viernes, 1 de septiembre de 2017

SEÑORA ANTONIA MORENO LEYVA CAMPAÑA DE LA BREÑA (1881 - 1883)

Después de la derrota de las tropas peruanas en las batallas de San Juan y Miraflores el 13 y 15 de enero de 1881, cuando el mando chileno se instaló en el palacio de gobierno del Perú, a ocho meses de haberse internado en la Sierra Central para organizar la resistencia contra las tropas del ejército chileno, el General Andrés Avelino Cáceres Dorregaray, ya tenía bajo su comando un ejército de 3,000 hombres conformado netamente en base a campesinos del ande. La tarea de formar un Ejército no fue una tarea fácil, pues hubo que poner en movilización a amplios sectores de patriotas organizados en comités, con el encargo de conseguir voluntarios, armas y vituallas de cualquier procedencia. Incluso hubo que rastrear los campos de batalla de San Juan y Miraflores para recuperar armas abandonadas durante la dispersión de los soldados y en otros casos sustraerlas de arsenales del Estado peruano, luego de burlar el control del ejército chileno que los tenía bajo estricto control.

El comité patriótico más importante fue el que organizó en 1881 la señora Antonia Moreno Leyva, esposa del General Cáceres, en Lima, cuando el General ya estaba en la Sierra Central, y que estuvo presidido por el arzobispo de Lima, Pedro José Tordoya Montoya, un talentoso clérigo que llegó a la más alta posición del clero, luego de haberse iniciado en 1843 como (distribuidor de raciones entre los menesterosos), y que hizo efectiva entrega de dinero y armas a los combatientes peruanos de la resistencia nacional.

Tordoya, además de religioso, era un experimentado político e intelectual pues había participado en el gobierno del General Mariano Ignacio Prado como ministro de Justicia e Instrucción y presidente del Consejo de Ministros (1861) y gracias a su producción intelectual y su prestigio religioso recibió la Orden de Comendador de la Real Orden de Carlos II y era miembro de la Real Academia de la Lengua.

Este comité tenía entre sus miembros a fervientes patriotas como Carlos Elías, Luis Carranza, co-director de El Comercio, el director era José Antonio Miró Quesada, dueño del periódico y Pedro Elguera, quienes reunieron diversos tipos de armas para la resistencia durante la Campaña de la Breña, entre las armas colectadas se encontraba el pequeño cañón, proporcionado por el obispo Tordoya. Esta arma, según lo cuenta en sus memorias la propia esposa del General Cáceres, fue desarmada y despachada en un ataúd y llevada en un cortejo fúnebre por “cargadores” que eran oficiales del ejército patriota. El cortejo se dirigió por diversas calles y pasaron por las narices de los soldados chilenos, sin que estos se dieran cuenta de la mortífera carga del ataúd.

Dejemos que sea la propia señora Antonia Moreno de Cáceres, la que narre este capítulo de la historia de la organización del Ejército de la Breña: “Por prudencia, yo estuve escondida hasta que hice salir de Lima, con dirección al campamento peruano, al ex-gobernador de Cocachacra, mayor José Salarrayán, y al oficial Ambrosio Navarro. Ambos, muy arrojados y valientes, partieron con un cargamento de armas, municiones y hasta con un cañoncito que pude conseguir. Este contingente lo mandé en las mulas que Cáceres me había facilitado con tal objeto, cuando regresé de Matucana”.

“Para sacar de Lima el cañoncito que el obispo Tordoya me había obsequiado, tuve que urdir una macabra estratagema: ¿cómo librarlo de caer en las redes del enemigo? Pues se me ocurrió simular un entierro. Hice desarmar el pequeño cañon y colocarlo en un ataúd; los ‘deudos’ del difunto eran los oficiales, que debían partir con él a cuestas hasta el cementerio, primero, y después hasta las abruptas sierras, donde acampaba el Ejército del Centro”.

“La comitiva ‘entristecida’ siguió, por las calles de Lima, la ruta al camposanto y, en seguida, pasaron a un corralón donde esperaban listos los guías que habían de conducirlos a su destino, habiendo sido recibidos triunfalmente con abrazos y gritos de alegría. Esta arriesgada hazaña necesitó gran coraje y serenidad, pues pasaron el ‘cadáver’ ante las narices de los chilenos; pero tanto el comandante Ambrosio Navarro como el mayor José Salarrayán, tenían temple de acero y no se arredraban ante ningún peligro, exponiendo impávidamente sus propias vidas. Seguramente, iban pensando que el querido ‘muerto’ resucitaría algún día no lejano, entre las crestas de los Andes, lanzando con estrépito su voz vengadora”.

La esposa de Cáceres narra además otras misiones que debía cumplir durante su estadía de Lima capital, como reclutar patriotas, gente de confianza para sumarse a la Campaña de la Breña y obtener el reconocimiento político del Ejército de la Breña y el mando de Cáceres como Jefe Político y Militar de los departamentos del Centro de Perú, por parte del gobierno provisional de Francisco García Calderón, que había sido nombrado el 12 de marzo de 1881, por una junta de notables.

Aquí cabe hacer una pequeña digresión para resaltar, según lo narra Luis Guzmán Palomino, que los invasores luego de ingresar a Lima no querían negociar con Piérola y lo obligaron a dimitir y a promover que una Junta de Notables eligiera a alguien con quién llegar a un acuerdo de paz, recayendo la elección en García Calderón.

García Calderón no veía con buenos ojos la gesta en la que se había embarcado el General Cáceres porque tenía el equivocado criterio de que iba a sabotear un acuerdo favorable al retiro de los invasores del país sin cesiones territoriales, de allí porque en su breve gestión hostilizó militarmente al jefe breñero. García Calderón estaba equivocado, porque pronto el ejército de ocupación le exigió firmar un acuerdo de paz con cesión de las provincias de Tarapacá y Arica, a lo que se negó, y en represalia fue deportado a Chile, con varios de los notables que lo secundaban.

Volviendo a la labor del comité patriótico, corresponde mencionar que el valeroso mayor José Salarrayán desempeñó durante la ocupación chilena, como lo reconoce e General Cáceres en sus memorias, todo género de misiones, entre las que cuenta haber sacado del Teatro Politeama dos cañones, y de La Molina dos culebrinas, piezas que condujo hasta Cocachacra, donde fueron recogidas y llevadas hasta Jauja.

También, corresponde repasar la labor del comandante Ambrosio Navarro, quien fue comisionado por el General Cáceres en 1881 para viajar al fuerte de San Ramón, en Chanchamayo, con el fin de traer cuatro cañones “de ánima lisa” que allí se encontraban; tareas que las cumplió con gran esfuerzo y eficiencia.

El trabajo desarrollado en Arequipa por el médico José Antonio Morales Alpaca debe igualmente ser recordado; quien consciente de la imperiosa necesidad de dotar de armas al Ejército del Centro, fabricó un cañón de cobre, que sería usado por el coronel Isaac Recavarren en su campaña de los Andes.

Tempranamente, en julio de 1881, en Tarma, Cáceres tuvo el embrión de su primera artillería compuesta por cuatro cañones de ánima lisa que existían en el fuerte San Ramón, de Chanchamayo. Con esas piezas en Tarma, Cáceres formó la primera brigada de artillería del Ejército de la Breña, al mando del teniente coronel José Ambrosio Navarro. Los primeros encuentros de los combatientes de la Breña en 1881 que preludiaron las más grandes derrotas infligidas a los invasores.

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