viento helado de la noche, sus fieles soldados Patricio Lanza y Felipe Trujillo en todo momento permanecieron junto a él vigilantes, demostrando sacrificio y lealtad en esos momentos difíciles. Durante dos días permaneció tendido en esta cueva, sabiendo que el fin se aproximaba y que sus fuerzas lo abandonaban, sometido a la más absoluta inmovilidad por la magnitud de sus heridas y la fractura, sin tener más companía, como lo refieren los mismos chilenos, que la de sus soldados leales "asistentes", quienes pese a la penosa situación del oficial jamás pensaron dejarlo abandonado. Juntos fueron capturados, juntos fueron trasladados desde la cueva con destino al cuartel general del ejército chileno en Huamachuco.

El día miércoles 11 de julio, el sacerdote Víctor Corrales que formó parte de Ejército de la Breña, fue enviado por el General Cáceres, llegó hasta la cueva que servía de refugio al coronel Prado. El sacerdote le dio la bendición y se marchó. El héroe quedó debatiéndose entre la vida y la muerte, acompañado siempre por sus fieles soldados Patricio Lanza y Felipe Trujillo. 

En las inmediaciones de la laguna Cushuro vivía en una mísera choza el campesino Julián Carrión, quien fue llamado para que fuera al distrito de Huamachuco en busca de medicamentos. Carrión se ofreció a desempeñar la comisión. El héroe escribió en el reverso de un sobre en el que estaba su nombre lo que más necesitaba y a falta de dinero dio a Carrión su reloj de oro, obsequio de los cubanos, que conservaba como un recuerdo de su campaña libertaria. 

El día jueves doce de julio, Carrión llegó al distrito de Huamachuco y ahí entregó el sobre y el reloj de oro a una persona que desgraciadamente no tuvo discreción, revelado el nombre del ilustre herido. Se extendió la noticia llegando a oídos del jefe chileno que estaba con su tropa en la plaza de armas e hizo tomar prisionero al campesino Carrión quien fue obligado a confesar todo lo que sabía. Aquel día se inicia la tragedia que enlutaría a la patria. La vida del héroe de tantas gloriosas jornadas va a finalizar ante el pelotón de soldados chilenos que lo ejecutará por haber ofrendado su generosa sangre en defensa de la patria.
         
El día viernes 13 de julio, en horas de la mañana, guiados por el detenido Julián Carrión los chilenos organizaron un plan de captura al mando del teniente de artillería Aníbal Fuenzalida Lazo, quien al mando de 50 hombres se constituyó a la cueva donde se encontraba el oficial peruano herido, a quien lo hallaron tendido sobre pellejos de oveja, tapado con una manta y con la pierna izquierda completamente destrozado. El primero en llegar a la cueva fue el soldado chileno José Manuel Poblete, en ese momento también se apersonó el cabo primero chileno Silvestre Mellado, quien inmediatamente mandó dar aviso con Poblete al oficial al mando; cuando llegó Fuenzalida, en el acto el coronel Prado le pidió al oficial chileno para que le diera un tiro en la cabeza, porque sufría dolores atroces por las heridas y la fractura. Capturado el coronel Leoncio Prado y sus dos ayudantes, en horas de la tarde del mismo día lo trasladan al distrito de Huamachuco. 

El teniente Fuenzalida pensó que por la gravedad de sus heridas y la fractura en la pierna izquierda del prisionero el coronel Alejandro Gorostiaga le perdonaría la vida. Para el traslado del oficial prisionero se preparó una camilla rustica y se bajó al distrito de Huamachuco. Aquí Fuenzalida se presentó ante el mayor Fontesilla, quien hizo colocar al oficial prisionero en una de las habitaciones de la casa del señor Marino Acosta propietario del inmueble ocupado por los chilenos convertido como Cuartel General de la artillería. En este inmueble permanecía un ciudadano asiático "chino" que fue el cocinero de la familia Acosta, quien cumpliendo la orden de su patrón durante la ocupación quedó al cuidado del inmueble y como asistente de Prado durante su cautiverio. Prado se hizo muy amigo del teniente Fuenzalida siendo a su vez visitado por muchos jefes y oficiales chilenos, captándose la simpatía y confianza de todos, en esos momentos nadie hablaba de fusilamiento, pero a él no se le escapó que se pensase en ello, ya que los cirujanos chilenos se excusaron de cortarle la pierna, o de curarlo. Al respecto, finalizado la guerra, en Santiago el teniente Aníbal Fuenzalida, un año después de los hechos dijo lo siguiente: "Que si hubiera sabido que lo iban a fusilar, no lo hubiera tomado prisionero".


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